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Juan Gómez Bada

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Tres aspectos a vigilar en nuestras inversiones

Si estamos cada poco tiempo juzgando cada paso de la empresa corremos el riesgo de perdernos en los detalles y olvidarnos de lo que realmente importa, la generación de valor a largo plazo

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El análisis de las compañías no termina en la inversión. No son un activo que debamos meter en una cápsula del tiempo, enterrarlo y volverlo a destapar dentro de unas décadas, como algunos proponen. A muy largo plazo suelen cambiar hasta los elementos más esenciales de nuestra tesis de inversión.

Por otro lado, debemos tener paciencia y dejar transcurrir el tiempo necesario para que el negocio se desarrolle. Si estamos cada poco tiempo juzgando cada paso de la empresa corremos el riesgo de perdernos en los detalles y olvidarnos de lo que realmente importa, la generación de valor a largo plazo.

Foto: Pantallas del parqué de la Bolsa de Madrid. (EFE) Opinión
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Una vez tenemos claro el horizonte temporal del análisis de seguimiento, el aspecto más importante que debemos evaluar es si la compañía sigue el rumbo adecuado. Habrá momentos en los que sus resultados den un gran salto, otros en los que parezca que no avanza y algunos en los que sufra algún retroceso, pero lo que no puede perder de vista son sus objetivos, la utilidad que ofrece a sus clientes, su razón de ser.

En empresas no cotizadas, la diferencia de criterio en la estrategia (camino a seguir) es el principal motivo por el que un inversor suele decidir de manera no forzada romper con sus socios y vender su participación en una sociedad. En las compañías cotizadas, sin embargo, las razones de los inversores para vender suelen ser diferentes y mucho más volátiles.

Una vez tenemos claro el horizonte temporal del análisis de seguimiento, el aspecto más importante que debemos evaluar es si la compañía sigue el rumbo adecuado

Otros elementos relevantes que debemos repasar a posteriori son los riesgos (amenazas o debilidades) no previstos o infravalorados inicialmente y analizar cómo los está gestionando la compañía. Muchos de ellos surgen después de que hayamos realizado la inversión.

Todas las empresas se enfrentan constantemente a problemas. Su supervivencia a largo plazo depende de la manera en que los afrontan y de las soluciones que eligen. Es muy habitual encontrase compañías que van poniendo parches rápidos para ir tapando agujeros, pero algunas tienen un enfoque diferente y buscan resolver los problemas de la mejor manera posible para ellos y sus clientes. Normalmente son estas segundas las que mejor se adaptan a las condiciones cambiantes de los mercados y las que acaban desarrollando nuevas ventajas competitivas sostenibles. Por lo tanto, es tan importante valorar los riesgos como las soluciones que están aplicando.

Por último, el tercer aspecto que tampoco podemos perder de vista es su cotización o precio al que otros inversores están dispuestos a comprarnos la inversión. Lo debemos poner en la balanza y enfrentarlo a nuestras expectativas sobre la compañía para determinar si es razonable incrementar la posición o vender. Cuanto más elevados sean los beneficios esperados y menores los riesgos, mayor será el precio exigiremos para vender una inversión.

El análisis de las compañías no termina en la inversión. No son un activo que debamos meter en una cápsula del tiempo, enterrarlo y volverlo a destapar dentro de unas décadas, como algunos proponen. A muy largo plazo suelen cambiar hasta los elementos más esenciales de nuestra tesis de inversión.

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