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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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El hombre que sabía demasiado

Hay comportamientos que solo se explican por un sentimiento de impunidad omnipotente que es casi siempre engañoso en las democracias, pero realmente nubla la visión de quienes se contagian de él

Foto: Víctor de Aldama. (EFE/Miquel A. Borràs)
Víctor de Aldama. (EFE/Miquel A. Borràs)
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A muchos lectores -especialmente los jóvenes- quizá no les diga nada el nombre de Juan Alberto Perote. Fue un coronel destinado en el CESID (ahora CNI), que llegó a jefe de operaciones y durante años tuvo a su cargo el servicio de escuchas telefónicas, mayormente las ilegales. Desde ahí se espió a todo el que mandaba algo en España, incluido el Rey. El coronel Perote conservó y transcribió para sí mismo las conversaciones más comprometedoras. Cuando lo destituyeron por asuntos oscuros (era la fase terminal del gobierno de Felipe González), salieron a la luz “los papeles del CESID” con el contenido de esas escuchas suministrado por el propio Perote. El escándalo se llevó por delante al vicepresidente Narcís Serra, al ministro de Defensa, Julián García Vargas, y al director del CESID, Carlos Alonso Manglano.

Unas semanas más tarde, el antaño prestigioso diario El País publicó una conversación entre Jordi Pujol y Jorge Semprún en la que se abordó incidentalmente el reciente escándalo. Recuerdo que Pujol dijo algo así como “en Francia no hay Perotes” y Semprún respondió: “Lo que no hay son Perotes vivos”. Cada uno desde su perspectiva, ambos ironizaban sobre la chapuza hispánica en contraste con los vecinos más serios.

Salvando las diferencias del contexto, cabe preguntarse si Víctor Aldama es un trasunto de Perote traído a 2024. No es fácil saber qué resulta más estrafalario: que en el seno del Gobierno más progresista que vieron los tiempos se haya formado el amasijo de golferías, bribonadas y granujadas entrelazadas que ahora vamos conociendo por entregas gracias a la profesionalidad de medios de comunicación como este y al rigor de los jueces, o que se permitiera que un arribista desaprensivo como el tal Aldama acumulara tamaña cantidad de información explosiva sobre los manejos turbios de los máximos responsables políticos del país. Como sucede invariablemente con la corrupción política, hay comportamientos que sólo se explican por un sentimiento de impunidad omnipotente que es casi siempre engañoso en las democracias, pero realmente nubla la visión de quienes se contagian de él.

Sé lo que estás haciendo y te lo agradezco” es una de esas chulerías fatuas que, cuando se ocupa la presidencia del Gobierno, sólo puede decir a un semidesconocido alguien con los rasgos de personalidad de Pedro Sánchez. También es muy revelador de la estirpe del personal que nos gobierna que ciertos sujetos y sujetas en la cúspide del poder consientan, por ejemplo, pringarse por 15.000 euros entregados en mano en la barra de un bar, o que un presidente autonómico (hoy ministro) pida 50.000 machacantes de mordida para autorizar en plena pandemia la compra fraudulenta de un alijo de mascarillas. Seguro que a Perote le pagaron mucho más por vender secretos de Estado.

Foto: María Jesús Montero, este jueves, en el Congreso. (Eduardo Parra / Europa Press)

Víctor de Aldama (cuando alguien se coloca un “de” entre el nombre y el apellido empieza a delatarse) ha tenido tiempo de sobra para preparar minuciosamente, bien asesorado, su declaración voluntaria ante el juez Ismael Moreno. No es prudente dar crédito irrestricto a las palabras de un truhan en apuros (Pedro Sánchez lo sabe mejor que nadie). En este caso hay dos posibilidades: o la mayor parte de lo que Aldama contó al juez es comprobable mediante una investigación profesional (en ese caso, los de la UCO se habrán sorprendido poco), o es una sarta completa de invenciones, en cuyo caso el reo debe despedir a su abogado, porque se habría ganado un infierno procesal seguido de una condena más dura de la que ya tiene casi asegurada. En cualquiera de las dos hipótesis, tiene motivos para temer por su integridad física y el juez debe protegerla con las medidas que considere necesarias. La petición de libertad provisional por parte de la Fiscalía Anticorrupción es la muestra evidente de un pacto pero, a la vez, otorga a la declaración de Aldama un plus de credibilidad.

Tiendo a pensar que Aldama y su letrado han medido esa declaración al milímetro, guardando siempre algunas cosas más en la bolsa por si fueran menester. No obstante, es sabido que, así como en el espacio judicial es preciso que los hechos que se denuncian sean verdaderos y demostrables, en el político y mediático basta que sean verosímiles para producir el daño buscado.

Foto: Begoña Gómez durante la Comisión de Investigación de la Asamblea de Madrid. (Europa Press/Eduardo Parra)

Lo dramático del caso es que, en el actual contexto político y con el clima de opinión existente, el relato de Aldama, que resultaría fantasioso en la mayoría de los países de la Unión Europea, es aquí tan explosivamente verosímil como si se narrara en una república bananera centroamericana. Tampoco parece casual el instante elegido para detonar la bomba: en el exacto punto de intersección entre la catástrofe de Valencia -que ha llevado el prestigio de los gobernantes a su punto ínfimo- y el congreso aclamatorio del PSOE, donde Pedro Sánchez pretende entrar y salir bajo palio. Lo hará, pero el suyo será un palio visiblemente agujereado y polvoriento.

Tampoco es preciso que todo sea rigurosamente cierto: con que lo fuera solo uno de los episodios indignos que Aldama ha desvelado, en los llamados “países de nuestro entorno” el Gobierno estaría próximo al jaque mate. Es fácil imaginar cómo resonarían los alaridos del partido de Sánchez y de sus soportes mediáticos si una deposición como esa afectara a un Gobierno de la derecha.

Menuda semana. En cinco días hemos asistido a una dosis concentrada de las lacras que contaminan la política española. Un Gobierno en el alambre, haciendo malabares demagógicos con los impuestos que pagaremos los españoles para que sus socios insaciables le permitan pasar una denominada reforma fiscal que, finalmente, ha sido poco más que un cuesco en los bolsillos. Un conflicto partidista hispano-español poniendo en peligro la formación de la Comisión Europea en vísperas del regreso de Trump: un despropósito del que resultará el ridículo de un PP español votando en contra de una Comisión con mayoría absoluta del PP europeo. Un presidente valenciano desahuciado y desnortado, reintroduciendo a los generales en los Gobiernos para pilotar algo tan necesitado de pericia política como la reconstrucción física y económica de un territorio después de una calamidad. Varios debates parlamentarios vomitivamente sectarios, con los muertos de la riada usados como armas arrojadizas por ambos bandos en un intercambio insensato de acusaciones entre culpables (de creerse lo que se está diciendo, tanto el PP como el PSOE habrían deseado que murieran más de 200 personas en Valencia). El jefe de Vox, frotándose las manos como patriarca electo de la floreciente extrema derecha europea. Todo eso, adornado con la mujer del presidente, el fiscal general del Estado y el fontanero mayor del sanchismo primigenio empitonados por la Justicia y un presidente del Gobierno que ya no puede pisar la calle sin peligro de que el personal quiera lincharlo.

Foto: Víctor de Aldama, durante la declaración. (EC)

Sánchez tiene muy poco que temer de su inoperante oposición parlamentaria y mucho menos de su partido anestesiado. Pero, tal como se pinta el horizonte, sería verosímil que en cualquier momento algún juez inste al Tribunal Supremo a declararlo investigado, sea por las revelaciones de Aldama o por cualquier otro de los asuntos turbios que están en lista de espera. Si tal cosa sucediera, sería un momento político crucial: ese en que sus socios deberían decidir si están o no dispuestos a acompañar al faraón hasta dentro de la pirámide antes de que esta se cierre.

A muchos lectores -especialmente los jóvenes- quizá no les diga nada el nombre de Juan Alberto Perote. Fue un coronel destinado en el CESID (ahora CNI), que llegó a jefe de operaciones y durante años tuvo a su cargo el servicio de escuchas telefónicas, mayormente las ilegales. Desde ahí se espió a todo el que mandaba algo en España, incluido el Rey. El coronel Perote conservó y transcribió para sí mismo las conversaciones más comprometedoras. Cuando lo destituyeron por asuntos oscuros (era la fase terminal del gobierno de Felipe González), salieron a la luz “los papeles del CESID” con el contenido de esas escuchas suministrado por el propio Perote. El escándalo se llevó por delante al vicepresidente Narcís Serra, al ministro de Defensa, Julián García Vargas, y al director del CESID, Carlos Alonso Manglano.

Caso Koldo García
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