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Poliginia secreta: profesora universitaria en España y segunda esposa de un musulmán
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María Ferreira

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Poliginia secreta: profesora universitaria en España y segunda esposa de un musulmán

La poliginia es el único tipo de poligamia permitido en el Islam; un hombre puede estar casado con dos o más mujeres (como límite son cuatro) de forma simultánea

Foto: Imagen de archivo de una boda en Bulgaria. (Reuters)
Imagen de archivo de una boda en Bulgaria. (Reuters)

“Si teméis no ser equitativos con los huérfanos, entonces casaos con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero si teméis no obrar con justicia, entonces con una sola o con vuestras esclavas. Así evitaréis mejor el obrar mal” (El Corán, 4:3).

-”La sociedad jamás me aceptaría si supieran que soy la segunda esposa de mi marido” -confiesa Aisha, profesora universitaria en Madrid. -”La misma sociedad que aboga por la diversidad y por el derecho a amar como uno quiera.”

La poliginia es el único tipo de poligamia permitido en el Islam; un hombre puede estar casado con dos o más mujeres (como límite son cuatro) de forma simultánea. Es un tipo de matrimonio sobre el que se extienden una infinidad de conceptos superficiales y erróneos. El imaginario colectivo construido en torno a la poliginia en Europa es mera caricatura; está protagonizado por hombres obsesionados con la satisfacción sexual y cuatro mujeres subyugadas.

La realidad, sin embargo, requiere de delicadeza y sensatez para tratar de vislumbrar su esencia. Hablamos de una práctica fundamentada en El Corán y en los hadices, que es rica en matices y que, por lo tanto, requiere de una aproximación que parta desde un profundo conocimiento islámico y de los contextos históricos y culturales en los que se enmarca.

Foto: Michel Foucault. Opinión

-”Europa centra sus esfuerzos en luchar por los derechos de las mujeres musulmanas y mejorar sus condiciones de vida” -expone Aisha. -”¿Cómo se puede luchar por los derechos de las mujeres musulmanas sin tener en cuenta su religión? ¿Sin escuchar nuestras historias?”

La fe, para la mayoría de los musulmanes, no es subsidiaria. Todo acto parte de una base religiosa. Sin embargo, hay una fuerte tendencia a juzgar el Islam desde un punto de vista occidentalizado y a dar lecciones de lo que es correcto: cómo amar, cómo desear, cómo vestirse, cómo relacionarse con Dios.

Esto contribuye a la agresividad, a la islamofobia y en ocasiones a la negligencia con la que se abordan ciertos conflictos derivados del choque cultural. Olvidamos que al hablar de fe, el único camino es la humildad, sobre todo si partimos de la base del desconocimiento.

La ley en Europa y en algunos países de mayoría musulmana, como Túnez o Turquía, es clara al respecto: la poliginia no está permitida y no hay práctica cultural o creencia religiosa que pueda desafiar esta prohibición. Sin embargo, la jurisprudencia islámica defiende su validez. La consecuencia de la ilegalidad no es la desaparición de la poliginia, sino la clandestinidad, el aislamiento, el miedo y la inseguridad legal de las esposas que solo cuentan con el matrimonio religioso. La poliginia existe en Europa, existe en España.

Foto: Dos chicas con velo pasan ante el cartel de un 'sex shop' en Berlín, en julio de 2017. (Reuters)

Como sociedad, somos hijos de un tiempo extremadamente polarizado, carecemos de la gracia necesaria que requiere la ciencia, carecemos de la revisión, del silencio, de la observación. Tendemos al sesgo y al prejuicio, tendemos a la mirada nublada por el miedo a lo ajeno.

El debate en la poliginia es víctima de los extremos: defensores y detractores cierran los ojos a cualquier evidencia que cuestione su verdad. No somos ingenuos, sabemos que la paz no es un vacío, la paz no es la falta de conflicto. La paz es constructiva y se sirve de los argumentos opuestos, juzga desde la neutralidad y no desde la pasión, modela las opiniones desde la curiosidad y no desde el juicio.

Debemos guarecernos del ruido, sobre todo al hablar de amor y del matrimonio. Sobre todo cuando la guerra se libra en cama ajena.

Una historia de amor, ilegal, pero de amor

Farzana quedó huérfana con 14 años en su Afganistán natal. Su vida quedó reducida a cenizas. El mejor amigo de su padre, Azad, llegó desde una ciudad del este de Alemania, donde vivía desde hacía casi una década con su mujer y sus tres hijos, para acudir al entierro.

Foto: Ciudadanos marroquíes protestan en Rabat contra la homofobia. (EFE)

Farzana se había quedado en la calle y Azad le propuso tomarla como segunda esposa. No fue la petición de mano normativa a la que la ficción nos tiene acostumbrados. Azad no ofreció romanticismo. Ofreció futuro, respeto y alas.

Los primeros años de matrimonio la chica vivía en Afganistán; Azad le mandaba desde Alemania dinero y postales de pájaros. Se trataba de un amor que no tenía prisa, que no se podía asir. Un amor de esos en los que uno, en vez de dejarse la vida, puede vivir. Un amor hecho de tierra.

“Rezo por ti”, escribía Azad. Y eso era el mayor de los “te quiero”.

Pasaron unos años hasta que Farzana logró mudarse a Europa. Llegó oficialmente como sobrina, no como esposa.

-”Mi matrimonio surgió de una sunnah preciosa y sagrada” -explica Farzana, que en la actualidad tiene 23 años y estudia enfermería en el este de Alemania. -”Mi marido me tomó como segunda esposa para protegerme. Si me hubiera quedado huérfana en Alemania el sistema me hubiera amparado, pero muchos países carecen de estructuras legales para cuidar a los huérfanos en situaciones de extrema vulnerabilidad. En esos casos la poliginia sigue siendo una realidad beneficiosa.”

Foto: Un niño imita a su padre durante una celebración religiosa en la mezquita de la M-30 en Madrid. (Reuters) Opinión

Desde el punto de vista occidental, Azad es un hombre que trata de enmascarar su deseo sexual con la virtud religiosa. En Afganistán, Azad es un hombre que ha usado su privilegio para ayudar, para salvar una vida.

También hay una primera esposa que acepta que el amor no empieza ni se acaba en ella, que es generosa, que decide y acepta compartir a su marido sin miedo. Una mujer que confía en la equidad que promulga el Corán.

No es nuestra verdad. Es la suya

-”En nuestro entorno nadie puede saber que Azad es mi marido” -cuenta Farzana. -”Cuando el tiempo lo permite vamos al parque con sus hijos y, mientras ellos se entretienen, nosotros jugamos al bádminton.” Esa es su forma de existir en público: como compañeros de juego. Dichosos.

Si la integración es de por sí complicada, las familias que practican la poliginia viven con la certeza de estar fallando al sistema. De no encajar. De ser apátridas perseverando en ser lo que son, pero sin hacer ruido.

Foto: Una mujer siria llora en un centro de internamiento de refugiados en Neu-Isenburg, en las afueras de Fráncfort (Reuters).

-”¿Quieres saber si estoy enamorada?”- pregunta Farzana riendo. -”Bueno, el amor desde el punto de vista de quién. Quiero a Azad y quiero a mi familia. Todo funciona bien. Todos somos quienes queremos ser, eso es un privilegio que es difícil de alcanzar incluso en las relaciones monógamas.” Azad mandaba postales de pájaros cuando Farzana aún estaba en Afganistán, como nuncios de un futuro espléndido

¿Qué es el matrimonio sino un pacto que revoluciona los límites personales?

La poliginia como escondite o literatura

-”¿Y si nos casamos las dos con Hamza?” -solía bromear Inaya. Por aquel entonces la poliginia era una idea lejana. Una broma. Una vía de escape para dos mujeres musulmanas y lesbianas que soñaban con pasar la vida juntas.

Tres jóvenes comparten raíces y vivencias: Son homosexuales, estudian en una ciudad universitaria del sur de Alemania y pertenecen a familias conservadoras de origen pakistaní. Los tres reconocen que el matrimonio se trata de un deber religioso ineludible en su cultura.

Foto: Historia del matrimonio: cómo han cambiado las parejas a través de los siglos

Inaya y Sarah estudian Literatura. Hamza estudia Historia y Filosofía. Saben del peligro que conlleva su identidad sexual. Saben que podrían perderlo todo: familia, amigos, raíces y apoyo económico para seguir estudiando. Durante las vacaciones de verano del segundo curso universitario, Inaya viajó a Pakistán con sus padres para visitar a su familia. Su madre tenía un plan perfectamente estructurado: antes de terminar el verano se comprometería con su primo hermano y se casarían una vez la chica terminara sus estudios y pudiera mudarse a su país de origen.

Entonces la amistad, que suele ser la forma de amor más poderosa, fue luz en la oscuridad.

Inaya introdujo la idea de casarse con Hamza. En un mes ambas familias se habían conocido y ambas estuvieron conformes. Al año fue Sarah, la novia de Inaya, la que se casó con Hamza como segunda esposa para poder vivir con el amor de su vida. El segundo matrimonio solo fue religioso, no legal. Adoptaron una ideología extrema para sobrevivir al orden establecido. El amor como línea argumental de una mentira, el amor en contra de la mansedumbre, el amor que exime, el amor que salva.

-”Hemos tomado una práctica que consideramos patriarcal y la hemos utilizado para poder existir y amar sin que nuestras familias nos deshereden o incluso nos amenacen físicamente”- explica Hamza. -”Solo estamos casados en el universo religioso de nuestra cultura, la realidad es que Inaya y Sarah son pareja y “yo no soy el nosotros de nadie”, que diría Coetzee.”

Foto: Fieles en el exterior de la mezquita de At-Taqwa, en Brooklyn, Nueva York, el 24 de septiembre de 2015. (Reuters)

-”Hay jóvenes muy valientes” -admite Inaya. -”Jóvenes que descubren su identidad sexual o religiosa ante sus familias y terminan perdiéndolo todo o teniendo que huir. A nosotros no nos merecía la pena. Yo no quiero pasarme la vida sin ver a mis hermanos. Hay varios grupos en las redes sociales en los que se menciona frecuentemente este tipo de arreglos. Nosotros al menos estamos en Alemania, así que corremos un riesgo menor al que se enfrentan los que se embarcan en este tipo de matrimonios-tapadera en nuestro país de origen.”

Y es que la exclusión, ser expulsado del clan es una herida profunda de la que uno difícilmente se recupera. Así que el ser humano tiende a hacer de la vida literatura, adornando la mentira con asociaciones poéticas que la justifican. Toda tragedia trata de vidas trastocadas por la sociedad o el status quo. -”Afortunadamente la ficción nos ha hecho maestros en el arte de escondernos”- bromea Inaya.

La ciudad es testigo del vértigo que provoca tener que vivir dos vidas de forma simultánea, en pleno siglo XXI, para poder alcanzar la paz de ser quien uno es. El vértigo de reescribirse, de adueñarse, de reaprender a hacer de la identidad hogar y no presidio o maldición.

Tampoco las críticas nos pertenecen

Alina es una activista feminista involucrada desde España en el movimiento "Aurat March" de Pakistán (en urdú, “La Marcha de las Mujeres”).-”Como musulmana y feminista estoy en contra de la poliginia” -declara. -”Creo que era un sistema que funcionaba en el pasado, pero lo que necesitamos ahora no es la protección de los hombres, sino la igualdad y la libertad.”

Foto: Silvia Romano a su llegada a Milán. (EFE)

Teoriza sobre la verdadera libertad de elección. ¿Hasta qué punto es una decisión voluntaria convertirse en la segunda esposa de un hombre? Una mujer sin recursos no es libre. Una mujer que ha crecido en una sociedad en la que se le asegura que “podrá hacer todo lo que desea cuando se case”, convierte matrimonio en patrimonio, víctima de su propia ideología.

-”La poliginia es una relación construida a partir de los roles de protector y de protegida”- explica Alina. - “Debemos luchar para construir sociedades que no necesiten de instituciones como el matrimonio para proteger a las mujeres. El matrimonio, las relaciones, han de ser de igual a igual.”

La lucha no se resuelve prohibiendo o condenando, la lucha reside en la reestructuración de las bases patriarcales y culturales que impiden que las mujeres sean verdaderamente libres de elegir.

Foto: Nao. (EC)

Otro de los argumentos es el de la necesidad de reconocer que el deseo másculino no es superior al femenino. -”Hay culturas que siguen obsesionadas con regular la sexualidad femenina, debemos revisar toda norma que ignore a la mujer como cuerpo, aunque esté amparada en la religión” -añade Alina. La crítica, sin embargo, para ser productiva y positiva, ha de nacer de las sociedades en las que la poliginia es común. El rechazo solo es válido cuando se juzga algo profundamente conocido y se ofrecen alternativas realistas.

El rechazo de la poliginia en Europa, suele ir acompañado de violencia verbal y agresividad: “Que se vayan a sus países”. Acompañado de una mueca de horror.

El odio hace que nos perdamos las voces resilientes, que ignoremos la otra cara de la moneda de una realidad que tiene impacto, aunque sea invisible, en nuestra sociedad. Aisha, Farzana, Inaya, Sarah, Hamza y Alina nos muestran que no hay una sola forma de vivir la poliginia. Nos muestran que la clave es poder decidir libremente, saber quién es cada uno, cómo desea, cómo ama, cuál es el límite. Nos muestran la importancia de recolectar las historias ajenas para tratar de entender la ternura del pacto.

El pacto, esa forma consistente de amar.

“Si teméis no ser equitativos con los huérfanos, entonces casaos con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero si teméis no obrar con justicia, entonces con una sola o con vuestras esclavas. Así evitaréis mejor el obrar mal” (El Corán, 4:3).

Islam
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