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La encrucijada de Feijóo: los tres frentes que cuestionan su liderazgo
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Esteban Hernández

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La encrucijada de Feijóo: los tres frentes que cuestionan su liderazgo

El dirigente gallego se encuentra en el momento más complicado desde su llegada a Génova: las tensiones alrededor del acuerdo con el CGPJ le han situado bajo fuego amigo y enemigo

Foto: Feijóo, en el centro de la imagen. (EFE/Pedro Puente Hoyos)
Feijóo, en el centro de la imagen. (EFE/Pedro Puente Hoyos)
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El liderazgo de Alberto Núñez Feijóo en el PP se mueve en una fina línea, la más estrecha por la que ha tenido que caminar hasta ahora. La irrupción del gallego en Génova supuso un relanzamiento de los populares: iban a gobernar, ya que la opinión pública estaba de su lado, Pedro Sánchez había quedado muy deteriorado y el partido se pacificaba por fin. Las encuestas ratificaban esa impresión y el camino hacia la Moncloa se despejaba. Pero ha bastado una encuesta contraria para que las alarmas se hayan disparado y las posiciones hostiles contra Feijóo hayan regresado, colocándole entre el fuego amigo y el enemigo.

La encuesta que publicó El Confidencial no es más que la expresión de una realidad que empieza a volverse hostil para Feijóo. Cuando el líder popular cobró auge, Sánchez le puso en el punto de mira, sabedor de que los equilibrios dentro de la derecha dependían de que el jefe de la oposición pudiera domesticar a su formación y relegar a Vox a un espacio electoral limitado. Si pinchaba la "burbuja de Feijóo", la derecha se fragmentaría de nuevo. Esa fue la explicación de las comparecencias del presidente en el Senado. A Sánchez se le percibió suelto y seguro, dominador de la escena. A Feijóo no se le percibió a la altura. Quizá porque, como señalan fuentes del Gobierno, el PP cayó en el error de "pensar que ya estaba todo el pescado vendido. Ahora se han dado cuenta de que hay partido".

"Perdido en Madrid"

El problema, sin embargo, no provenía tanto de los malos tragos del Senado, como de que el mensaje que Feijóo estaba enviando era menos sólido de lo que se le presuponía. Fuentes de Vox lo explican así: "Está algo perdido en Madrid. Ha pasado de ser el gran cacique, amo y señor con los medios de allá, empresarios, etc., a tener que torear en la capital y a requerir de una visión sobre temas como la política exterior o disponer de un corpus doctrinal. Galicia es compleja y tiene mucho mérito, pero no deja de ser Galicia".

Una parte del PP demandaba a Feijóo una oposición más hostil y enfrentamientos más claros con Sánchez. Parece haberlo conseguido

Esa es la misma sensación que el PSOE había trasladado: un líder poco cuajado para la política nacional, que había dado el salto a una división superior para la que no estaba preparado. Y es la misma que una parte del PP estaba contando internamente. En ese contexto, que las encuestas se comenzasen a torcer era relevante, porque daba espacio a las voces internas hostiles. Los populares restaron importancia a esa muestra, señalando que "otras encuestas ofrecían mejores resultados", pero también comenzaron a ser conscientes de que "el camino iba a ser muy largo".

En este escenario, el giro en la negociación del CGPJ debe interpretarse más allá de los aspectos jurídicos e institucionales. Una parte del PP, así como de los entornos afines al partido, demandaban a Feijóo que fijase una oposición más hostil, que tuviera enfrentamientos más claros con Sánchez; que fuese en dirección contraria a ese perfil más moderado y pactista con el que había llegado a Madrid. Isabel Díaz Ayuso fue la primera dirigente que marcó ese camino. En el foro España a examen, celebrado en El Confidencial, avisó a Feijóo para que no renovase el poder judicial. "Sánchez no es de fiar", afirmó. Ayer se hizo público que Ayuso pidió al presidente popular que no pactara con el PSOE. Esa línea no era la adecuada, según la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Bueno para Sánchez

Tampoco lo era para Vox, según fuentes de la formación: "El acercamiento al PSOE con el pretexto de partido de Estado penaliza al PP a la par que le hace bien a Sánchez, probablemente porque le centra o legitima". Era una actitud negativa, porque se sumaba "a la indefinición y a la falta de claridad del PP sobre determinados temas por miedo: véase con la ley trans, que dicen ser contrarios a ella, pero te votan a favor de que el sexo sea indiferente en las competiciones deportivas; o la negociación del CGPJ, con un acuerdo que iban a firmar que era un horror".

"El PP siempre intenta aplazar la renovación esperando que el tiempo le dé más fuerza negociadora"

La posición de fuerza con el CGPJ y la negativa a firmar por la reforma del delito de sedición, reactivada por la Moncloa en los últimos días, era una solución de compromiso. Hacía ver que se estaba dispuesto al acuerdo, pero poniendo líneas rojas: venía a decir que existía disposición a firmar compromisos con el Gobierno, pero siempre que este no fuera demasiado lejos; cedía, por una parte, y forzaba por otra. Pero el PSOE no podía aceptar esa condición, por lo que la negociación se rompió. Quizá no definitivamente: fuentes del Gobierno señalan que "el PP siempre intenta aplazar la renovación esperando que el tiempo le dé más fuerza negociadora, aunque sea a costa de incumplir la ley y la Constitución" y, por lo tanto, dejan la puerta abierta a posteriores acuerdos.

Los tres frentes

Sin embargo, ese movimiento ha disparado las hostilidades, por lo que Feijóo tendrá que lidiar con tres frentes. Por una parte, supone un cambio de estrategia política que afecta a su relación con el Gobierno. Para el segundo debate en el Senado, el PP avisó de que si Sánchez era en exceso hostil con Feijóo, no se suscribiría el pacto del CGPJ. A la inversa, una vez que este no se ha firmado, los socialistas ya pueden poner definitivamente en el punto de mira al líder popular. Bolaños afirmó este viernes en la Ser que esto "suponía el declive definitivo de Feijóo: "Todo el mundo ha visto bien a las claras que no es la persona que tiene fuerza para liderar la derecha en España".

En segunda instancia, hechos de esta clase permiten a Santiago Abascal insistir en que el PP "debería llegar a la conclusión, de una vez por todas, de que el bipartidismo se ha acabado y que necesitan de otras formaciones, que no hay otra; y, en ese sentido, que es mejor que le vaya bien a Vox para llegar ellos al Gobierno". Una posición que también es compartida por algunos sectores populares, pactar menos con Sánchez y más con Vox. En tercer lugar, y ligado con esto, Feijóo debe afrontar la tensión interna, con esa facción cercana a Díaz Ayuso que le está intentando marcar el paso.

Este cambio de posición, de consolidarse, significa el regreso a viejos dilemas en la medida en que, al cerrar la puerta a los acuerdos, promueve una posición más dura, resucita discursivamente el eje PP-Vox (Sánchez ya ha afirmado que la derecha más dura le está dictando el camino a Feijóo) y le sitúa en un lugar indefinido entre sus intenciones estratégicas iniciales y las que le demanda otra parte del partido, que nunca estará contenta con lo que haga. Nada que no se cure rápido con un aumento de la intención de voto en las encuestas. Pero mientras eso ocurre, el Gobierno, Vox y las partes no afines de su formación coincidirán en el mensaje, que era el mismo que se transmitía de Casado: Feijóo no es el líder idóneo para la derecha.

El liderazgo de Alberto Núñez Feijóo en el PP se mueve en una fina línea, la más estrecha por la que ha tenido que caminar hasta ahora. La irrupción del gallego en Génova supuso un relanzamiento de los populares: iban a gobernar, ya que la opinión pública estaba de su lado, Pedro Sánchez había quedado muy deteriorado y el partido se pacificaba por fin. Las encuestas ratificaban esa impresión y el camino hacia la Moncloa se despejaba. Pero ha bastado una encuesta contraria para que las alarmas se hayan disparado y las posiciones hostiles contra Feijóo hayan regresado, colocándole entre el fuego amigo y el enemigo.

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