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República de China, capital Taipéi: guía sobre Taiwán para europeos despistados
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Susana Arroyo

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República de China, capital Taipéi: guía sobre Taiwán para europeos despistados

La República de China no es una de las primeras potencias del mundo, no tiene un asiento en la ONU, no puede participar en las Olimpiadas con su nombre y no está en la OMS

Foto: Guardias de honor taiwaneses, junto a la bandera de Taiwán. (EFE/Ritchie B. Tongo)
Guardias de honor taiwaneses, junto a la bandera de Taiwán. (EFE/Ritchie B. Tongo)

La llamada República de China no tiene 1.400 millones de habitantes, no es una de las primeras potencias del mundo, no tiene un asiento en la ONU, no puede participar en las Olimpiadas con su nombre y no está en la Organización Mundial de la Salud. La capital de la República de China se llama Taipéi y está al norte de una isla que los marineros portugueses nombraron Formosa y que ahora también solemos llamar Taiwán.

También está, claro, la gran superpotencia cuyo masivo territorio se extiende por buena parte de Asia, que tiene su sede en Pekín y que tantos titulares alarmantes ocupa en la prensa internacional. Es decir, la República Popular de China, o también China continental. Como español, puedes montarte en un avión e irte de vacaciones a la República de China sin visado ni permiso especial. Un nacional de China continental, no.

El corazón de Asia

Antes de la pandemia, la isla de Taiwán era un destino turístico favorito para ciclistas, amantes de la naturaleza y de la comida. La isla se promociona a sí misma como el corazón de Asia, y no le falta razón. Para empezar, los indígenas de Taiwán son malayo-polinesios, y conservan hasta hoy buena parte de sus culturas y tradiciones. Mientras tanto, la gran mayoría de la población de origen chino, además de mandarín, habla taiwanés, hakka y otras lenguas. Por otro lado, como punto intermedio de comunicación entre buena parte de las regiones de Asia Pacífico, Taiwán es una fructífera confluencia de sus muchas culturas locales y de lo mejor de las vecinas. En los muchos mercados nocturnos con cocinas portátiles que se montan y desmontan en la noche de Taipéi, por ejemplo, uno puede probar platos en que lo taiwanés suma influencias de todas las cocinas regionales chinas más la japonesa.

Foto: Destrozos en una comisaría durante las protestas en Honiara en las Islas Salomón, en una captura de vídeo. (Reuters/Georgina Kekea)

Siendo una región rica y desarrollada, la isla se enorgullece de su sistema democrático, de su legislación en materia de libertades civiles y de haber sido el primer lugar de Asia en aceptar el matrimonio homosexual. Durante muchos años, fue una de las economías más destacadas de la zona, junto con las de Japón, Corea y Singapur, y todavía hoy mantiene notables números de exportación de productos tecnológicos. Foxconn, el infame fabricante que abastece a Apple, Amazon, Dell, Acer y otras tantas compañías, es, de hecho, una firma taiwanesa.

Con todo esto, la República de China vive ignorada por naciones y organizaciones, bajo la tensión de un conflicto que viene del otro lado del mar.

Dos nombres, un concepto

La cultura china se enorgullece de sus 5.000 años ininterrumpidos de historia. De ellos, casi los últimos 2.000 estuvieron bajo una dinastía imperial que llegó a su fin el 1 de enero de 1912. En esa fecha, la revolución estableció una nueva República de China que se propuso modernizar el territorio. Sin embargo, invasiones y conflictos acabaron desembocando en una división fundamental: nacionalistas y comunistas. Las tropas de ambos bandos pasaron años enfrentadas en una larga y compleja guerra civil que solo terminó en 1949, con la victoria comunista bajo el liderazgo de Mao Zedong.

A raíz de esa victoria en 1949, dos cosas importantes sucedieron: por un lado, el Gobierno nacionalista y unos dos millones de personas fueron evacuadas hacia la isla de Taiwán; por otro, los comunistas se expandieron por los territorios continentales al tiempo que se anunció el nacimiento de la República Popular de China.

Foto: Tom Shugart. (CNA)

Durante años, el sector nacionalista exiliado en Taiwán siguió soñando con volver al continente para recuperar aquel gigantesco territorio, e insistía en mostrarse ante el mundo como representante legítimo de toda China. El devenir histórico no pudo ser más diferente. Con el paso de las décadas y el fin de la Guerra Fría, según la República Popular comunista iba amasando poderío económico, acabó por ser la que logró reconocimiento ante cada vez más organizaciones internacionales y países.

Así es como se ha llegado hoy a una situación diplomática en que la isla se presenta a sí misma como una democracia moderna asentada, al tiempo que jamás ha dejado de estar en los planes de la gran China continental como parte integral de su territorio.

38 años de estado marcial

Volvamos a 1949. Cuando millones de personas abandonaron China continental para instalarse en Taiwán con las tropas del bando nacionalista, llegaron a una isla que acababa de pasar medio siglo bajo la bota del colonialismo japonés.

Foto: Soldados taiwaneses dentro de un carro de combate. (Reuters)

En las primeras décadas del siglo XX, los nipones habían aprovechado un vacío de poder para instalarse en la isla. Al tiempo que alentaban la industrialización y la construcción ferroviaria, impusieron una brutal represión cultural y social que llegó a su colmó con la esclavización sexual de miles de mujeres durante la Segunda Guerra Mundial. Solo tras perder la guerra, abandonaron sus pretensiones sobre el territorio y partieron para siempre.

El periodo de desahogo, sin embargo, fue breve. La llegada de las tropas nacionales desde el continente abrió de inmediato un periodo conocido como 'terror blanco'. Durante décadas, se persiguió sin tregua a todo aquel sospechoso de tener simpatías comunistas, además de reprimirse toda oposición política al único partido oficial. El firme estado marcial duró 38 años ininterrumpidos, desde 1949 hasta 1987.

Foto: Portadas de los periódicos taiwaneses tras las elecciones estadounidenses de 2020. (EFE/David Chang)

Solo en los años ochenta y noventa, una serie de reformas para distribuir el poder fueron permitiendo el nacimiento de partidos de oposición, la celebración de elecciones y la conformación del sistema actual. Por cierto, que esos años también convirtieron la isla en una potencia cultural en música y cine que ha hecho que montones de asiáticos crecieran enamorados de ídolos taiwaneses.

Lazos de dinero

Hoy, para la mayoría del mundo, el poderío económico de China continental es sencillamente irresistible. Y también lo es para Taiwán. Desde 2008, los vuelos entre la isla y ciudades como Pekín o Shanghái se reiniciaron, reflejo tardío de los lazos familiares, culturales y de negocios siempre tendidos de un lado a otro del mar. China continental, siempre clara en asumir la isla como parte integral del territorio, alentó que los taiwaneses acudieran a abrir negocios que estrecharan las dependencias económicas. Foxconn, de hecho, es el mayor empleador privado en China continental, con más de un millón de trabajadores en decenas de plantas.

Foto: EC Diseño

Y esta, en resumen, es la razón por la que si buscas la embajada o consulado español en Taiwán encontrarás que debes preguntar en el de Manila, Filipinas. En la isla, la representación española más oficial es una oficina situada en la Cámara española de Comercio. Y es que, hoy en día, el lenguaje del dinero ofende menos que el lenguaje de la diplomacia.

La llamada República de China no tiene 1.400 millones de habitantes, no es una de las primeras potencias del mundo, no tiene un asiento en la ONU, no puede participar en las Olimpiadas con su nombre y no está en la Organización Mundial de la Salud. La capital de la República de China se llama Taipéi y está al norte de una isla que los marineros portugueses nombraron Formosa y que ahora también solemos llamar Taiwán.

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