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El trastero de la campaña electoral
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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El trastero de la campaña electoral

La actual campaña del 28-M sería inviable si no fuéramos un país con tanto trastero. ¿Dónde si no íbamos a meter todos esos temas que no se están tratando?

Foto: Un hombre mira unos luminosos con publicidad contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/J.J.Guillen)
Un hombre mira unos luminosos con publicidad contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/J.J.Guillen)
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Con la cantidad de cosas que vamos guardando para después, es normal que España sea uno de los países con más trasteros de Europa. Y es raro que haya pasado tan inadvertido este dato de la patronal de trasteros, porque por lo visto hay una patronal de trasteros. Este podría ser uno de esos indicadores que mejor explican un país. Mejor que el PIB. Mejor que el IPC y la balanza de pagos. Un país bien podría explicarse por aquello que la gente guarda en sus trasteros. Todo lo que no nos cabe, pero sin lo que no podemos vivir, aunque a la hora de la verdad no le hagamos ni caso hasta la próxima mudanza.

No hay más que ver lo que está pasando esta campaña electoral del 28-M. Sería inviable si no fuéramos un país con tanto trastero. ¿Dónde si no íbamos a meter todos esos temas que no se están tratando? En cada comunidad autónoma debe de haber un trastero electoral gigante donde guardar para después los grandes asuntos de educación y sanidad. Son demasiado grandes para meterlos debajo de la alfombra. Estarán en el trastero, que es lo que se dice siempre que algo importante no aparece y da pereza ir a buscarlo. En algún sitio andarán.

Qué pasa con los planes para hacer de verdad gratuita la educación de 0 a 3 años para todos

Podríamos estar discutiendo de cómo mejorar la atención primaria en los centros de salud, exhaustos tras la pandemia; o qué pasa con los planes para hacer de verdad gratuita la educación de 0 a 3 años para todos, que está más que estudiado que es una de las medidas que más ayudaría a las familias; podríamos también estar hablando de cómo atajar la pobreza infantil, o de qué refuerzos necesitan los colegios para ayudar a reducir la brecha educativa que provocó el confinamiento.

Muchos son problemas heredados. Y, claro, los trasteros están llenos de cosas heredadas de las que nadie termina de hacerse del todo responsable. Viajan de legislatura en legislatura, de programa en programa, esperando que alguien les haga caso de verdad en la próxima mudanza. Estarán en alguna caja en la que, con letras gigantes y rojas, alguien apuntó "frágil". La idea de la advertencia era tratarlos con cuidado, no tener miedo a tocarlos. Pero a ver quién se atreve ahora a sacarlos de la caja después de tanto tiempo no sea que se rompan.

Foto: Plano aéreo de edificios en Madrid. (EFE/Víctor Lerena) Opinión
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Solo la vivienda estuvo unos días presente. De vez en cuando alguien saca alguna caja del trastero dispuesto a ponerla en orden, esta vez sí que sí, pero al final se queda a medias porque a la hora de la verdad no sabe por dónde empezar. Y vuelven al trastero por si acaso, que es por lo que se guardan siempre las cosas.

Cuanto más rápido cambia todo, más trasteros necesitamos. Así que no puede extrañarnos demasiado que en los últimos cinco años se haya duplicado el número de trasteros en España. Otro dato revelador del momento extraño que vivimos. Uno de cambio constante en el que lo nuevo llega tan rápido que no sabemos dónde meter lo de siempre. Algún día pondremos el trastero en orden. Algún día.

Con la cantidad de cosas que vamos guardando para después, es normal que España sea uno de los países con más trasteros de Europa. Y es raro que haya pasado tan inadvertido este dato de la patronal de trasteros, porque por lo visto hay una patronal de trasteros. Este podría ser uno de esos indicadores que mejor explican un país. Mejor que el PIB. Mejor que el IPC y la balanza de pagos. Un país bien podría explicarse por aquello que la gente guarda en sus trasteros. Todo lo que no nos cabe, pero sin lo que no podemos vivir, aunque a la hora de la verdad no le hagamos ni caso hasta la próxima mudanza.

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