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Santiago Satrústegui

Desnudo de certezas

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Salvar la democracia liberal

La democracia con libertades o democracia liberal es el sistema que ha funcionado mejor en toda la historia, pero ahora mismo lo tenemos en riesgo

Foto: Foto: iStock.
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El principal problema que nos aqueja desde hace ya unos cuantos años es la incertidumbre. Aunque sería mejor decir la sensación de incertidumbre respecto al futuro generada a partir de la crisis de 2008, porque el futuro ha sido siempre imprevisible.

A pesar de ello, antes de la crisis, en los años ochenta y noventa del siglo pasado, vivíamos con la sensación de que todo iba a ir bien y que el futuro estaba asegurado. El mundo progresaba como atraído por un inevitable destino de mejora, en lo económico, en lo político y en lo social.

Pero el futuro siempre ha sido igual de imprevisible, antes y ahora, lo que ha cambiado es que antes no nos lo parecía y ahora nos lo parece demasiado.

[La próxima crisis vendrá cuando menos se la espere]

La principal preocupación de los inversores con los que yo trato, que son en su mayoría profesionales que han conseguido generar un dinero gracias a muchos años de esfuerzo y trabajo, no es financiera, ni siquiera económica. Lo que les preocupa, como a todos, es en qué tipo de sistema vamos a vivir.

Estamos en la mejor época de toda la historia, pero ni estamos siendo muy cuidadosos en su administración ni sabemos explicar adecuadamente lo que nos está pasando.

De ahí mi intento de hacer, desde este blog, mi contribución particular a la confusión general.

La economía, de la que tendremos que hablar en próximas entregas, forma parte de algo mucho más amplio que José Antonio Marina bautizó como el 'campo económico', donde todo afecta a todo. La economía, la política, la sociología, la cultura, la filosofía… Todo está relacionado y una parte no puede ir bien si el resto no va bien.

Hasta hace poco, pensaba en un modelo más simplificado donde la única relación importante se daba entre política y economía y que se explicaba con las derivas populistas y nacionalistas, primero en Europa por la idiosincrasia del euro y luego en el resto del mundo occidental. Pero hoy creo que el problema es mucho más amplio y profundo.

En la época de la posverdad y de la 'democracia emocional', que explicó muy bien Manuel Arias Maldonado, la cuestión fundamental es que la realidad es prescindible. Manejando bien las emociones se puede crear la historia (el relato) que nos dé la gana. Como le hizo decir Lewis Carrolla Humpty Dumpty: “Lo importante es saber quién manda”.

La democracia con libertades o democracia liberal es el sistema que ha funcionado mejor en toda la historia, pero ahora mismo lo tenemos en riesgo

La democracia con libertades o democracia liberal es el sistema que ha funcionado mejor en toda la historia, pero ahora mismo lo tenemos en riesgo. En parte, porque tras la crisis, como anticipó enseguida Anatole Kaletsky en su libro 'Capitalismo 4.0', el gran riesgo después del 'shock' era que la democracia no aguantara y que el nuevo modelo fuera el capitalismo sin democracia que ya estaba proponiendo China.

Y, en otra parte, porque existe un riesgo de degradación de la democracia, como estamos viendo aquí y en todos los países de nuestro entorno. El planteamiento básico del populismo, pérfidamente diseñado por Ernesto Laclau, es romper el consenso que permite la convivencia entre la igualdad y la libertad y a partir de ahí destruir el sistema.

Lógicamente, si hemos llegado a esta situación de vulnerabilidad es porque algunas cosas no han funcionado bien en los últimos años, pero es la reforma y no la destrucción el camino para arreglarlo.

[¿Cómo mueren las democracias?]

Y este va a ser mi tema, mientras los responsables de este espacio no me echen. Una vez al mes trataré de llamar la atención sobre algo que me parezca más significativo que este proceso de deterioro al que creo que nos debemos oponer. No es que todos los partidos políticos se hayan hecho populistas, que lo creo, sino que todos nos hemos radicalizado. Mi propuesta es buscar un único punto en común, salvar la democracia liberal.

¿Esto quiere decir que soy pesimista?

Pues yo creo que no, que precisamente el objetivo del buen profeta debería ser que no se cumpla la profecía, porque querría decir que su aviso ha tenido éxito.

Harari lo expresa muy bien en su 'Homo Deus' cuando se refiere a la “paradoja del conocimiento” y nos dice que todo conocimiento es inútil, porque si no produce cambios no sirve para nada y si provoca un cambio, entonces dicho conocimiento dejará de ser útil dado que sucederá algo distinto a lo previsto.

La otra comparación clásica es la de la rana que puesta a hervir no se da cuenta de que el agua se está calentando hasta que se quema, y es que tanto el ser humano como la rana somos bastante malos manejando variaciones pequeñas. Tampoco lo hacemos bien con las probabilidades, manejamos bien las grandes, y funcionamos todos los días gracias a la heurística, pero somos un desastre con las probabilidades pequeñas: o no las consideramos, y pasa lo que a veces pasa, o vivimos en la tragedia anticipando cualquier posible desastre y dando la razón a San Agustín cuando decía que “quien teme padecer ya padece lo que teme”.

[Y luego se preguntan por qué crece el populismo]

Podríamos enunciar la paradoja de la rana: “La probabilidad de que algo pase será mayor cuanto menor sea la probabilidad que le asignemos a ese suceso y menor cuanto mayor sea esta”.

Por cierto, para que no me echen, que probablemente sería lo mejor, es importante que los que quieran, por alguna extraña razón, que siga aquí cliqueen y le den al 'me gusta'.

Para el próximo artículo, propongo un juego y me comprometo a regalarle al ganador el libro de Yascha Mounk 'El pueblo contra la democracia' (si hubiera varios ganadores, habrá sorteo).

Al juego lo llamaremos 'buscar al Humpty Dumpty', y consiste en acertar el nombre propio del responsable político a quien le podríamos atribuir la siguiente conversación:

"Cuando yo uso una palabra —dijo el político con tono burlón— significa, precisamente, lo que yo decido que signifique: ni más ni menos.

El problema es —contestó el periodista— si usted puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

—El problema es saber quién manda. Eso es todo —apostilló el político”.

Pueden hacerme llegar sus respuestas al correo que viene asociado a mi firma.

El principal problema que nos aqueja desde hace ya unos cuantos años es la incertidumbre. Aunque sería mejor decir la sensación de incertidumbre respecto al futuro generada a partir de la crisis de 2008, porque el futuro ha sido siempre imprevisible.

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