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Loreto Corredoira

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Sí, era en la Complutense

Hoy muchos sentimos pena por que un espacio de conversación y convivencia se convirtiese en un escrache o acción de reivindicación ideológica

Foto: Díaz Ayuso, nombrada alumna ilustre de la Universidad Complutense de Madrid. (Sergio Beleña)
Díaz Ayuso, nombrada alumna ilustre de la Universidad Complutense de Madrid. (Sergio Beleña)

El martes no fue un día normal en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Comenzaba un nuevo cuatrimestre, y se celebraba el acto de nombramiento de alumnos ilustres a varios periodistas y productores, entre los que estaba la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, saltando a las noticias el rechazo de una parte de la academia, manifestado antes, en y después de la celebración.

Hoy muchos sentimos pena por que un espacio de conversación y convivencia se convirtiese en un escrache o acción de reivindicación ideológica. Y lamentamos que se hayan exacerbado sentimientos que desunen y destruyen. Se puede objetar y criticar a Ayuso —o desmerecer su respuesta ante la gestión de los servicios públicos—, incluso colaborar para que pierda las próximas elecciones, pero más allá de ahí no solo es antigua alumna de esta casa, sino la autoridad de la que depende la Complutense —pues la competencia sobre las universidades está delegada desde hace tiempo—, es un poco serio.

Foto: Díaz Ayuso, nombrada alumna ilustre de la Universidad Complutense de Madrid. (Sergio Beleña) Opinión

Se veía venir, por eso muchos pensamos en la responsabilidad del equipo decanal que organizó el acto. Se ha presentado como imposición del rectorado, aunque se nos ha comunicado a todo el personal de la Complu, por los sindicatos CCOO y UGT, además de por algún grupo de profesores, y lo encontré razonable. El rector preside la universidad y ¿por qué no puede favorecer ese nombramiento? También tiene una cátedra ad honorem la mujer del presidente Sánchez por serlo; se ha dado el honoris causam a personas que luego han estado en la cárcel o el propio campus de la Autónoma, en 2019, otorgó un reconocimiento a su exalumna Irene Montero por su condición de ministra.

Por cierto que el acto de este martes es similar al que se hizo también en 2021 para destacar a la reina Letizia con un protocolo más cuidado junto a otros profesionales, en el que sí estuve, y no creo que fuera solo por el covid. Esta vez no estuve, pero lo seguí por la tarde en redes, radio y televisión. No creo que todo lo que pasara fueran los gritos, abucheos e improperios; como me han contado colegas que sí estaban, se pudo realizar. ¡Solo faltaba!

Esto se ha politizado en el sentido negativo de utilización partidaria, no hace falta decir hacia dónde, robándole sus esencias a la universidad. Se han personado en la facultad sindicatos que no se ven desde hace años (como las “feministas trotskistas”, por ejemplo). También la campaña rectoral del próximo mes de marzo ha utilizado esto como escenario de la división. Poco en las ideas, mucho en la pasión.

Lo difícil de disentir

Está pasando que, cada vez más en el campus, opinar es difícil, ya no te digo disentir. Esto ocurre en las aulas donde la mayoría, lo he vivido este año con un grupo bastante bueno de Audiovisual, suele ser de izquierdas y con un pensamiento muy concreto en algunas cuestiones que trato de respetar. En los debates y temáticas elegidas en los que impartimos Derecho Constitucional y Derecho de la Información (como se pueden imaginar, hay cada día mil temas), muchos, no todos, porque no todos hablan, comparten titulares y argumentarios de Unidas Podemos o de Más País. Es lícito y natural que incluso las ideas se tomen prestadas, pues todos lo hemos hecho, la maduración exige años de bodega. Todos hemos cambiado. Lo que no es sano y mata la universidad es ese hostigamiento al pluralismo. Se siente y padece en muchos niveles, y debe hacernos reflexionar.

Lo que no es sano y mata la universidad es ese hostigamiento al pluralismo. Se siente y padece en muchos niveles, y debe hacernos reflexionar

Se busca y promueve la diversidad —concepto que aún no termino de comprender— como si esto fuera algo distinto al respeto al pluralismo. Se imponen criterios, planes y normas de conducta. Soy profesora de la pública desde hace más de 30 años y orgullosa de eso y de mi colaboración también frecuente con la privada. Las dicotomías son malas, malas. Buenos-malos, izquierda-derecha, rojo-nazi, culpable-víctima, etc.

Si se hace, se puede organizar mejor, evitando ser el sonrojo de toda España y crecer en notoriedad por el jaleo. Si ha sido en mi facultad, confieso, hoy todos preguntaban. Me gustó la crítica ponderada de Antonio de la Torre, y también la improvisación como buen periodista de Ángel Expósito al narrar lo que estaba pasando esa misma mañana en esa sala.

Los expedientes excelentes no sé si son buena práctica, tengo dudas. Me acordaba hoy de un grafiti que José Mª Desantes solía comentarnos en sus clases y que se pintaba en los muros de la Universidad de Salamanca en tiempos de Francisco de Vitoria, precursor del derecho de la comunicación en el siglo XVI. No estudiamos para la escuela, sino para la vida. Non scholæ sed vitæ discimus.

*Loreto Corredoira. Profesora de Derecho de la Información.

El martes no fue un día normal en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Comenzaba un nuevo cuatrimestre, y se celebraba el acto de nombramiento de alumnos ilustres a varios periodistas y productores, entre los que estaba la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, saltando a las noticias el rechazo de una parte de la academia, manifestado antes, en y después de la celebración.

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