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Esteban Hernández

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Biden pone en su sitio a Sánchez y enseña el camino del futuro

Es tiempo de cambios en la política y en la economía. Algunos de ellos resultan inesperados, y quizá el más significativo, y más aún para la izquierda, es el que está realizando el presidente de EEUU

Foto: Ursula von der Leyen con Joe Biden, en Washington. (EFE)
Ursula von der Leyen con Joe Biden, en Washington. (EFE)
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La recomposición política, económica y geopolítica en la que estamos inmersos anuncia grandes cambios. En especial, el foco que ha puesto Biden en las renovables y en los semiconductores trae consigo sorpresas. Lo advierte Shahin Vallée, exasesor de Emmanuel Macron y ahora miembro de DGAP, el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores: "Ha habido un profundo cambio ideológico en Estados Unidos y en Europa todavía no nos hemos adaptado a él".

Vallée alude a que la política industrial de EEUU, ligada a los tres planes que ha aprobado Biden, no solo cumple funciones estratégicas y de recomposición interna del país, sino que se están utilizando para impulsar políticas sociales.

Foto: Ursula Von der Leyen y Joe Biden. (Reuter/Sarah Silbiger)

Las condiciones en que los subsidios se conceden así lo subrayan. El Gobierno de EEUU "anima encarecidamente" a que las empresas suscriban acuerdos de negociación colectiva con los sindicatos antes de construir nuevas fábricas, y fija que se establezcan ayudas referidas al transporte, la vivienda o al cuidado de adultos. Asimismo, los horarios y la ubicación del centro de trabajo deben asegurar que se podrá prestar a los hijos la atención debida y deberán existir aportaciones de las empresas para que esos cuidados estén al alcance de hogares de bajos y medianos ingresos.

Estas políticas no son más que una parte de las que EEUU está desarrollando en áreas estratégicas: el Estado está tomando un papel mucho más importante al Estado, la creación de empleo se ha convertido en un objetivo decidido, y muchos de ellos, sobre todo en la industria, con mejores condiciones y retribuciones; y se aspira a ubicar los nuevos centros laborales en territorios y Estados con poco dinamismo. Además, el Gobierno insiste en impulsar Medicare, esa suerte de Seguridad Social, y ha presionado para que aumenten los salarios en sectores con bajas retribuciones, hasta el punto de que, quizá con demasiado optimismo, se ha llegado a afirmar que los empleos de clase trabajadora están comenzando a ser trabajos de clase media.

Además, Biden ha propuesto una subida significativa de impuestos para las grandes empresas, los inversores y los ciudadanos más ricos, con los que, además de acometer las inversiones, espera reducir sustancialmente su déficit en la próxima década. Eso sí, con la promesa de no aumentar los impuestos a esas personas que no perciban más de 400.000 dólares al año.

La economía del 'trickle down' ha girado hacia la política industrial, el creciente papel del Estado y la elevación del nivel de vida

No son las únicas señales del cambio. La ambición de los reguladores estadounidenses, en especial en el terreno del antitrust, es notable, y desde luego mucho mayor que la europea. Hasta ahora la política de la competencia solo tomaba en cuenta, a la hora de combatir la concentración, los posibles efectos en los precios. Si una fusión podía significar bienes más baratos, al menos sobre el papel, no había inconveniente en autorizarla y tampoco en fomentarla abiertamente. La perspectiva ahora es diferente, porque se han entendido los enormes perjuicios que pueden causar las concentraciones, y la Federal Trade Commission no percibe su trabajo en términos tecnocráticos sino existenciales: como "una batalla contra el riesgo de oligopolio corporativo que amenaza la democracia liberal". Nada de eso ha penetrado en Europa.

La reunión de todas estas medidas supone la implantación de un plan socialdemócrata en toda regla, sorprendente en un país que se había distinguido por no contemplar otro factor que el aumento de los beneficios para los accionistas. La economía del trickle down ha girado hacia la política industrial, el creciente papel del Estado y la elevación del nivel de vida. Biden no es Roosevelt y estos cambios, quizá temporales, han venido ligados a las necesidades concretas que demanda un momento geopolítico, y tampoco se han generalizado a toda clase de sectores, pero señalan que una nueva mentalidad está tomando cuerpo en el país emblema del neoliberalismo.

La partida del poder

Mientras tanto, Europa continúa dubitativa, sin un proyecto de futuro claro, y con tensiones internas. Comenzando por la misma Alemania, desorientada en el nuevo mundo. Fuera de aquí, donde cada vez se nos tiene menos en cuenta, la dirección parece bastante clara. En una época geopolítica, en el regreso de esa historia que teóricamente había llegado a su fin, los grandes gobiernos del mundo están actuando desde parámetros similares, aunque sus métodos para alcanzar los objetivos y la concreción de sus acciones sean diferentes. El foco está puesto en un mayor papel del Estado, en el fortalecimiento interior, en políticas industriales activas, en el empleo y en las capacidades productivas, y el viraje de las inversiones desde la economía financiera hacia la real, utilizando también los impuestos para ese propósito. Es el caso de Estados Unidos, pero también en el de Rusia (en su caso, en un giro obligado), y por supuesto el de China, que lleva muchos años diseñando esta clase de políticas. Todo el mundo está jugando la partida del poder, salvo la UE. En España, ningún partido es consciente de este movimiento.

Lo de Europa no es un plan, ni tampoco política industrial: es arrojar semillas al campo para ver si algunas arraigan

Es curioso, además, que la reacción defensiva de Bruselas (y de Moncloa) consista en subrayar que la UE lleva tiempo aplicando esta visión y que, por tanto, EEUU simplemente se está poniendo a nuestra altura en algunos campos. Pero esto es un autoengaño, porque el giro de Biden tiene propósitos profundos, ligados a una visión de futuro para EEUU y al pragmatismo a la hora de recomponer su sociedad. Podrá instalar molinos de viento y placas solares, pero como parte de un plan de política industrial destinado a cumplir objetivos mayores. Europa, por el contrario, ha aportado dinero de una manera poco estructurada para que sus Estados lleven a cabo acciones en el ámbito verde y digital. Eso no es un plan, ni tampoco política industrial, es arrojar semillas al campo para ver si algunas arraigan.

Los partidos ESG

En realidad, lo que señala la acción de los países internacionalmente más relevantes es un cambio de época que deja los planes europeos, que Sánchez encarna mejor que nadie en nuestro país, como proyectos válidos para 2019, pero insuficientes ahora.

Desde luego, las últimas señales españolas resultan descorazonadoras, con el enredo del sí es sí y las peleas dentro del feminismo, pero lo peor no son las diferencias parlamentarias, sino la falta de perspectiva. Las formaciones de izquierda decidieron convertirse hace tiempo en una suerte de partidos ESG que traducían en sus políticas los criterios ambientales, sociales y de gobernanza que desde el ámbito financiero se estaban imponiendo a las empresas. El PSOE era el gran emblema de esa perspectiva, y Sumar apunta a formar parte de lo mismo, solo que llevando esos criterios un paso más allá.

El centro está situado en un lugar más urgente y ambicioso, que deja a los partidos políticos españoles por detrás de la época

Lo que señalan las políticas de Biden es que el foco ya no está puesto en la sostenibilidad ni en la reconversión verde, que son objetivos necesarios, pero resituados dentro de un campo mucho más amplio. Los criterios ESG están dejando de ser relevantes en el plano financiero, ya que se supeditan a necesidades mayores, y lo mismo ocurre en la política: las ideas de inclusividad y de transformación verde y digital no han sido olvidadas, pero sí resituadas. El centro está situado en otro lugar, bastante más ambicioso, y también urgente, que deja a los partidos europeos de izquierda, y en particular a los españoles, por detrás de la época.

Eso no significa que la derecha lleve ventaja en cuanto a proyecto de país, y el PP es un buen ejemplo. Basta con ver los libros de economía que Feijóo tiene en su despacho para constatar que su visión es la de 2014. Tampoco nuestros expertos, en particular los económicos, emiten señales de esperanza, porque continúan anclados en los viejos paradigmas, como si la crisis de 2008, la pandemia y la guerra de Ucrania no hubieran tenido lugar. Como ejemplo, el gobernador del Banco de España sigue insistiendo en la consolidación fiscal como prioridad. Y la urgencia europea tiene que ver con la reforma de las pensiones. Comparemos esta visión con la de Biden: el Estado como ajustador de cuentas frente al Estado como impulsor decidido de la economía.

Algo se mueve en España

Sin embargo, por debajo de la política, algo está comenzando a moverse en España. Tanto a derecha como a izquierda, la demanda de políticas industriales es cada vez mayor, y está conformando un área transversal que irá creciendo con el tiempo. Mucho más que de una posición ideológica, esa demanda nace del pragmatismo y de la necesidad. España, como la UE, precisan de esta clase de acciones, y de una manera muy intensa en tiempos geopolíticos. El pasado jueves se presentó en Madrid un interesantísimo informe del Future Policy Lab, El retorno de la política industrial, realizado por jóvenes investigadores españoles, que contiene un buen punto de partida. Sería preciso que la conversación sobre el asunto comenzase a tener lugar, porque somos como un vehículo que circula por la autopista a 60 km/h. A la izquierda le resultaría interesante en la medida en que favorece un orden social que, como señalan las acciones de Biden, promueven un mayor bienestar. A la derecha también, ya que, si quiere dinamismo económico y nuevos espacios de rentabilidad no sujetos a inversiones inestables, esta es la clase de políticas que pueden ayudar. El futuro nos está esperando, el caso es que lleguemos a él.

La recomposición política, económica y geopolítica en la que estamos inmersos anuncia grandes cambios. En especial, el foco que ha puesto Biden en las renovables y en los semiconductores trae consigo sorpresas. Lo advierte Shahin Vallée, exasesor de Emmanuel Macron y ahora miembro de DGAP, el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores: "Ha habido un profundo cambio ideológico en Estados Unidos y en Europa todavía no nos hemos adaptado a él".

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