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FOOP, el nuevo sentimiento que afectará a tus inversiones
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FOOP, el nuevo sentimiento que afectará a tus inversiones

Siempre he pensado que, cuando uno decide invertir en bolsa, muchos de los rasgos de su personalidad se terminan imponiendo en la estrategia y forma de

Foto: Indicador ibex 35 (EFE)
Indicador ibex 35 (EFE)

Siempre he pensado que, cuando uno decide invertir en bolsa, muchos de los rasgos de su personalidad se terminan imponiendo en la estrategia y forma de operar. Tal vez sin llegar a los límites de Patrick Bateman en la obra “American Psycho”, pero sí mostrando ciertas similitudes que terminarán por dominar el proceso de asignación de recursos (con mayor o menor propensión al riesgo), la capacidad de mantener posiciones en beneficios o pérdidas (en función del plazo de la estrategia a seguir), o por nombrar solo unas pocas, sesgos como el de proximidad frente a la capacidad para ampliar los mercados objeto de inversión.

Es mucha la narrativa que trata de los dos hemisferios dominantes en nuestra mente. El lado derecho es el emocional y responsable de la creatividad, la intuición o los sueños, siendo el responsable de regir los sentidos y los colores. El hemisferio izquierdo presenta el lado más racional del inversor, encargado de la parte más numérica, razonamiento en base a ciertos argumentos y responsable de la estrategia. Siendo conocedor de estas habilidades, uno puedo enfrentarse mucho mejor a los mercados y, en definitiva, buscar el equilibrio entre uno y otro razonamiento.

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Sin embargo y tras una de las mejores décadas en cuanto a rendimientos bursátiles (tomando el S&P500 como referencia al ser el índice mundial director), se han puesto de moda algunos términos que vienen a describir muchas de las emociones o impulsos observados en estos tiempos. El llamado FOMO o miedo a quedarse fuera, ha ido tomando relevancia desde el año 2012 como podemos observar en Google Trends, estando en la actualidad muy cerca de los máximos históricos. En este sentido, nos encontramos a un inversor persiguiendo precios, que no entiende mucho el activo en el que invierte (ni los riesgos) y donde es el deseo de no perderse ese tren, el motivo que le lleva a posicionarse. Lo hemos visto y lo seguimos viendo en renta variable, y en activos como los criptoactivos donde, las altas rentabilidades soñadas, hacen que ese impulso domine a un número no menor de aspirantes a inversores.

El llamado FUD genera miedo, incertidumbre y dudas en aquellos inversores que, sin estrategia ni mucha idea, han abierto posiciones de riesgo. Constante en el entorno de los criptoactivos, destaca en ese campo su repunte en momentos “pico” de cotizaciones como las observadas en 2018 o en mayo de este año con motivo de los ajustes fuertes de precios. En este caso, la aparición de noticias falsas, tweets de ciertos personajes o información poco clara genera esa sensación de miedo y de venta al precio que sea y como sea. En cualquier caso, no es exclusivo de los activos digitales, sino que lo vemos igualmente en renta variable, materias primas o divisas.

En el FOOP, aquellos inversores que han llegado tarde y mal, empiezan a plantearse la idoneidad de su posición

Pero a medida que el ciclo expansivo de cotizaciones de los principales índices como el S&P500, el Nasdaq o el mismo DAX, muy cerca de máximos históricos, coinciden con aumentos récord del precio de las viviendas en USA (14,6% YoY), de los índices de ventas minoristas y de los servicios de alimentación (18% por encima de los niveles pre Covid) o el aumento de la producción, medidos por el PMI manufacturero en USA, hasta niveles no alcanzados desde hace 4 décadas, otro sentimiento parece estar aflorando en el comportamiento del inversor y que, dados estos niveles de valoración globales de la mayoría de los activos, pueden generar otra ola de movimientos bruscos e impredecibles que, como muestra del desconcierto reinante en esa parte de los inversores, provocará otra serie de dramas y situaciones complejas.

Se trata del FOOP o miedo a comprar mucho más caro de su valor (Fear of over pricing), emoción que ha empezado a hacer acto de presencia en las últimas semanas. En este estado de ánimo, aquellos inversores que han llegado tarde y mal, empiezan a plantearse la idoneidad de su posición. Los precios ya no suben como antes, las noticias son dispares según el día y, en cuanto las pérdidas afloran en las carteras observadas en riguroso tiempo real, la sensación de haber llegado tarde se adueña de esos aspirantes a millonarios. Resulta llamativo como puede, en un breve espacio de tiempo, producirse un cambio de FOMO a FOOP de tal envergadura.

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Así las cosas y en estos tiempos de menores volúmenes de contratación, uno debiera ser aún más consciente (si cabe) de la necesidad de contar con una estrategia de inversión definida, adaptada al perfil de riesgo real de cada uno y con una táctica de aproximación a los mercados coherente y alejada, en la medida de lo posible, de todas estas emociones que acaban apareciendo y evolucionando en cuanto asignamos nuestros euros al mundo de riesgo. FOOP será en estos meses venideros, uno de los términos que más narrativa recibirá y que, a tenor de lo sucedido esta misma semana, mayores sustos y disgustos generará en una parte de los inversores.

Siempre he pensado que, cuando uno decide invertir en bolsa, muchos de los rasgos de su personalidad se terminan imponiendo en la estrategia y forma de operar. Tal vez sin llegar a los límites de Patrick Bateman en la obra “American Psycho”, pero sí mostrando ciertas similitudes que terminarán por dominar el proceso de asignación de recursos (con mayor o menor propensión al riesgo), la capacidad de mantener posiciones en beneficios o pérdidas (en función del plazo de la estrategia a seguir), o por nombrar solo unas pocas, sesgos como el de proximidad frente a la capacidad para ampliar los mercados objeto de inversión.

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