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La negociación más obscena de la democracia
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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La negociación más obscena de la democracia

Que nos cuenten todo lo que han hecho no equivale a más verdad, sobre todo cuando esa información no es más que ruido. Una política carente de secretos es simple escenificación

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y Felipe VI, en el Palacio de la Zarzuela. (Reuters)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y Felipe VI, en el Palacio de la Zarzuela. (Reuters)

Impúdico, torpe, ofensivo al pudor. Así define ‘obsceno’ la RAE. Y eso es lo que han sido las negociaciones fallidas para la formación de Gobierno que han tenido España empantanada, pero entretenida, los últimos cinco meses. Obscenas. Ofensivas para el pudor. Y torpes, pero que muy torpes.

Que hayamos conocido cada paso que han dado los partidos en su simulacro de negociaciones no ha sido un canto a la transparencia, sino un síntoma del infantilismo que entorpece el normal funcionamiento de nuestra política. Cómo van a convencernos Sánchez y compañía de que se han tomado en serio la investidura si los responsables de llegar a un acuerdo (o descartarlo) han intercambiado más mensajes por la tele que a puerta cerrada en los despachos.

Foto: Ilustración: Raúl Arias. Opinión

Les han faltado bambalinas y sobrado tantos proscenios. De ahí que viéramos a Rivera lanzar al presidente en funciones su propuesta de abstención de último momento en una rueda de prensa sorpresa. Ni se molestó el de Cs en avisar por teléfono a más interlocutor que Casado cinco minutos antes de ponerse ante las cámaras. Recordemos también a Iglesias, subido en la tribuna del Congreso de los Diputados, regatear una última medida 'in extremis' para el Gobierno de coalición que en julio tuvo al alcance de su voto. Como si el hemiciclo fuera otro grupo de Telegram en el que cerrar los flecos de una negociación a la vista de todos.

El más obsceno ha sido Sánchez, el presidente en funciones que solo funciona cuando alguien da al 'play'. En vez de buscar el acuerdo con los demás grupos políticos, tras la investidura fallida de julio, empeñó varias semanas en hacerse fotos con aquellas asociaciones que Moncloa sacó de la chistera como 'atrezzo' para un 'book'. El acercamiento de Sánchez a su presunto socio preferente consistió en presentar un programa preelectoral en forma de 370 propuestas en un mitin por todo lo alto, y en riguroso directo, al que solo estuvo invitado el PSOE. Y los medios, claro. En cuanto a la propuesta de abstención de último momento que le hizo Rivera, Sánchez la despachó ayer con una carta de la que hemos visto hasta los tachones. Luego fue a decirle al Rey que no reunía los apoyos. Al menos, el rato de Zarzuela, estuvieron todos a puerta cerrada. Aunque fuera de uno en uno.

La vía propuesta por Albert Rivera, cerrada en 24 horas

Toda negociación política es estrategia. Y, como tal, necesita discreción. Una narración en directo de cada paso y retroceso no hace avanzar una democracia, la paraliza. Tuit a tuit, plano a plano, no se construye un acuerdo de investidura, sino un cúmulo de coartadas superfluas para echarse mutuamente la culpa de la repetición electoral.

“El final de los secretos sería el final de la política”, advierte el filósofo Byun-Chul Han en ‘La sociedad de la transparencia’. El libro ahonda en los peligros una sociedad empeñada en retransmitirse en tiempo real. Que nos cuenten todo lo que han hecho no equivale a más verdad, sobre todo cuando esa información no es más que ruido. Una política carente de secretos es simple escenificación. La de un obsceno fracaso.

Impúdico, torpe, ofensivo al pudor. Así define ‘obsceno’ la RAE. Y eso es lo que han sido las negociaciones fallidas para la formación de Gobierno que han tenido España empantanada, pero entretenida, los últimos cinco meses. Obscenas. Ofensivas para el pudor. Y torpes, pero que muy torpes.

Pedro Sánchez Pablo Casado