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Segundo Párrafo
Por
Un caso de corrupción como un piano
Cuando el presidente afirma ahora, en referencia al caso Koldo, que "no habrá impunidad" y que "quien la haga la pague", le falta añadir "siempre y cuando le pille la UCO"
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Aunque queda mucha tela de la manta de Ábalos de la que tirar, parece difícil que la trama pueda superar lo del piano. Habrá que ir haciéndole un sitio, junto al Jaguar en el garaje y el dinero para asar una vaca, en el Museo de la Corrupción que nos merecemos. Porque de cada caso queda, al menos, una imagen para la historia. Sobre todo cuando las tramas son complejas, y un sumario de 233 páginas lo es, sobre todo cuando se entrelazan ministros y conseguidores, mascarillas e hidrocarburos, aerolíneas rescatadas y chalés en Idealista. Todo relato necesita una buena imagen imposible de olvidar de la que colgar todos los trapos sucios. Y no vale una imagen cualquiera. Tiene que ser cara y cutre a la vez. Y la del piano es excelente.
"Que te dejen el piano", le dijo Ábalos a Koldo cuando este le preguntó si la casa que le iba a comprar Víctor de Aldama por los servicios prestados la quería "con o sin muebles". Eso dice el informe de la UCO, que tiene los mensajes que prueban el chalé que la trama del caso Koldo, caso Ábalos ya, le compró al exministro para asegurarse sus favores en adjudicaciones, con el Gobierno venezolano e influir en el rescate de Air Europa. Todo presunto, claro.
Bueno, todo no. Porque sabemos que ese chalé existió. También la visita de Delcy Rodríguez y el rescate a Air Europa. Sabemos que Koldo y el ministro buscaban chalés en Idealista. Él lo quería en Sotogrande y acabó siendo en La Línea de la Concepción. Una cosa es la trama de corrupción que te montas y otra la que te llega por AliExpress. También sabemos que buena parte de las presuntas comisiones irregulares fueron en lo peor de la pandemia y que Ábalos tenía una novia de la que, según la UCO, la trama asumió el pago de 2.700 euros al mes de alquiler durante tres años.
Sabemos también que el presidente del Gobierno ya ha reconocido algo. Ha reconocido que sabía que su mano derecha, su secretario de organización, su ex todopoderoso ministro de Transportes, le había informado de que iba a reunirse con Delcy Rodríguez, la vicepresidenta de Venezuela que tenía prohibida la entrada en la UE por vulneración de derechos humanos. Sánchez lo reconoce, sí, pero una vez que ya sabemos que la UCO lo sabe. Hay mensajes en los informes de la Guardia Civil que demuestran que al presidente le parecía "bien" que Ábalos se reuniera de extranjis con Delcy.
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"Visita privada" suena más fino que de extranjis, pero es lo mismo. En el Museo de la Corrupción habrá que habilitar una sala de eufemismos legendarios. Y junto a la indemnización en diferido de Bárcenas, clásico donde los haya, es probable que haya que hacer un hueco especial todas las versiones que el Gobierno ha ido dando de aquel viaje de Delcy Rodríguez, que en su día resultaron tan confusas que daban a entender que el entonces ministro no sabía dónde terminaba y empezaba España. Lo que el Gobierno siempre había defendido hasta ahora es que nunca supo de ese viaje hasta el último momento y que Ábalos había evitado una crisis diplomática, pero como lo de que Sánchez lo autorizó lo reconoce ya hasta el propio Sánchez, ya sabemos que mintió. Lo que no sabemos es cuánto.
Según la UCO, Víctor de Aldama, que era el que compraba la casa para Ábalos con el piano, fue el que montó ese viaje con la dirigente de Nicolás Maduro a España. Pero el presidente insiste en que él no sabía entonces de las sanciones. Es de suponer que lo del piano tampoco. A lo mejor, el presidente tampoco sabía que su mujer se estaba reuniendo con Javier Hidalgo, el consejero delegado de Globalia, el mismo día, ¡el mismo!, que él negociaba el rescate de su aerolínea, para la que también maniobraba Víctor de Aldama. Qué de cosas va a necesitar no saber el presidente para salir indemne de esto, porque con tantas versiones que han ido dando cada vez es más difícil acordarse de qué tiene que olvidar.
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Para tratar de aplacar el escándalo, Sánchez afirma que ha actuado con "absoluta contundencia en cualquier atisbo de caso de corrupción que se haya podido producir desgraciadamente en mi Gobierno y absoluta colaboración con la Justicia y los cuerpos de seguridad del Estado". Una colaboración que, de momento, está por ver. Porque lo visto hasta ahora es que a Ábalos lo echaron primero del Gobierno y luego del PSOE sin que nadie del partido ni del Gobierno presentara una denuncia ni pusiera en conocimiento de la Justicia ninguna irregularidad. Si el presidente se enteró de los chanchullos de Ábalos y lo echó por eso del Gobierno y del PSOE, pero no lo denunció, es, como poco, cómplice del encubrimiento.
Por eso, cuando el presidente afirma ahora, en referencia al caso Koldo, que "no habrá impunidad" y que "quien la haga la pague", le falta añadir "siempre y cuando le pille la UCO". Porque si no, Ábalos se iba de rositas al Grupo Mixto y con eso valía. Que muy regenerador eso no parece, desde luego.
"El Gobierno de España, y yo en particular, tiene un compromiso con la regeneración democrática desde que impulsamos la moción de censura”, ha insistido Sánchez al día siguiente de conocerse el sumario a quien se lo quiera creer. Olvida el presidente, además de la sintaxis, que durante años Ábalos fue parte del Gobierno. Y no una parte cualquiera, fue su ministro de mayor confianza. Y lo era también cuando Ábalos le pidió a Koldo que le dijera a Aldama que el chalé lo quería con el piano dentro. Pero más cutre todavía que lo del piano están siendo las excusas.
Aunque queda mucha tela de la manta de Ábalos de la que tirar, parece difícil que la trama pueda superar lo del piano. Habrá que ir haciéndole un sitio, junto al Jaguar en el garaje y el dinero para asar una vaca, en el Museo de la Corrupción que nos merecemos. Porque de cada caso queda, al menos, una imagen para la historia. Sobre todo cuando las tramas son complejas, y un sumario de 233 páginas lo es, sobre todo cuando se entrelazan ministros y conseguidores, mascarillas e hidrocarburos, aerolíneas rescatadas y chalés en Idealista. Todo relato necesita una buena imagen imposible de olvidar de la que colgar todos los trapos sucios. Y no vale una imagen cualquiera. Tiene que ser cara y cutre a la vez. Y la del piano es excelente.