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Rafael Benjumea, ejemplo de amistad

Rafael Benjumea me dio mucho más de lo que yo le pude devolver. Espero volver a encontrarle un día y así poder continuar nuestra amistad eternamente

Foto: Rafael Benjumea (i) y Samuel Martín-Barbero.
Rafael Benjumea (i) y Samuel Martín-Barbero.

Rafael Benjumea Cabeza de Vaca (fallecido la semana pasada) fue esa persona fuera de mi familia que siempre me trató como si formara parte de la suya. Así al menos lo sentía yo desde que le conocí hace algo más de una década. No son los años de una amistad lo que se exige para ser valorada, sino la calidad del tiempo compartido. En mi caso, esta amistad y su dedicación me nutrieron en humanidad y en buenos hábitos profesionales. Observé en él una escuela de honradez, bondad y moralidad aplicada al complicado contexto laboral y universitario. Espacio este que nos unió y sirvió siempre de marco de referencia para nuestras conversaciones sobre la vida, el trabajo y la sociedad.

Su voz era cálida de tono y enérgica de ritmo. Repleto de afabilidad y vitalidad, su carácter. Hablaba claro y directo en formato, positivo y constructivo, en aura. Todavía resuena en mi mente ese “sí” firme con el que atendía el teléfono, junto al entrañable “hasta luego” de despedida. Aprendí mucho de él, tanto en lo táctico como en lo estratégico, siendo testigo de su valentía y determinación ante situaciones difíciles, como cuando iniciamos como dúo y sin brújula el arduo camino de solicitar fondos privados al estudio de grado, para jóvenes sin recursos de países emergentes. A muchas puertas corporativas llamamos y pocos síes inmediatos obtuvimos. Sin embargo, su empatía, perseverancia y diplomacia acabaron por facilitarnos el objetivo final. Rememoraríamos ambos, con cierto orgullo, años después, parte de esa odisea, aunque él era más de mirar al futuro que de entretenerse con el pasado.

Le recordaré más idealista que nostálgico, más de hacer que de decir y, sobre todo, muy de enfrentarse y disfrutar con los retos presentes

Le recordaré siempre más idealista que nostálgico, más de hacer que de decir y, sobre todo, muy de enfrentarse y disfrutar con los retos presentes. Nunca presencié, por su parte, ni una crítica ácida, ni un desaire hacia nadie, ni tampoco un lamento o justificación por errores de cálculo o desatinadas decisiones. Jamás le vi atado a opiniones o prejuicios de otros, ni sujeto a doble agenda, lo cual realzaba aún más su personalidad y actitud independiente, humilde y discreta.

Huyó de tratarme con paternalismo a pesar de los años que nos separaban y de la larga experiencia que atesoraba. Confío en haberle correspondido como un auténtico amigo de vocaciones, sensibilidades y proyectos convergentes. Disfruté siempre de su compañía, consejo y ayuda, tanto en los felices momentos como en los amargos, que también los hubo. Cambié de trabajo y de país, pero conté incondicionalmente con su apoyo. Cualquier día y hora era bueno para él, de cara a comentar y compartir una idea, acción, contacto, lectura, petición o confesión.

Confío en haberle correspondido como un auténtico amigo de vocaciones, sensibilidades y proyectos convergentes

Considero un privilegio el que compartiera tanto tiempo de calidad conmigo. Rafael Benjumea me dio mucho más de lo que yo le pude devolver. Espero volver a encontrarle un día y así poder continuar nuestra amistad eternamente. Mientras, será para mí su ejemplo lo que mantendré presente en el camino que marquen mi vida, profesión e ideales.

*Samuel Martín-Barbero, University of Miami (Florida, EEUU)

Rafael Benjumea Cabeza de Vaca (fallecido la semana pasada) fue esa persona fuera de mi familia que siempre me trató como si formara parte de la suya. Así al menos lo sentía yo desde que le conocí hace algo más de una década. No son los años de una amistad lo que se exige para ser valorada, sino la calidad del tiempo compartido. En mi caso, esta amistad y su dedicación me nutrieron en humanidad y en buenos hábitos profesionales. Observé en él una escuela de honradez, bondad y moralidad aplicada al complicado contexto laboral y universitario. Espacio este que nos unió y sirvió siempre de marco de referencia para nuestras conversaciones sobre la vida, el trabajo y la sociedad.

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