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El nuevo aliado del barón de Rothschild
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Víctor Alvargonzález

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El nuevo aliado del barón de Rothschild

si el barón de Rothschild viviera, cambiaría su famosa frase por algo así como “comprar cuando griten los medios, vender cuando cambien de titular"

Foto: Nathan Mayer Rothschild. (Wikipedia)
Nathan Mayer Rothschild. (Wikipedia)

Me he preguntado muchas veces porqué resulta tan difícil ganar dinero en los mercados y creo que se debe a dos motivos: uno externo y otro interno. El primero no depende del inversor y se explica porque realmente hay pocos mercados alcistas de esos en los que te “subes” en la tendencia y luego da igual veinte que cuarenta. Por ejemplo, el que se produjo desde el punto más bajo tras la crisis del petróleo y la presidencia de Jimmy Carter en EE.UU. Se inició a mediados de 1974 y duró hasta el estallido de la burbuja “puntocom”, en el año 2000. El mercado subió un 2.270% a lo largo de 26 años. No “ganó” realmente ese porcentaje, porque hay que descontar la inflación, que entonces era muy alta. Pero, una vez descontada, el beneficio real fue del 650%, que no está nada mal.

Estos “subidones” suelen coincidir con grandes cambios económicos y demográficos con entradas inusuales de dinero en las bolsas. En este caso concreto se enlazó el fin de la híper inflación con la presidencia de Reagan – que devolvió a EE.UU. el liderazgo global -, el inicio de Silicon Valley e Internet y el proceso de acumulación de ahorro por parte de los “baby boomers”.

El problema es que tendencias como esa hay pocas. Hubo otra parecida, desde la posguerra hasta la crisis del petróleo. Y probablemente lo sea la actual, que se inició después de la crisis de 2008. El resto de la vida del SP 500 en los último noventa años ha sido un sube y baja en el que resulta complicado ganar dinero.

Foto: Bolsa de Madrid (Efe)

El otro motivo por el que ganar en los mercados es difícil está en la propia mente humana. Observen un gráfico del índice SP 500 a lo largo de los últimos noventa años: cualquiera que haya comprado en las distintas «rebajas», es decir, en los momentos de debilidad del mercado y, sobre todo, en las grandes caídas, ha ganado dinero. Pero ¿quién es el valiente que compra cuando todo el mundo vende? Es fácil decirlo, pero muy difícil hacerlo.

El barón de Rothschild decía que «hay que comprar cuando suenan los cañones y vender cuando suenan los violines», pero el sentido común de cualquier ser humano dice que cuando suenan los cañones lo que hay que hacer es esconderse. Excepto en los mercados financieros. En cierto modo, lo que requieren los mercados es ser capaz de hacer lo contrario de lo que dicta el instinto de supervivencia. Ahí es nada. Eso sí, luego, cuando se aprende, no resulta tan antinatural. Se vive más como una técnica. A mi me recuerda a llevar un “quad”, donde si te inclinas como te pide el cuerpo, vuelcas.

Es evidente que lo que está ocurriendo con el coronavirus va a tener consecuencias económicas, aunque no por la enfermedad en sí, sino por las medidas de contención que exige a los gobiernos una sociedad “híper” informada e “híper” sensibilizada. Que la mortandad sea sólo del 0,7% es secundario (es mayor en China, pero porque les “pilló” sin saber a que se enfrentaban y sin la infraestructura preparada.).

En cualquier caso, no soy un experto en epidemiología y no me voy a poner a elucubrar sobre cuando puede estar lista la vacuna, ni si la llegada del calor reducirá la expansión del virus, ni si ocurrirá algo que les guste más a los periodistas a la hora de abrir las noticias del mediodía. Tampoco espero que la gente se da cuenta que un virus con una tasa de mortandad tan baja, que incluye a mucha gente mayor o con problemas de salud previos, representa una posibilidad remota de muerte inmediata. Para empezar, primero tienes que ser uno de los siete mil millones de habitantes de la tierra que lo coge - hay que tener muy mala suerte – y luego que ser de ese 1% que se muere.

Comprar cuando griten los medios, vender cuando cambien de titular

Peo para mi la cuestión es mucho más sencilla: creo que estamos en una tendencia alcista de largo plazo apoyada por una revolución industrial en marcha - la digital – y un “tsunami” de liquidez, que probablemente va a aumentar porque los bancos centrales tratarán de contrarrestar el efecto del pánico. Eso si no se asustan los alemanes viendo que puede afectar a su bolsillo y abren la veda del estímulo económico europeo para que el BCE no baje más los tipos de interés. Y ojo, que en unos años los “millenials” empezarán a ahorrar más incluso que los “baby boomers”, porque la incompetencia de los políticos les va a dejar con menos pensión. Si pongo todo lo anterior en un lado de la balanza y en el otro este virus, creo que, de hacer algo, no sería vender. En todo caso comprar.

Obviamente si estuviéramos ante un cambio de orientación de largo plazo en la política monetaria de los bancos centrales, valoraciones surrealistas como las del año 2000 - o las del crédito en 2008 -, una profunda y larga recesión como consecuencia de ese tipo de excesos o una guerra comercial en toda regla entre China y EE.UU. o algo similar entonces habría que esperar para comprar, por supuesto. Pero no creo que sea el caso.

Creo que si el barón de Rothschild viviera, cambiaría su famosa frase por algo así como “comprar cuando griten los medios, vender cuando cambien de titular". Y para los que invertimos a medio y largo plazo y no pretendemos ser operadores de corto plazo es más fácil: basta con la primera parte.

Me he preguntado muchas veces porqué resulta tan difícil ganar dinero en los mercados y creo que se debe a dos motivos: uno externo y otro interno. El primero no depende del inversor y se explica porque realmente hay pocos mercados alcistas de esos en los que te “subes” en la tendencia y luego da igual veinte que cuarenta. Por ejemplo, el que se produjo desde el punto más bajo tras la crisis del petróleo y la presidencia de Jimmy Carter en EE.UU. Se inició a mediados de 1974 y duró hasta el estallido de la burbuja “puntocom”, en el año 2000. El mercado subió un 2.270% a lo largo de 26 años. No “ganó” realmente ese porcentaje, porque hay que descontar la inflación, que entonces era muy alta. Pero, una vez descontada, el beneficio real fue del 650%, que no está nada mal.

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