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De mayor quiero ser como Hitler: la glorificación del genocida en Pakistán
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María Ferreira

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De mayor quiero ser como Hitler: la glorificación del genocida en Pakistán

En Pakistán del siglo XXI, la figura del alemán se ha convertido no solo en un icono pop, sino también en un modelo del sistema de castas que discrimina en el país

Foto: El dictador Adolf Hitler en una imagen de archivo.
El dictador Adolf Hitler en una imagen de archivo.

"Los paraísos artificiales acaban en infiernos naturales". "Importa, siempre importa, llamar basura a la basura. Hacer lo contrario es legitimarla". Salman Rushdie

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Malaika tiene un secreto que podría poner su vida en peligro: esconde en su habitación una copia mal impresa de 'Los Versos Satánicos' de Salman Rushdie. Se trata de un libro prohibido y considerado como blasfemo en su Pakistán natal. En la sala de estar de la casa familiar, en Islamabad, hay una copia de 'Mi Lucha'. Hitler. Se encuentra en una estantería tan cerca de un Corán que la visión resulta estremecedora.

"En mi país, Pakistán, no podemos besar a nuestros novios en público", Malaika ríe antes de proseguir. "Realmente ni siquiera las relaciones antes del matrimonio pueden ser públicas, olvídate de los besos. Sin embargo tenemos políticos e influencers que proclaman su admiración por Hitler públicamente a través de las redes sociales, en las fiestas o en los centros educativos".

Hitler como icono Pop

"La primera vez que viajé a Pakistán desde Hamburgo, mi familia pidió que lleváramos postales de 'la cruz alemana' refiriéndose a la Esvástica, o camisetas con el rostro de Hitler", cuenta Malaika. "Uno de mis primos pequeños escuchaba con admiración las historias sobre nuestra vida en Alemania y dijo: 'De mayor quiero ser como Hitler"".

Y el mundo no se rompió en mil pedazos.

La falta de sensibilidad que conlleva el representar a Hitler como 'cool' o como referente se extiende a la clase política: tanto el presidente de Pakistán, Imran Khan, como sus ministros, trabajan a diario para idealizar el fascismo, como si su labor política consistiera únicamente en salvaguardar una suerte de pureza cultural y religiosa prefabricada. Como si su mayor objetivo nacional fuera mantener el país protegido de los residuos obscenos que llegan desde Occidente: feminismo, homosexualidad, Derechos humanos, blasfemia, y un largo etcétera.

Foto: Una protesta en Karachi, Pakistán, contra Charlie Hebdo. (EFE) Opinión

Es irónico y tristísimo que Pakistán utilice la figura del dictador alemán como referencia. Tan irónico que resulta aterrador. Recuerdo que recién llegados a Alemania, nuestra vecina que cuenta con una edad en la que carece de todo filtro pero conserva sus maneras solemnes, miró a mi marido y le dijo: "Herr Doktor Khan, qué contenta estoy de que vivan en la Alemania de ahora. Unas décadas antes le habrían matado".

Desde luego.

La lucidez de mi anciana vecina le hace falta a Fayaz ul Hasan Chohan, ministro del gobierno de Imran Khan. Este se atrevía a publicar en su biografía de Twitter que consideraba a Hitler como a uno de sus ídolos.

El mismo presidente de Pakistán utilizó a Hitler para justificar su política de no rectificar. "Tanto Hitler como Napoleón sufrieron pérdidas enormes y nunca retrocedieron", declaró.

También los 'influencers' se apuntan a la tendencia vergonzosa de citar al genocida sin ningún tipo de sentido de la responsabilidad. Veena Malik, una actriz con una carrera cinematográfica muy prolífica en Pakistán y en India, compartió en su Twitter, en mayo de 2021, una frase atribuida a Hitler sobre la matanza de los judíos: "Habría matado a todos los judíos del mundo, pero me quedé con algunos para mostrarle al mundo por qué los maté".

Ahora bien, ¿qué ocurre en Pakistán para que una sociedad se deje seducir por la memoria de un asesino?

¿Qué ocurre cuando en un país decir 'Heil Hitler' es una broma 'cool’, pero leer libros 'blasfemos', enamorarse libremente o dejar de rezar te puede meter en la cárcel o acabar con tu vida?

Pakistán es uno de los principales apoyos de la causa Palestina. Lamentablemente se trata este de un apoyo basado en la ignorancia y en prejuicios antiquísimos que sirven para justificar el Holocausto y la propagación del sentimiento antisemita. La misma base falla desde el momento en el que la distinción entre 'judío' y 'sionista' se presenta inexistente, como si fueran términos intercambiables, cuando deberían emplearse con todo el conocimiento y responsabilidad cultural e histórica.

Pakistán tiende a idealizar la militarización del gobierno y sus épocas dictatoriales. Tiende a gobernar con aires de divinidad; aniquilando verdades en pos de una idea de grandeza que no es sostenible. Quizá se deba al anhelo de estabilidad, pero esta no debe ser la justificación para hablar de Hitler con tono amable y evocador.

¿Qué ocurre cuando en un país decir 'Heil Hitler' es una broma 'cool', pero leer libros 'blasfemos' te puede meter en la cárcel o acabar con tu vida?

"La desinformación juega un papel importante en el antisemitismo pakistaní", explica Samir Malik, profesor de Historia en Islamabad. "Sin embargo el motor principal de este sentimiento es una adicción a la disciplina extrema que proviene del caos político en el que estamos sumidos". Y es que no hay espacio para figuras moderadas en un país que se ha dejado en las manos de un Alá político y manipulado por hombres inseguros.

Una gran parte de la población educada de Pakistán está de acuerdo con que la mayoría de las ideas conspiranoicas incluyen a los judíos, y que estos están detrás de todo ataque en contra de la 'Ummah', de la comunidad musulmana. "Incluso Estados Unidos está manejado por los judíos, según gran parte de la población pakistaní", afirma Samir Malik. "Por eso consideran al país americano como uno de los principales apoyos de Israel, y se asume que Hitler ha sido injustamente desprestigiado y castigado".

placeholder Una biografía de Hitler publicada en Pakistán.
Una biografía de Hitler publicada en Pakistán.

También la manipulación del islam juega un papel importante en el movimiento antisemita. "El odio hacia los judíos se ha convertido en identidad inherente a la pertenencia de la comunidad musulmana. Hay líderes religiosos estrictos que señalan que el Corán es explícito en que hay que cuidarse de los judíos, cuando esta se trata de una afirmación sacada de contexto", explica Hussain Arain, Imán en Peshawar.

Religión y barbarie se mezclan para hacer del racismo regla sagrada.

"Cuando estudiaba en la universidad conté en casa las atrocidades que Hitler había cometido", explica Muna Shah, profesora de primaria en Alemania. "Recuerdo que mi madre gritó: '¡Blasfemia!'".

Las consecuencias de la idealización de la figura de Hitler van más allá de la veneración de la violencia o del eslogan de mal gusto. La figura de Hitler es utilizada hoy en día para justificar persecuciones de minorías, la tendencia dictatorial del gobierno o el castasismo y la desigualdad subyacentes en el sistema educativo.

Miles de personas siguen muriendo debido al racismo.

La persecución de los ahmadíes

Los ahmadíes son una secta minoritaria perseguida (y asesinada, y discriminada, y maltratada) en Pakistán por décadas. ¿Su crimen? Considerarse musulmanes y al mismo tiempo no creer en que Mahoma fuese el último profeta. Los sunitas y los chiítas no los consideran parte del islam debido a las diferencias en las doctrinas básicas.

En 1974, Pakistán proclamó por ley que los ahmadíes eran infieles. En 1984, el general Zia-ul-Haq declaró que la condena sería de cárcel o incluso muerte para cualquier ahmadí que se atreviera a declararse musulmán. Hoy en día forman parte de una de las minorías más perseguidas en el mundo.

"Conseguí llegar a Alemania gracias al asilo político", cuenta Ahmad Mahmood, miembro de la comunidad ahmadí en Heidelberg (Alemania). "Mi crimen fue el de saludar con un 'Salam aleykum', llamar a nuestro templo 'mezquita' o recitar versos del Corán. Quemaron mi casa por utilizar términos islámicos sin ser considerado musulmán".

Foto: Niños juegan con armas de juguete en la celebración de ruptura del ayuno tras el ramadán en Peshawar, Pakistán. (EFE) Opinión
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La Constitución pakistaní sigue hoy en día discriminando a este grupo minoritario. No tienen permitido declarar su fe en los documentos oficiales. Una de las jóvenes de mi familia pakistaní se enamoró de un chico ahmadí. El amor fue enterrado con más celeridad de la que se entierra a un cuerpo muerto. No había discusión posible. Una de las ancianas de la familia me lo explicó claramente: "Si Hitler hubiera permitido la mezcla con humanos inferiores Alemania no sería el gran país que es". Acto seguido nos hizo jurar que nunca mencionaríamos que en Alemania tenemos vecinos ahmadíes, porque podrían matarlos a ellos en Pakistán.

La cuenta de Instagram pakistaní @propergaanda denunciaba el pasado 26 de junio que una pequeña empresa ,@khanam.pk, dedicada a la venta de 'khussa', un tipo de calzado tradicional, canceló el pedido de un cliente por vivir en Chenab Nagar, zona en la que viven muchos ahmadíes, y por lo tanto considerarla como zona "blasfema".

Que haya minorías brutalmente perseguidas y asesinadas en Pakistán, no solo tiene que ver con la religión, si no con la casta y la cultura. Y subyacente a esta mezcolanza explosiva se encuentra un Hitler idealizado al que probablemente no le habría hecho mucha gracia que su cara decorase la parte trasera de un furgón de comida "indopakistaní" en pleno Lahore.

La obsesión por la blancura

Las propuestas de matrimonio de uno de mis primos han sido rechazadas tres veces. Las tres por el mismo motivo: "Tiene la piel demasiado oscura". La última fue definitiva: "Buscamos a alguien un poco más como Hitler", dijo el padre de la chica, víctima de un imaginario colectivo en el que el dictador alemán es rubio, de ojos azules, y buen yerno.

Hitler es sinónimo de pureza en un Pakistán en el que la blancura y el castasismo son de vital importancia, como ocurre también en India. "Pakistán tiene una raza muy pura, Hitler trató de colocar la perfección racial en una posición de poder, y mira qué bien está Alemania", dice Farooq Salim, estudiante de Ciencias Políticas en Islamabad. "No deberíamos avergonzarnos de admitir que hay castas superiores en Pakistán".

Foto: Campaña de vacunación contra la polio este diciembre en Karachi. (EFE)

En las páginas de matrimonios concertados, aún se puede ver como la mayoría de las familias de la casta Aryan (Aria) suelen rechazar peticiones de mano por parte de castas inferiores. Ellos son puros. Son blancos y por lo general tienden a seguir creyendo en una superioridad de la raza.

En Pakistán, las cremas para aclarar la piel son tendencia. También lo son las actrices blanquísimas y las novias con un maquillaje tres tonos más claro. Pakistán lleva décadas atrapado en una percepción de belleza que nace del racismo colonial más despreciable.

Iqra/ إقرأ /Lee (Corán, 96:1)

Hannah Arendt recuerda que la impotencia tiende a engendrar violencia. Las conductas violentas son, al fin y al cabo, reacciones naturales e inherentes a nuestra especie. Optar por la ignorancia, sin embargo, es un acto deleznable y peligroso. Todos esos musulmanes suníes, que amenazan a gritos a las minorías con el Corán en la mano, están olvidando que el Libro Sagrado contiene una orden muy clara.

La primera palabra revelada al Profeta Mohammed fue "Iqra", que significa: "Lee". Se refiere a la responsabilidad de buscar conocimiento. De descubrir. De investigar.

Lamentablemente, los medios de comunicación actuando como medios de destrucción, los políticos casando poder con violencia y los famosos comprometiéndose con la estética en vez de con la moral o la ética, son solo un reflejo de algo mucho más perverso que la falta de acceso a la información: la manipulación de la misma. Que un país no sepa la verdad sobre Hitler o el Holocausto no es un accidente. Que un país permita que minorías religiosas sigan teniendo que huir para salvar la vida no es un accidente.

Que un país no sepa la verdad sobre Hitler o el Holocausto no es un accidente

"Hitler tenía, como nosotros, sueños con la gloria y el paraíso", afirma Adan Jutt, imán en Bahawalpur.

Pero hay quien afirma que los sueños son la basura del cerebro.

Ya es hora de que dejemos de utilizar la ignorancia para justificar aberraciones y empezar a esclarecer responsabilidades. ¿Quién querría ignorancia para la mayoría de un país? ¿Qué se gana cada vez que se nombra a Hitler? ¿Cuántos mueren al ritmo de las publicaciones descuidadas y racistas en Twitter? ¿Cuánto dinero sigue moviendo la imagen de un genocida?

Iqra. Lee.

¿Cuánto dinero se perdería si de pronto un día las minorías de Pakistán tuvieran derechos? ¿Y si una piel oscura valiese lo mismo que una más clara?

'Boom'.

El sistema se desplomaría.

Por eso los políticos brindan y rezan: "Larga vida al Hitler de los bobos".

Malditos sean. Malditos sean.

"Los paraísos artificiales acaban en infiernos naturales". "Importa, siempre importa, llamar basura a la basura. Hacer lo contrario es legitimarla". Salman Rushdie

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