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Vivir entre antisemitas

Como reacción a la matanza del 7 de octubre, se han convocado manifestaciones en las cuales se ha llamado al exterminio de los judíos, a 'gasearlos' o a limpiar Israel de judíos

Foto: Manifestantes propalestinos en Berlín. (EFE/Daniel Bockwoldt)
Manifestantes propalestinos en Berlín. (EFE/Daniel Bockwoldt)

Soy hijo de un superviviente del Holocausto.

Mi padre, que perdió a toda su familia a manos de los nazis y de sus colaboradores locales, vivió en España desde 1950. Los nazis mataron a sus padres, a su hermana pequeña de 16 años, a sus primas, a sus tíos y al resto de su familia. También a todos los habitantes de su pueblo y a todos los que formaron parte de su vida en Bielorrusia. Solo sobrevivieron su hermano y él.

Mi padre se sentía a gusto en España, entre otras razones porque, al no haber sido invadida por Alemania, él podía salir a la calle sabiendo que no iba a tratar con ninguna persona que estuviera directamente involucrada en el asesinato de judíos. Colaboradores que, en el resto de Europa, se dedicaron a delatar a judíos para que fueran detenidos y enviados a los campos de exterminio, o a participar directamente en su aniquilación.

El pasado 7 de octubre vivimos un episodio más del antisemitismo histórico al que el pueblo judío ha estado expuesto a lo largo de los siglos, desde la Inquisición española y los numerosos pogromos en la Europa medieval y en la Rusia de los zares hasta el Holocausto nazi, con sus seis millones de judíos asesinados. Todos estos episodios tuvieron en común que las víctimas —niños, ancianos, mujeres, familias enteras— fueron merecedoras de su suerte por el mero hecho de ser judías. Su condición de pertenecer al pueblo judío era suficiente para justificar las mayores atrocidades.

Foto: Grabado clásico de un libelo de sangre. (Wikipedia/Schedel Weltchronik, 1493)

Ese día, una manada de asesinos bien entrenada entró en Israel y se dedicó a asesinar a niños, ancianos, mujeres, familias enteras y hasta personas con discapacidad. Una vez más, su condición de judíos les hizo merecedores de las peores atrocidades posibles. Mataron a más de 1.400 personas y solo se detuvieron cuando las fuerzas de seguridad de Israel fueron capaces de interceptarlos.

La noticia de esta matanza causó en mí y en todos los judíos una enorme consternación: entramos en estado de shock.

Menos mal, me dije, que vivo en Europa, un continente en el que los derechos humanos y la protección del individuo prevalecen y se persigue la discriminación. Después del Holocausto, pensamos que nunca se podría repetir algo parecido.

Se han publicado en prensa numerosos artículos justificando la matanza, culpando a los judíos y alentando a los asesinos

Sin embargo, como reacción a la matanza del 7 de octubre, se han convocado manifestaciones en las cuales se ha llamado al exterminio de los judíos, a gasearlos o a limpiar Israel de judíos. Se han publicado en prensa numerosos artículos justificando la matanza, culpando a los judíos y alentando a los asesinos. También hemos observado a políticos, incluyendo a ministros del Gobierno de España, colocarse, sin pudor alguno, del lado de los verdugos, ignorando completamente lo ocurrido.

Sin ir más lejos, el sábado pasado, en Barcelona, una turba atacó un establecimiento, un hotel propiedad de un judío, recordando la Kristallnacht de 1938, el pogromo llevado a cabo por los nazis en toda Alemania y Austria cuando la muchedumbre se dedicó a asaltar y destruir los comercios judíos. Hace unos días, se asaltó la sinagoga de Melilla.

Cientos de miles de europeos y de mis compatriotas españoles han participado en estas manifestaciones, centenares de periodistas han desinformado y tergiversado los hechos y decenas de políticos han justificado la salvaje violencia del 7 de octubre.

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Todo esto tiene un nombre: antisemitismo. El mismo antisemitismo que envenenó Europa durante siglos y que culminó en el Holocausto.

Pero debemos ser conscientes de que el antisemitismo es una advertencia sobre el peligro que se avecina para todos. Si algunos creen que esto empieza y acaba con los judíos, se van a llevar la más desagradable de las sorpresas. El objetivo último es acabar con el régimen de libertad, de tolerancia e igualdad bajo el cual vivimos en Europa. Los antisemitas acabarán imponiendo sus ideas y sus prácticas en nuestras sociedades.

El antisemitismo es una advertencia sobre el peligro que se avecina. Si algunos creen que esto acaba con los judíos, se van a llevar una sorpresa

Sin embargo, no sería justo escribir estas líneas sin mencionar a todas aquellas personas de bien que nos han contactado horrorizadas con lo ocurrido, solidarizándose con el pueblo judío, prestando su apoyo moral y ofreciendo su ayuda en lo que fuera posible.

Cuando era joven, mi padre, Max Mazin, me dijo en varias ocasiones que no me engañara, que el antisemitismo milenario seguía muy presente en la sociedad y que un día volvería a resurgir con toda su fuerza. Yo le miré con incredulidad y le dije que después del Holocausto eso ya no era posible en Europa. Esa maldad había quedado erradicada, las tremendas monstruosidades habían hecho cambiar a los europeos para siempre. El mundo había quedado vacunado contra este mal.

Qué equivocado estaba yo y cuánta razón tenía mi padre.

*Daniel Mazin es empresario.

Soy hijo de un superviviente del Holocausto.

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