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Lo que esconden las renovables: el contraataque de EEUU para frenar a China
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Esteban Hernández

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Lo que esconden las renovables: el contraataque de EEUU para frenar a China

El Gobierno de Biden está llevando a cabo una tarea muy activa en el plano internacional en muy distintos frentes. Todo va orientado hacia la misma finalidad, combatir al enemigo asiático. Las energías limpias son parte de ello

Foto: John Podesta ha hablado y ha sido explícito. (Carlos Barria/Reuters)
John Podesta ha hablado y ha sido explícito. (Carlos Barria/Reuters)
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La lucha contra el cambio climático es uno de los asuntos más interesantes de los últimos tiempos, en la medida en que un propósito decidido por parte Occidente, y uno de los principales objetivos de sus gobernantes, se ve detenido por las tensiones e intereses económicos y geopolíticos en los que el mundo se desenvuelve y por las divisiones internas.

Para entender el escenario, hay que constatar primero los movimientos sísmicos que se están produciendo en el orden internacional. Un estudio del ECFR señala cómo la animadversión contra Rusia no ha calado en gran parte del mundo ni ha contribuido a separar a los países y a sus poblaciones de Moscú. Recogía Ivan Krastev unas significativas declaraciones de un exdiplomático indio de alto rango: la percepción más allá de Occidente es que "la guerra en Ucrania es sobre el futuro de Europa, no sobre el futuro del orden mundial".

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Mientras en Europa damos por sentado que la globalización sigue viva en gran medida, y solo sectores minoritarios y más atinados entienden que la invasión de Ucrania forma parte de la guerra fría entre China y EEUU, el resto del mundo lo percibe de otra manera: son asuntos nuestros. Muchos Estados no creen que el choque entre dos bloques antagónicos les obligue a supeditarse a uno u otro, sino que encuentran en esa tensión una oportunidad: al actuar como países no alineados, pueden vincularse comercialmente con uno de los bloques, militarmente con otro y en algunos aspectos seguir su agenda propia. India, Turquía o Arabia Saudí son algunos de esos Estados que circulan entre dos aguas.

La presión sobre Europa

Desde esta perspectiva, cabe concluir que es un momento multipolar y que en esa dirección girarán los cambios. Pero quizá sea un instante eventual. Los procesos son dinámicos, no estáticos, también la actual guerra fría. El mejor ejemplo de cómo pueden cambiar las cosas está directamente relacionado con la Unión Europea, y con Alemania, que es su centro.

El giro proteccionista ha gustado muy poco en Europa: es parte de esa desglobalización que Bruselas niega y teme

Como es bien conocido, EEUU dictó una ley, la IRA Act, en la que, además de otras medidas, incluía una opa hostil para que las empresas europeas de energía verde se trasladasen a EEUU, o al menos para que invirtieran buena parte de sus recursos en su país. Algunas firmas continentales, incluyendo a Iberdrola, ya han manifestado su propósito de aprovechar las grandes ventajas, también en el ámbito fiscal, que EEUU ofrece. La Administración Biden ha dicho que no va a dar marcha atrás y ha justificado la norma desde la necesidad de recuperar industria y de generar empleo en su nación. El giro proteccionista ha gustado muy poco en Europa, también por elementos ideológicos, en la medida que supone un paso adelante en ese proceso de desglobalización que en Bruselas niegan y temen.

Controlar a China

John Podesta, asesor principal de energía limpia de Joe Biden, ha ratificado esa posición afirmando, en una entrevista publicada en FT, que los europeos, en lugar de atacar el IRA, deberían "dar la bienvenida al liderazgo de Estados Unidos" y que espera que a la industria europea le vaya bien, "pero que depende de Europa hacer su trabajo. No vamos a hacerlo por ellos".

"Con la guerra de Ucrania hemos visto lo que sucede si un país usa su poder de mercado como arma: estamos cambiando esa dinámica"

Sin embargo, y más allá de estas discusiones sobre proteccionismo y libre comercio, y sobre la agria competencia entre teóricos aliados, yace un asunto importante, ligado a esa guerra fría que en teoría no existe. Podesta asegura, y haríamos muy bien en escucharle, que EEUU había ido demasiado lejos en la deslocalización de la industria (recordemos que fue un alto cargo en las administraciones de Clinton y Obama), lo que había generado una gran vulnerabilidad a su país en el terreno de la energía renovable: dependían en exceso de la tecnología limpia china.

Ahora se trata de arreglar el problema: "Hemos visto en la guerra de Ucrania, con la dependencia de Europa de los combustibles fósiles de Rusia, lo que puede suceder si un país decide usar su poder sobre el mercado como arma y estamos tratando de cambiar esa dinámica".

Sus declaraciones contienen un mensaje poderoso. Alemania pensó, como la UE, que podía tener relaciones comerciales intensivas con China al mismo tiempo que se vinculaba militarmente y en lo referido a valores con EEUU. Era factible estar en dos lugares a la vez. Con esta ley, y con medidas anteriores, lo que la Administración Biden viene a decir es que esa ambigüedad no es posible. Con la tecnología (recordemos el asunto 5G), con el petróleo y el gas rusos, ni en las energías limpias, la UE va a tener que tomar partido. EEUU busca recuperar poder en lo interno y fortalecer su sociedad, pero también evitar decididamente que China influya en sus aliados, y más en sectores críticos. Estamos en una época de desglobalización selectiva, la energía y la tecnología son los ámbitos que se están relocalizando, y los que serán utilizados para ligar a los países a uno de los dos bloques. En el futuro cercano, es probable que esa vinculación no se restrinja únicamente a esos sectores.

El giro financiero

El segundo asunto significativo es la marcha atrás de los grandes fondos de inversión pasiva, las fuerzas económicas que, desde el ámbito financiero, más han impulsado las energías renovables y la sostenibilidad: de ahí surgen los criterios ESG. Vanguard ha anunciado que sacará a su empresa de la alianza de la industria para combatir el cambio climático y ha asegurado que no hay base para afirmar que la inversión ESG tenga mejores rendimientos que las basadas en otros índices. El giro de Vanguard se suma a la advertencia de Larry Fink, CEO de BlackRock, el gran activista de las inversiones sostenibles, acerca de que iban a seguir financiado a las empresas de combustibles fósiles porque, al final, su negocio consiste en ganar dinero y había mucha rentabilidad en ese ámbito. El impulso para combatir el cambio climático quedaba supeditado a la intención de seguir ganando todo el dinero posible.

Quizá tengamos que entender que si "la guerra de Ucrania va sobre el futuro de Europa", la guerra fría también

BlackRock y Vanguard son dos empresas gigantescas en la gestión de activos y su influencia es muy relevante, también en España y en Europa. Y eso significa que, en un instante en el que la UE está existencialmente obligada a invertir en energías limpias, no va a poder contar con el flujo ruso, va a tener que alejarse de los precios más baratos de los productos y de la tecnología china en ese sector y que, además, el mundo del dinero no va a ofrecer ni ventajas ni un sostén firme al giro renovable, como había prometido.

La suma de todo esto no es nada halagüeña, en la medida en que implica una presión añadida para Alemania y para la UE. Y constata que esa idea de estar en dos lugares a la vez, de mantener vínculos con una parte y otra, será mucho más complicada en tiempos venideros. De manera que quizá tengamos que entender que, si "la guerra de Ucrania va sobre el futuro de Europa", la guerra fría también. Harían bien en tomar nota el resto de los países.

La lucha contra el cambio climático es uno de los asuntos más interesantes de los últimos tiempos, en la medida en que un propósito decidido por parte Occidente, y uno de los principales objetivos de sus gobernantes, se ve detenido por las tensiones e intereses económicos y geopolíticos en los que el mundo se desenvuelve y por las divisiones internas.

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