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Las mujeres jóvenes ya cobran más que los hombres: viene un terremoto político
Que las mujeres tengan más estudios que los hombres, ganen más que ellos y eso genere una gran brecha ideológica tendrá profundas consecuencias en nuestra política
Entre los menores de 25 años, las mujeres ganan por hora más que los hombres. La razón es relativamente sencilla: ellas tienen más formación. Así lo señala un informe de Funcas, el think tank de las cajas de ahorros, que enmarca ese dato en una tendencia general: en España, la brecha salarial entre hombres y mujeres se está reduciendo rápidamente, mucho más que en otros lugares de la Unión Europea. Si en 2012 era del 18,7%, en 2022 era diez puntos inferior, del 8,7%. "Es uno de los grandes avances que han protagonizado las mujeres en las últimas décadas", dice Funcas.
El Financial Times ha publicado un estudio semejante, pero de ámbito global, que señala conclusiones parecidas. Desde hace décadas, el nivel educativo de las mujeres es mayor que el de los hombres, y en los países desarrollados ellas van a la universidad mucho más que ellos. Sin embargo, el periódico británico lo miraba también del revés. Solemos ver esta transformación en términos positivos —que son muy reales—, pero tiene también una clara contrapartida: "los hombres se están quedando atrás". No solo en términos de formación y, por lo tanto, de salario. En países como España o Canadá, por primera vez en la historia, hay más hombres que mujeres fuera del mercado laboral. A diferencia de lo que sucedía cuando eran ellas las que no trabajaban en la economía remunerada, sin embargo, esos hombres no se dedican a cuidar de familiares. No tienen ninguna ocupación. Probablemente, tampoco muchas perspectivas. El 80% de los hombres británicos en esta situación acaban desarrollando problemas de salud duraderos.
Tendencias en contra de los hombres
Algunas grandes tendencias económicas —como el declive de los trabajos industriales y el auge de los vinculados a los servicios o los cuidados— están generando nuevas formas de desigualdad en las que los varones salen perdiendo. Pero no se trata solo de la economía. Muchos hombres tienen la sensación de que los cambios culturales derivados del feminismo les marginan. A veces, eso es nostalgia de un mundo en el que ellos gestionaban el dinero familiar, disponían del monopolio del poder en el trabajo y eran más libres para tener actitudes abusivas que la sociedad toleraba. Sin duda, en algunos rincones de la academia, el periodismo y la política, el feminismo ha incurrido en exageraciones grotescas y sistemáticas manipulaciones de la realidad —como encarnó perfectamente el Ministerio de Igualdad de Podemos—, pero el efecto agregado de esta nueva oleada de cambios sociales ha sido positivo.
Y las consecuencias políticas ya son evidentes. Existe una divergencia cada vez mayor en el comportamiento político de los hombres y las mujeres. En España, un 44% de las mujeres votó al bloque de izquierdas en las últimas elecciones generales, mientras que solo un 31% lo hizo por el de derechas. Ellos votan a Vox el doble que las mujeres. Se trata de una tendencia bastante generalizada. Las encuestas señalan que en las elecciones estadounidenses de noviembre se producirá la mayor divergencia de voto entre hombres y mujeres de la historia: ellas votarán a los demócratas un 21% más que los hombres.
Pero esto es solo el principio, y no se limitará al comportamiento electoral y el auge del conservadurismo duro entre los hombres. En este nuevo mundo, no solo aumentarán las exigencias de que desaparezcan las políticas de cuotas que se han implantado para favorecer a las mujeres, sino que empezarán a exigirse cuotas para los hombres. Ellos se comportarán cada vez más como una minoría agraviada que exige la restitución de su estatus social, por medio de la intervención estatal si es necesario. Y aumentará el resentimiento social.
Probablemente, a los hombres de clase alta les seguirá yendo tan bien como siempre y estarán sobrerrepresentados en los cargos más prestigiosos: ahora mismo, por ejemplo, un 95,2% de los consejeros delegados de las empresas del Fortune 500 son hombres, al igual que el 91,6% de los jefes de Gobierno y el 91,4% de los gobernadores de los bancos centrales. Sin embargo, los pobres se llevarán la peor parte: en Estados Unidos, el 93% de los presos son hombres, como lo son, a escala global, el 79% de las víctimas de asesinatos. La sociología tradicional atribuía el aumento de los disturbios y la violencia en las calles a las grandes bolsas de jóvenes con empleos precarios y bajo estatus social. Pero el impacto psicológico también será enorme para muchos hombres que siguen pensando que la estructura social de hace 50 años reflejaba el orden natural de las cosas. A muchos les sentará muy mal que las mujeres ganen más que ellos. Exigirán tácita o explícitamente que regresen al hogar o trabajen solo algunas horas. Y, además, la natalidad seguirá descendiendo.
Nos pasamos los días discutiendo sobre cuestiones coyunturales de la política: un presidente mentiroso, un ministro corrupto, un partido radical en auge. Aunque todo eso es importante, en ocasiones hay tendencias de fondo que tendrán un impacto muchísimo mayor, estructural, que cambiará muchas de nuestras convenciones sociales. Que las mujeres tengan más estudios que los hombres, ganen más que ellos y eso genere una gran brecha ideológica, es una de ellas. En muchos sentidos, es una buena noticia. Pero tendrá profundas consecuencias en nuestra política. La reacción supondrá un terremoto político cuyos primeros estragos apenas empezamos a ver. La izquierda lo aprovechará para polarizar y la derecha radical, para medrar. Los demás deberíamos intentar encauzar sus consecuencias de la manera más fluida posible, porque parecen inevitables.
Entre los menores de 25 años, las mujeres ganan por hora más que los hombres. La razón es relativamente sencilla: ellas tienen más formación. Así lo señala un informe de Funcas, el think tank de las cajas de ahorros, que enmarca ese dato en una tendencia general: en España, la brecha salarial entre hombres y mujeres se está reduciendo rápidamente, mucho más que en otros lugares de la Unión Europea. Si en 2012 era del 18,7%, en 2022 era diez puntos inferior, del 8,7%. "Es uno de los grandes avances que han protagonizado las mujeres en las últimas décadas", dice Funcas.
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