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El detalle táctico del debate que demuestra que Sánchez cree en la victoria
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Esteban Hernández

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El detalle táctico del debate que demuestra que Sánchez cree en la victoria

No fue apasionante, y tuvo fases plomizas. Pero el debate a tres ha aportado también algunas lecturas interesantes, tanto por las bazas que se jugaron como por su contenido ideológico

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del debate. (Reuters/Violeta Santos Moura)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del debate. (Reuters/Violeta Santos Moura)
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Hubo dos debates diferentes. El primero duró mientras WhatsApp estuvo inoperativo; el segundo arrancó cuando la aplicación de mensajería volvió a funcionar. Si habitualmente cada cual percibe el desarrollo de los debates desde su perspectiva, ayer fue un día muy proclive a que cada parte sintiera que había salido reforzada. Pero, para confirmar la visión propia, vienen muy bien los mensajes en esos grupos en los que hablamos con gente que piensa como nosotros: ratificar la percepción con el colectivo de referencia es relevante.

De modo que, cuando los grupos de WhatsApp volvieron a su actividad frenética, cada parte creyó definitivamente que había salido reforzada del debate. Es cierto que este tuvo un tono un tanto apagado, poco vibrante, pero eso no fue obstáculo para que, sin demasiada euforia, todas las partes salieran contentas. Lo curioso es que en buena medida tienen razón, en especial si reparamos en los movimientos tácticos bajo los que la discusión se articuló.

El juego táctico

El aspecto más significativo no fue que Díaz y Sánchez conformaran un dúo indisoluble que atacaba el representante presente de la derecha (y mencionaba de paso al ausente), sino todo el espacio que el presidente dejó a la vicepresidenta. En el reparto de funciones, a ella le tocó ser más aguerrida y se mostró más firme y enérgica (“no le tengo miedo, señor Abascal”), mientras que Sánchez permaneció en un segundo plano, defendió la gestión realizada, descalificó a la derecha con argumentos que la acercaban al trumpismo, y afirmó representar la opción de progreso frente a otra que quería regresar al pasado, algo que ha venido repitiendo en campaña.

Sánchez piensa que es posible la remontada, y por eso ha adoptado un papel secundario: ayer era el día para que Sumar creciera

Este reparto de posiciones tiene un sentido mayor que el que apunta hacia un simple manejo del escenario. El PSOE cree tener ya un nivel de voto bastante asentado y que las encuestas le ofrecen unas cifras que, si no son del todo satisfactorias, resultan aceptables; lo que está fallando es Sumar, muy lejos de aportar lo que sería necesario para gobernar, y con muchas dificultades para combatir con Vox por el tercer puesto. Si se quiere llegar a un número de diputados que permita gobernar o bloquear, Sumar tiene que crecer, y Sánchez le ha concedido espacio para ello. El presidente ha optado por dirigirse, con un tono más leve, a los votantes más centristas, si es que hay algo de eso en España, o, si se quiere, a los que pudieran asustarse por la presencia de Vox en el Gobierno. La falta de protagonismo del líder socialista tiene mucho más que ver con ese posicionamiento táctico que con una dificultad dialéctica que no haya sabido afrontar. Expresado más claramente, Sánchez piensa que todavía es posible la remontada, y por eso ha adoptado un papel secundario: ayer era el día para que Sumar creciera.

La baza de Abascal

Díaz ha tenido su momento y lo ha aprovechado en el tono, en la forma y en la disposición. Sus propuestas han sido las de siempre, y, por lo tanto, están dirigidas a un tipo de votante concreto, muy de nicho, pero su actitud ha servido para que en la izquierda se la haya visto como la ganadora. Díaz se mueve mejor en la confrontación que cuando quiere irradiar felicidad; suena más creíble y menos extraviada en las nubes, y esa es una cara que su campaña apenas ha querido mostrar.

Abascal ha expuesto con tranquilidad sus ideas, dejando que estas hablaran por él, en lugar de que lo hicieran sus gestos

El otro protagonista ha sido Abascal, que también ha aprovechado su baza. Ha expuesto sus ideas con un tono tranquilo, firme con sus rivales, pero no agresivo, dejando que sus posiciones hablaran por él, en lugar de que lo hicieran sus gestos. Ha sido una apuesta correcta, porque ha permitido, en un entorno que podía haberse embarullado, desplegar su visión política de una manera menos hostil y más centrada en sus propuestas, que pueden parecer atractivas a un grupo no menor de votantes de la derecha.

La parte desapercibida

Quizá la parte más interesante del debate ha sido la que más desapercibida haya pasado, la ideológica, que tenía mensajes significativos. Apareció en el bloque en el que el tono de los participantes estuvo más apagado, el primero, y a veces en el resto, pero sirvió para perfilar dos tipos de país. Mientras Sánchez mantuvo el marco que está empleando últimamente, el de la ciencia contra el negacionismo, el machismo contra los derechos de las mujeres, y el de la falsedad como arma principal de los rivales, Abascal y Díaz entraron en el plano propositivo con más decisión.

Foto: Santiago Abascal, Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. (Reuters/Violeta Santos Moura)

El primer bloque, en realidad, no tuvo como eje la economía, sino a los desfavorecidos. El líder de Vox insistió en la divergencia entre los datos que se nos ofrecen (“los de los poderosos”) frente a la realidad que vive la gente (“los que lo pasan mal”). Díaz respondió recordando vivamente el salario mínimo y Sánchez subrayó la tarea de protección realizada, pero se percibió cómo ambos se dirigían a votantes distintos: Abascal hablaba sobre todo para los autónomos y para los pequeños empresarios en dificultades, mientras que la izquierda se centraba en los asalariados; las distintas fiscalidades propuestas también estaban situadas en este plano.

Abascal se significó en la defensa del ámbito rural, una apuesta que tiene que ver con lo programático, pero también con lo electoral

El segundo elemento tuvo como eje el cambio climático: en él, Abascal apostó por un plan hidrológico nacional y por la utilización de toda clase de energía, con especial énfasis en la nuclear y la térmica, mientras que Díaz señalaba la necesidad de apostar por la renovable. El tercero fue la reindustrialización, en la que Abascal no dio demasiados detalles, y Díaz añadió siempre el color verde al sustantivo, aunque lo que describió (climatizar escuelas y residencias), no dejaba de ser un plan E a mayor escala. El cuarto fue la defensa de la seguridad, en la que insistió Abascal (las mujeres no se sienten seguras por los violadores que salen a la calle, y los españoles por la inmigración ilegal), mientras que Díaz subrayo la necesidad de que se ampliaran derechos y libertades.

En el plano ideológico, se dejó sentir una apuesta decidida por la defensa del ámbito rural por parte de Abascal, que es lógica en cuanto es un elemento significativo en su programa, pero también como aspecto táctico: se juegan tener representación en muchas provincias pequeñas, donde comienzan a tener arraigo permanente, y que pueden decidir valiosos diputados (por lo que se gana y por lo que se resta al rival). En varias de esas provincias el último diputado está en juego.

Quién ganó y quién perdió

Sin embargo, es probable que todos estos aspectos queden ignorados, porque en un debate, y más en este (donde cada participante ha buscado fijar su mensaje), lo que concentra la atención es quién ha ganado y quién ha perdido. En el plano del diagnóstico, es claro que Abascal ha salido reforzado en su ámbito, y que Díaz ha tenido mucho protagonismo en el suyo. Sánchez no ha perdido, porque estaba, y porque ha jugado un papel.

Foto: Los candidatos a la presidencia del Gobierno (i-d) Santiago Abascal, Yolanda Diaz y Pedro Sánchez, antes del inicio del debate en RTVE. (EFE/Juanjo Martín)

Quien puede haber salido peor parado es el ausente, porque no ha ocupado ningún espacio mientras los demás han asentado el suyo. Pero también es probable que Feijóo, al cerrar el Marca, haya pensado que todo sigue por el camino correcto. El domingo lo sabremos, pero lo que resulta relevante es la ambición que ha demostrado Sánchez al dejar todo el espacio de confrontación a Díaz: si viera las elecciones perdidas, no habría tenido ninguna complacencia con el protagonismo de Sumar, porque habría intentado quedarse con sus votos. Y no lo ha hecho.

Hubo dos debates diferentes. El primero duró mientras WhatsApp estuvo inoperativo; el segundo arrancó cuando la aplicación de mensajería volvió a funcionar. Si habitualmente cada cual percibe el desarrollo de los debates desde su perspectiva, ayer fue un día muy proclive a que cada parte sintiera que había salido reforzada. Pero, para confirmar la visión propia, vienen muy bien los mensajes en esos grupos en los que hablamos con gente que piensa como nosotros: ratificar la percepción con el colectivo de referencia es relevante.

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