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El arma secreta de Illa o cómo se termina el 'procés'
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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El arma secreta de Illa o cómo se termina el 'procés'

En estos tiempos acelerados en que los golpes de efecto se nos superponen para captar la atención, hartos de tanto caos y tanto momento histórico, en Cataluña ha ganado el soso

Foto: Salvador Illa tras conocer los resultados. (Europa Press/Lorena Sopêna)
Salvador Illa tras conocer los resultados. (Europa Press/Lorena Sopêna)
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Ahora que ya sabemos cómo acaban las pandemias, nos falta por constatar cómo se termina un 'procés'. Tal vez no sea muy diferente. La pandemia no terminó con una cuenta atrás, ni con las plazas llenándose de gente dispuesta a abrazarse para celebrarlo como si de un armisticio se tratase. En realidad, no nos dimos cuenta de cuándo se acabó. Simplemente fuimos dejando de hacerle caso cuando todo volvió a funcionar con normalidad.

Y con el 'procés' puede acabar pasando algo así. Al arrebatarle por primera vez desde el siglo pasado la mayoría al soberanismo catalán, las urnas han venido a constatar algo que ya se venía notando. Mucha gente está desconectando del independentismo. Unos decepcionados, otros por enfado o por desidia, y también los habrá que por todo a la vez. El caso es que muchos catalanes que solían votar independentista se quedaron en casa el pasado domingo.

Y es muy revelador que el ganador de las primeras elecciones que pierde el independentismo sea precisamente alguien como Salvador Illa. En estos tiempos de tanta teatralización de la política, en la que los golpes de efecto se nos superponen para acaparar la atención de una audiencia cada vez más polarizada, en Cataluña ha ganado el soso.

Nada más opuesto al procés que la política sin dramas ni estridencias. Illa presume de hombre tranquilo y previsible. Sus atributos no son el carisma ni el magnetismo. Las masas no le seguirían a ningún precipicio. Ni falta que hace. De presumir de algo sería más bien de sosiego. Tanto, que a ratos es indistinguible del aburrimiento. Y tal vez haya sido ese tedio su verdadera arma secreta frente al empacho del 'procés'. Anda que no se echa de menos la tranquilidad en eso que Ziauddin Sardar llama tiempos postnormales.

A lo mejor es precisamente por estar hartos de tanto caos y momento histórico, hastiados del drama, una mayoría se ha decidido por el soso

Salvador Illa es tan aburrido que sirve de antítesis al histrionismo, la épica y el hartazgo de emociones en la política catalana. Ningún mensaje es más opuesto al independentismo que la calma y la previsibilidad. A lo mejor es precisamente por estar hartos de tanto caos y tanto momento histórico, hastiados del drama, una mayoría de catalanes han terminado por decidirse por el soso.

Además de un atropello constitucional, el 'procés' ha sido también un empacho de épica trucha. Representa el summum de la teatralización de la política y, como cualquier movimiento populista o nacionalista, valga la redundancia, un abuso de las emociones sobre la razón.

Llevábamos tanto tiempo metidos en el bucle acelerado de la política espectáculo que se nos había olvidado que la democracia ha de ser, en esencia, aburrida.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), junto al portavoz del partido en el Congreso, Miguel Tellado (EFE/Mariscal)

Al fin y al cabo, cuando funciona bien, la democracia suele ser un camino previsible de procedimientos, procesos y debates bastante tediosos. Cuando lo que sucede en un parlamento se vuelve imposible de ignorar, salvo contadas excepciones, mala señal. La democracia de los buenos tiempos es laboriosa y diversa, protege las libertades y los derechos sin que los protegidos sean del todo conscientes de ello. Cuando la política va bien, basta con acordarse de ella solo de vez en cuando, cuando toca alternar el poder serenamente.

“¿Sabes cómo es realmente la democracia?”, resume el columnista Jonah Goldberg, “Es cuando la gente espera ordenadamente para votar”. Qué mejor final para el 'procés' que las elecciones las gane un soso sin épica alguna que se empeña en cambiar de tema. La victoria de Illa representa el encanto del aburrimiento en tiempos acelerados, también su fragilidad. Ganar, ha ganado. Otra cosa es que logre formar gobierno, claro. En realidad, lo que hace que el aburrimiento resulte atractivo es precisamente la permanente amenaza del caos. Y esa sigue ahí. No podemos descartar que la política catalana vuelva a ponerse interesante.

Ahora que ya sabemos cómo acaban las pandemias, nos falta por constatar cómo se termina un 'procés'. Tal vez no sea muy diferente. La pandemia no terminó con una cuenta atrás, ni con las plazas llenándose de gente dispuesta a abrazarse para celebrarlo como si de un armisticio se tratase. En realidad, no nos dimos cuenta de cuándo se acabó. Simplemente fuimos dejando de hacerle caso cuando todo volvió a funcionar con normalidad.

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