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Cómo se contagia la homofobia
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Marta García Aller

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Cómo se contagia la homofobia

Es de celebrar la contundencia con que ha reaccionado Ursula von der Layen, presidenta de la Comisión, al afirmar que la nueva ley húngara es una “vergüenza” incompatible con los valores de la Unión Europea

Foto: Vista de una bandera arcoíris en la manifestación del Orgullo 2019 en Madrid. (EFE)
Vista de una bandera arcoíris en la manifestación del Orgullo 2019 en Madrid. (EFE)

La homosexualidad no se contagia por ver ‘Harry Potter’, como parece pensar Viktor Orbán. Ni bailando con ‘Billy Elliott’, ni siquiera cantando ‘Frozen’. Tampoco por enseñar en las escuelas el respeto a la diversidad sexual. Lo que sí podría contagiarse, sin embargo, es la normalización de la homofobia si no se condena y se denuncia llamándola por su nombre. Por eso es de celebrar la contundencia con que ha reaccionado Ursula von der Layen, presidenta de la Comisión, al afirmar que la nueva ley húngara es una “vergüenza” incompatible con los valores de la Unión Europea.

La nueva norma húngara prohíbe la “exhibición y promoción de la homosexualidad” entre los menores de 18 años. No solo significa que desaparece del temario escolar cualquier contenido destinado a combatir la discriminación sexual y educar en la diversidad. También restringe libros y películas accesibles a niños y adolescentes que tengan algún personaje gay, incluidas las películas de Disney y hasta los anuncios de la tele.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (EFE)

Igual que en la España franquista se censuraban de 'Mogambo' las escenas de adulterio, en la Hungría de Orbán tendrán que censurar para menores la emisión ‘Modern Family’, algunos capítulos de 'Friends' y los cómics de Marvel. Y nada de leerse, por supuesto, la biografía de Oscar Wilde o de Chaikovski. No sé qué harán con Epi y Blas.

Tampoco podría salir en un telediario húngaro el primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel, no sea que algún niño en Budapest descubra que en Europa resulta normal que un hombre dirija un país y tenga marido. A su llegada a la cumbre europea, el líder luxemburgués, casado con un arquitecto belga, calificó de “inaceptable” la ley húngara, que para colmo mezcla la homosexualidad con la pedofilia y la pornografía. Bettel aprovechó también para recordar lo difícil que fue para él, como puede serlo todavía para muchos jóvenes, reconocer su homosexualidad ante sus padres. Y aclaró de paso a los periodistas que su orientación sexual no tiene nada que ver con lo que veía de niño en la televisión.

Foto: Una protesta en Budapest contra la ley anti-LGBTQ (Reuters)

También Mark Rutte, el primer ministro holandés, ha sido tajante: la ley anti LGTBI aprobada hace unos días por Hungría no tiene cabida en Europa y le ha pedido a Orbán que la derogue si quiere seguir en la UE. Merkel, Macron, Draghi y Sánchez se suman a la lista de los 17 líderes de la UE que la condenan y han firmado una carta pidiendo a la Comisión que tome medidas contra esa ley, porque contradice el artículo 2 de los tratados europeos. La defensa de los derechos humanos no es negociable.

El Gobierno de Orbán se defiende alegando que es un asunto entre padres e hijos y que no están en juego los derechos humanos, como si estos no amparasen a los menores de 18 años. Negar la diversidad sexual es negar la tolerancia, la justicia y la igualdad a millones de personas.

Está por ver en qué se traduce realmente el enfado europeo, pero esta vez cunde la sensación de que Orbán ha ido demasiado lejos en su deriva iliberal con una ley que tiene poco que ver con los valores de la UE y mucho con la Rusia de Putin, que también en 2013 prohibió lo que denomina la 'propaganda gay'. En España, inspira a los defensores del pin parental.

Foto: Szájer József, eurodiputado y cercano aliado de Viktor Orbán en el partido Fidesz. (Reuters)

No ha sido la política, sino el fútbol, lo que ha logrado que el asunto trascienda a una polémica continental. Cuando el Ayuntamiento de Múnich pidió iluminar su estadio de fútbol con los colores del arco iris “como señal de tolerancia y cosmopolitismo”, la UEFA se negó alegando “el contexto político” en Hungría. ¡Pero si era precisamente el contexto político en Hungría lo que hacía necesario el gesto!

El bochorno generalizado por la inacción de la UEFA está siendo una oportunidad para reivindicarse de la UE. Así queda más claro que no es en el fútbol en lo que radica la identidad europea, sino en la defensa política y cultural de unos valores comunes.

La deriva iliberal de Hungría es una mala noticia. La buena sería que la contundente condena política de esta norma retrógrada, que estigmatiza la homosexualidad y amenaza la libertad de expresión, sirva para disuadir otras tentaciones iliberales.

La homosexualidad no se contagia por ver ‘Harry Potter’, como parece pensar Viktor Orbán. Ni bailando con ‘Billy Elliott’, ni siquiera cantando ‘Frozen’. Tampoco por enseñar en las escuelas el respeto a la diversidad sexual. Lo que sí podría contagiarse, sin embargo, es la normalización de la homofobia si no se condena y se denuncia llamándola por su nombre. Por eso es de celebrar la contundencia con que ha reaccionado Ursula von der Layen, presidenta de la Comisión, al afirmar que la nueva ley húngara es una “vergüenza” incompatible con los valores de la Unión Europea.

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