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¿Es posible el centro político en España?

PP y PSOE son los principales beneficiarios de la desaparición o debilitamiento de Cs, como ya lo fueron de la desaparición de UPyD, del CDS y, por supuesto, de la UCD

Foto: Vista del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)
Vista del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)

Los recientes acontecimientos protagonizados por los partidos políticos en España plantean la cuestión de si es o no posible la existencia de un centro político que tenga vida propia y modere los extremismos propios de la izquierda y la derecha cuando gobiernan.

Esta pregunta debería ser innecesaria, puesto que la transición política de la dictadura a la democracia fue posible a partir de 1975 porque la sociedad española rechazaba por igual la involución y la revolución, porque no quería ninguna de esas dos posiciones extremas, sino una posición equidistante de ambas a la que se denominó 'el centro', y porque hubo un partido político, la Unión de Centro Democrático (UCD), cuyo líder, Adolfo Suárez, acertó al ofrecer un programa político de reformas moderadas, huyendo por igual de los extremismos de derecha e izquierda. Como lo hizo también Felipe González, y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El eslogan electoral de la UCD fue 'La Reforma', y el del PSOE fue 'El Cambio', que en realidad significaban lo mismo.

Adolfo Suárez había sido ministro secretario general del Movimiento, el partido único oficial durante el franquismo que desmontó el régimen anterior, haciendo imposible la involución o vuelta atrás. Felipe González, al exigir la renuncia al ideario “marxista-leninista” del PSOE para aceptar su reelección como secretario general entre las elecciones de 1977 y 1979, hizo imposible la revolución. Los dos líderes comprendieron que el pueblo español quería paz, concordia, respeto a los idearios políticos y, sobre todo, que no quería extremismos ni radicalismos de derecha o izquierda. Los dos líderes supieron arriesgar y convencer. Nunca he escatimado elogios y reconocimiento a los dos representantes de la derecha y la izquierda más radicales, Fraga y Alianza Popular (AP), y Carrillo y el Partido Comunista de España (PCE). Ambos respetaron todas las ideas, y defendieron la reconciliación y la democracia.

Foto: Sesión de control del Congreso de los Diputados. (EFE)
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Después de las segundas elecciones legislativas de 1979 y antes de las municipales de ese mismo año, comenzaron las intrigas contra el centro político, desde la derecha y la izquierda tradicionales, ambas queriendo ocupar el espacio electoral de centro. La derecha tradicional, comprobado que los gobiernos de “penenes” no habían caído víctimas ni de los partidarios del “búnker” franquista ni de los revolucionarios “bolcheviques”, decidió que era el momento de proclamar “¡segundos fuera!” y de entrar a ocupar los cargos de responsabilidad en el Gobierno con todos sus fieles. Y la izquierda tradicional más radical, después de dos elecciones perdidas, se dio cuenta de que la UCD era el obstáculo para llegar al Gobierno.

El 'acoso y derribo' de Suárez comenzó, primero, desde las propias filas de la UCD, de las familias que querían “derechizar” el partido, y de las que querían “izquierdizar” al partido. Y esa contienda interna, fomentada y apoyada desde fuera por AP y PSOE, provocó la dimisión de Suárez el 29 de enero de 1981. En octubre de 1982, la UCD pasó de 168 escaños a 11, frente a los 202 del PSOE y los 107 de AP. Desde ese momento, no ha vuelto a ser posible la existencia de un partido de centro en España porque, con acuerdo o sin acuerdo, ambos partidos, AP (luego PP) y PSOE, se han alternado en el Gobierno de España y ambos han preferido el apoyo de partidos nacionalistas (y separatistas) antes que un partido nacional de centro. El alto precio de esos apoyos lo estamos pagando cada vez más caro todos los españoles.

Después del “hundimiento” de UCD, Suárez fundó el CDS, que tuvo su mejor resultado en las elecciones de 1986 (19 escaños), pero fracasó en su intento de consolidación posterior. En esas mismas elecciones fracasó otra opción de bisagra centrista, el Partido Reformista de Miguel Roca, que obviamente no pudo sacar ni un escaño porque ni Roca ni otros dirigentes del PR se habían afiliado al partido.

Foto: Congreso de los Diputados. (EFE) Opinión
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El siguiente intento por resucitar el centro político surgió en 2009, cuando Rosa Díez fundó Unión, Progreso y Democracia (UPyD), obteniendo su mejor resultado (cinco escaños) en las elecciones de 2011. Pero, después de las elecciones de 2015, Rosa Díez dimitió de sus cargos, y el partido solo tiene representación testimonial en algunos ayuntamientos.

Y el último intento conocido de formar un partido de centro ha sido Ciutadans, nacido en Cataluña en 2005 para contrarrestar la creciente hegemonía de los partidos nacionalistas. Consiguió tres escaños (de 135) en las elecciones autonómicas de 2006, creciendo no solo en Cataluña, sino en toda España, hasta lograr en 2015 con Inés Arrimadas 25 escaños en el Parlamento de Cataluña y, como Ciudadanos, con Albert Rivera, 40 escaños en las legislativas para el Congreso de los Diputados. Ejerció con éxito una estrategia de bisagra de centro al pactar en unos lugares con el PSOE y en otros con PP, para formar gobiernos estables. Pero desde las elecciones de abril de 2019, en las que logró 57 escaños, Rivera comenzó a sufrir presiones desde la derecha y desde la izquierda, según los medios de comunicación informaran de contactos o pretendidos acercamientos al PP o al PSOE, a lo que se añadieron los posibles errores tácticos de Rivera.

Foto: Albert Rivera, durante la valoración electoral de Ciudadanos tras el 10-N (EFE)

Al igual que Suárez y Rosa Díez, Rivera no pudo con las presiones de los medios de comunicación y terminó dimitiendo después de las elecciones de noviembre de 2019, en las que Cs pasó de los anteriores 57 escaños a solo 10. Inés Arrimadas fue elegida presidenta de Cs en 2020, pero es obvio que siguió una ruta política muy difícil y similar, siendo también presionada desde el PP y el PSOE por sus pretendidos acercamientos y apoyos a uno y otro partido, habiendo terminado con el conocido fracaso en una moción de censura al Gobierno del PP en Murcia. Las presiones y sus propios errores han provocado deserciones masivas de sus cargos, y todavía no han terminado las últimas consecuencias. Una vez más, ha fracasado una opción de centro, para beneficio del PP y del PSOE, pero también para UP y Vox, y por supuesto para los partidos nacionalistas y separatistas, que recuperan el poder de apoyar a los dos partidos nacionales a cambio de favores cada vez más caros y negativos para el conjunto de los españoles.

Una vez más, fracasa una opción de centro, para beneficio del PP y del PSOE, pero también para UP y Vox, y por supuesto para los nacionalistas

La experiencia de estos 40 años de democracia parece demostrar varias regularidades. El PSOE heredero de Felipe González es distinto, se ha adueñado del concepto de 'izquierda', ha logrado mantener viva a una izquierda más radical pequeña y sometida (PCE, IU, UP) para, sin necesidad de decirlo, ser visto como el centro izquierda, la socialdemocracia. Ha atraído a sus filas a algunos de los mejores líderes de la izquierda radical, y ha utilizado a esta, junto con los dos sindicatos mayoritarios, para 'asustar' a la derecha conservadora. Además, ha favorecido la creación de múltiples pequeños partidos de izquierda con el doble propósito de fragmentar a la izquierda radical y de disponer de muchos grupos parlamentarios que se opongan a la derecha, además de los dos sindicatos citados, para aparentar una abrumadora mayoría social inexistente, puesto que la suma de los votos a partidos de derecha y de izquierda está prácticamente igualada desde las elecciones de 2015.

Foto: Matteo Salvini. (Reuters) Opinión
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La derecha posterior a AP, o sea, el PP, siempre se ha presentado como "el centro-derecha", pero como no ha tenido casi nunca a un partido a su derecha, para los votantes ha sido siempre la derecha. Y cuando ha surgido un partido más de derecha, ha pasado a ser 'la derecha cobardita', porque sus líderes parecen avergonzarse de ser de derechas y tienen que refugiarse detrás del adjetivo. Su situación actual es la más penosa, pues Cs le ha disputado el espacio de “centro-derecha”, y Vox le ha disputado el espacio de “derecha”. Por eso se ha convertido en el mayor contrincante de ambos, acusándoles de izquierda camuflada y de “extrema derecha”, en lugar de procurar hacer lo mismo que el PSOE ha hecho con UP. El futuro del PP, en estos momentos, es muy delicado, y no le bastará cambiar ni de sede ni de nombre, tendrá que cambiar más cosas y aceptar que en la confrontación actual no cabe un centro-derecha si no hay un centro-izquierda. A una izquierda unida solo cabe confrontarla con una derecha unida, no necesariamente bajo una misma sigla, sino bajo un mismo programa y objetivos. Y cuando vuelva a haber un centro-izquierda cabrá oponerle un centro-derecha.

PP y PSOE son los principales beneficiarios de la desaparición o debilitamiento de Cs, como ya lo fueron de la desaparición de UPyD, del CDS y, por supuesto, de la UCD. No se trata con estas líneas de defender a unas siglas de centro concretas, sino de preguntar si en España no será posible disponer nunca de una opción política de centro, como existe en casi todos los países miembros de la Unión Europea. Su ausencia facilitará la polarización política y la perpetuación de los partidos que representan a una derecha y a una izquierda muy distintas a las que protagonizaron la transición y el denominado régimen de 1978, y que ha deparado a España 40 años de paz civil y prosperidad.

*Juan Díez Nicolás es catedrático emérito en la UCJC y académico de número en la Real de Ciencias Morales y Políticas.

Los recientes acontecimientos protagonizados por los partidos políticos en España plantean la cuestión de si es o no posible la existencia de un centro político que tenga vida propia y modere los extremismos propios de la izquierda y la derecha cuando gobiernan.

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