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Sala 2 | El escándalo oculto de la doctrina 'woke'

Los medios liberales estadounidenses están fallando a la hora de retratar las críticas de padres progresistas contra las enseñanzas de la "teoría crítica racial"

Foto: Protesta contra la "teoría crítica racial" en Los Alamitos, California. (EFE)
Protesta contra la "teoría crítica racial" en Los Alamitos, California. (EFE)

A veces es refrescante ver cómo se cumplen las predicciones. Tal ha sido el caso de lo que hizo Helen Pluckrose, fundadora y directora de Counterweight, en estas mismas páginas hace ya dos meses. Pluckrose vaticinó que la rebelión contra la ortodoxia racial que se expande por Estados Unidos se originaría entre los padres de alumnos de escuelas e institutos. Personas a cuyos hijos se les estaba segregando en las aulas o se les pedía que buscasen su lugar, en función de su género o color de la piel, en el “matriz de la opresión”. “Aquí es donde la gente tiende a ser más franca”, dijo Pluckrose, que lleva desde el año pasado atendiendo a peticiones de ayuda de personas que están pasando por esta tesitura. “Si estás intentando salvar tu empleo, quizás lo dejes correr [el adoctrinamiento]. Si a tu hijo le están diciendo cosas horribles, ahí es cuando la gente será realmente honesta y no se morderá la lengua”.

En apenas unas semanas, las protestas de los padres, antes confinadas a la prensa local y a algún artículo de la web de Fox News, han arreciado hasta convertirse en una asunto nacional. Un ruido lo suficientemente fuerte como para que el Partido Republicano tomase nota y tratase de capitalizar estas energías (una veintena de estados han prohibido o limitado la enseñanza de la “teoría crítica racial” en las escuelas públicas); lo suficientemente fuerte como para que los grandes medios progresistas dediquen espacio a algo que ya no pueden ignorar, pero sí contar de la manera parcial e incompleta con la que suelen abordar las cuestiones identitarias.

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Antes de proseguir, una aclaración: cuando decimos “adoctrinamiento”, no nos referimos a cualquier iniciativa que busque una mayor inclusión de las minorías o una mayor igualdad de género. Sino a aquellas que, con esta excusa, categorizan a las personas en función exclusiva de sus características dadas, como su género o color de la piel, asignando a cada colectivo una serie de pecados históricos irredimibles y una sustancia moral concreta, además de reemplazar los criterios meritocráticos (como la nota en las pruebas de acceso) por estrictas cuotas raciales.

Otra forma de verlo es comparando este supuesto “antirracismo” con los movimientos por la igualdad del último siglo. Las campañas a favor del derecho de voto de las mujeres, o de los derechos civiles de los afroamericanos, o de la aprobación del matrimonio gay estaban dentro de la democracia liberal: su objetivo era ampliar los derechos fundamentales a colectivos que hasta entonces habían sido excluidos. Su marco era y es democrático. La “doctrina 'woke”, en cambio, quiere desmontar este marco, porque considera que la democracia liberal es un constructo del hombre blanco, que está podrida de raíz y que por lo tanto debe de ser liquidada. En este artículo del pasado abril desarrollamos más en detalle estas diferencias.

Ahora que este asunto, además de los incontables escándalos y cazas de brujas de todos los días, tiene talla nacional, medios como CNN o 'The New York Times' lo han abordado y reformulado en sus propios términos: le han dado la pátina de “guerra cultural”. Es decir, lo están pintando como un asunto emocional y caótico donde se zurran los puristas de ambos bandos y en el que, al final, nadie tiene razón.

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La CNN sacó un reportero a las calles de Manhattan para preguntarle a gente al azar si sabía lo que era la “teoría crítica racial”. Previsiblemente, ninguno de los interpelados había oído nada al respecto, lo cual fue presentado como la clara evidencia de que los republicanos se habían inventado un problema para ganar puntos políticos. Luego, el programa puso unos breves clips de Donald Trump y otros republicanos hablando de la teoría. Para aclarar de qué se trata en realidad, entrevistaron después a una de sus fundadoras, Kimberlé Crenshaw, que, como era de esperar, hizo un alegato a favor de los conceptos que ella misma había acuñado.

'The Washington Post' inicia este análisis con un representante de Alabama que quiere prohibir la enseñanza de la teoría crítica racial sin saber muy bien de qué se trata. El autor añade luego que el objetivo de los republicanos es “convertir la ansiedad racial en energía política”, y concluye que nadie sabe muy bien en qué consiste eso de la teoría crítica racial, pese al abundante material al respecto.

Este artículo del 'New York Times' empieza mencionando a Donald Trump en la primera frase, una manera directa de politizar el asunto, de convertirlo en una cuestión meramente partidista, desconectada de las inquietudes diarias de los ciudadanos. “Los ataques de los republicanos a la teoría crítica racial están en sintonía con la estrategia general de apoyarse en asuntos de ‘guerra cultural’ para las legislativas de 2022, más que hacer campaña contra la agenda económica de Biden —que ha probado ser popular con los votantes— a medida que el país emerge de la pandemia”, dicen los autores del texto.

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En realidad, nada de esto es falso. Ninguno de estos periodistas ha mentido o se ha inventado unas declaraciones o unos datos. Claro que los republicanos están usando la teoría crítica racial para azuzar los ánimos y preparar sus campañas, ¿o es que resulta que ahora al partido de Donald Trump le han crecido por arte de magia unos sólidos principios morales? Su negociado es el siguiente: conquistar y conservar el poder político. Exactamente igual que el negociado de los demócratas. Tampoco es anecdótico que los estados coarten la libertad de enseñanza de los profesores. Se puede no simpatizar con la ortodoxia identitaria y, al mismo tiempo, rechazar unas prohibiciones que en el futuro pueden comerse aún más esa libertad de docencia.

Lo que no han hecho estos medios, sin embargo, es contar lo más importante de todo este asunto: lo que se está enseñando en las escuelas, que ya explicamos en este artículo, con casos de Nueva York, Oregón, Nueva Jersey, Illinois o Virginia, y la reacción de los padres que se han plantado frente a las juntas escolares para hacerles rendir cuentas. Que la mayoría de la gente que pasa por la calle no esté al tanto del fenómeno no significa que este no exista. Es algo relativamente reciente, que ha cogido fuerza, sobre todo, a raíz del asesinato de George Floyd y de cómo numerosas instituciones de todo el país aceptaron con los ojos cerrados el primer programa de reeducación racial que se les puso por delante. Hoy, muchos aún se están dando cuenta de lo que firmaron.

No había que acudir a Donald Trump, ni sugerir que esta teoría no existe, ni reducirlo a que los republicanos no quieren que se hable de racismo en las aulas. Había otras maneras más precisas y auténticas de contar esta historia, como ha hecho, a todas luces excepcionalmente, el periodista Conor Friedersdorf, en 'The Atlantic'. Por la junta escolar del condado de Loudoun, por ejemplo, han desfilado todo tipo de padres y madres, de todos los colores, confesiones y afinidades políticas. Esos artículos hablan de los malvados republicanos. ¿Por qué no de Asra Q. Nomani? Es mujer, asiática y musulmana. Según el sistema de castas raciales que diseñó Kimberlé Crenshaw, a la que entrevistó al CNN, Nomani está en lo más bajo de la “matriz de opresión”. Y además, Nomani, como ella misma dice, es una “progresista”.

Sin embargo, a esta madre soltera le enfurecieron varias cosas. Una, que el instituto público Thomas Jefferson, al que acude su hijo, fuese amenazado por un movimiento identitario autoproclamado “Occupy TJ”: un grupo de exalumnos del centro que amagaban con acciones violentas si no se atendían sus numerosas demandas “antirracistas”. Según Nomani, los padres que trataron de dialogar fueron intimidados y acusados de racistas. La junta escolar no respondió a ninguno de sus mensajes. Más tarde sí lo hizo: el director del instituto dijo a los padres que “vigilasen su privilegio”, un desaire ‘woke’ que se hace a los blancos, pese a que la mayoría de alumnos del instituto pertenecen a minorías étnicas. En otoño, el instituto eliminó la meritocracia como sistema de admisión, reemplazando las notas por una cuota racial. A los alumnos se les pide ahora que vigilen su racismo y que, por ejemplo, no aprendan a bailar salsa por tratarse de “apropiación cultural”.

Foto: Imagen: Laura Martín. Opinión

A Nomani no le ha quedado otra que convertirse en activista. Hoy es vicepresidenta del grupo Parents Defending Education, fundado en marzo para dar información y apoyo legal a los padres de alumnos que están pasando por una situación parecida. Por otro lado, Nomani, que fue reportera del 'Wall Street Journal' y profesora de Georgetown, ha lanzado un blog en Substack en el que desvela los desmanes de lo que considera una ideología extremista camuflada de lucha por la igualdad.

Keisha King, afroamericana de Florida, dio la cara frente a la junta escolar de su condado para exigir que se deje de educar a los niños en este nuevo sistema de castas raciales. King lamentó que, 100 años después de la masacre racista de Tulsa, vuelvan a las aulas las ideas segregacionistas. “Decir que mi hijo, o cualquier hijo, está en un permanente estatus de oprimido porque es negro es racista”, declaró.

Los padres, entre otras cosas, están leyendo públicamente los libros de texto que se inculcan a sus hijos, que a los cinco años de edad ya están viendo, en un libro infantil, escenas de policías blancos asesinando a negros desarmados. Pero a veces los padres tienen miedo de ser condenados a la muerte social si se les acusa de racismo y son los abuelos quienes aceptan la responsabilidad de enfrentarse a estas juntas escolares. Los abuelos están jubilados y proceden de otra época. Algunos incluso sobrevivieron a la Revolución Cultural maoísta y dicen ver comparaciones entre ambos extremismos: entre sus lenguajes vacuos y escolásticos, su corrección política, sus sesiones de reeducación y sus cazas de brujas por pecados imaginarios.

Foto: La vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris. (Reuters) Opinión

Hay material, solo que, por alguna razón, quizás porque el país está irremediablemente polarizado, o porque la ortodoxia, salida de las universidades, se ha hecho fuerte en las redacciones, los buques insignia del periodismo estadounidense no pueden o no quieren ver más allá de lo pérfidos que son los republicanos. Lo demás es ignorado o desdeñado, y va a parar, como no podía ser de otra forma, a las manos del canal conservador Fox News, que sí que está aprovechando todos estos testimonios, muchos de ellos de padres progresistas que se sienten abandonados por una prensa que se suponía que les era afín y que no tenía miedo a contar las cosas explorando todas sus dimensiones.

“El fracaso de los periodistas (...) en reconocer la sinceridad de los padres progresistas de color que se oponen a la teoría crítica racial”, escribe Asra Q. Nomani, enlazando un artículo de 'Vanity Fair' en el que se ridiculizan las obsesiones y los mieditos republicanos a la teoría crítica racial, “pasará a la historia como uno de sus grandes fracasos, como la soberbia de las elecciones de 2016”.

A veces es refrescante ver cómo se cumplen las predicciones. Tal ha sido el caso de lo que hizo Helen Pluckrose, fundadora y directora de Counterweight, en estas mismas páginas hace ya dos meses. Pluckrose vaticinó que la rebelión contra la ortodoxia racial que se expande por Estados Unidos se originaría entre los padres de alumnos de escuelas e institutos. Personas a cuyos hijos se les estaba segregando en las aulas o se les pedía que buscasen su lugar, en función de su género o color de la piel, en el “matriz de la opresión”. “Aquí es donde la gente tiende a ser más franca”, dijo Pluckrose, que lleva desde el año pasado atendiendo a peticiones de ayuda de personas que están pasando por esta tesitura. “Si estás intentando salvar tu empleo, quizás lo dejes correr [el adoctrinamiento]. Si a tu hijo le están diciendo cosas horribles, ahí es cuando la gente será realmente honesta y no se morderá la lengua”.

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