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Tribuna Internacional
Por
¿Trump, el loco?
Lo que ha generado mayor desconcierto es su tendencia a modificar su postura en cuestión de días, creando una atmósfera de inestabilidad institucional
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Un grupo de 35 psiquiatras estadounidenses, al principio del primer mandato de Trump, puso en duda la salud mental del nuevo presidente. En una carta remitida al New York Times, advirtieron al país de su "grave inestabilidad emocional", concluyendo que "puede resultar incapaz de servir con seguridad como presidente". No seré yo quien me atreva a desmentir a esos especialista, aunque desconfío de los dictámenes "a distancia". Pero a la hora de un análisis de estos primeros meses del segundo mandato, conviene no olvidar algo que ha recordado Fred Kaplan, finalista del Pulitzer. Me refiero a la llamada The Madman theory (teoría del loco). Su elaboración tuvo lugar en la presidencia de Richard Nixon. También él —como Trump— manifestó a lo largo de su mandato un carácter impulsivo, con reacciones extraordinarias ante estímulos ordinarios, cambios bruscos de carácter y un cierto narcisismo temperamental.
En uno de los primeros 100 días de su mandato, llamó a sus colaboradores Henry Kissinger, asesor de Seguridad, y H.R.Haldeman, jefe de Gabinete, y les dijo que convendría correr la voz en medios internacionales calientes (Vietnam, Rusia, China) de que el presidente "estaba loco". Se trataba —según Nixon— de que "los norvietnamitas crean que el presidente haría cualquier cosa para lograr la paz en Vietnam". No se sabe hasta qué punto el temor a reacciones desesperadas del loco llevó a Le Duc Tho a acelerar la firma de la paz en París. Otro ejemplo. En octubre de 1969, elementos de la Administración Nixon advirtieron, bajo cuerda, a la Unión Soviética de que "el loco andaba suelto", cuando las Fuerzas Armadas de EEUU fueron puestas en alerta total (sin saberlo la mayoría de la población americana), y bombarderos armados con armas termonucleares volaron cerca de la frontera soviética por tres días consecutivos. La reacción soviética fue cautelosa.
Sobre Donald Trump, al principio de su primer mandato, en estas mismas páginas, ensayé la tesis del "presidente loco". No me introduje en profundidad, por otras urgencias que desviaron mi atención. Sin embargo, desde su retorno a la Casa Blanca en 2025, el presidente Donald Trump ha vuelto a intensificar la aplicación de una estrategia política caracterizada por la imprevisibilidad y la ambigüedad estratégica. Este enfoque, muy parecido en su planteamiento a la "Madman Theory" , ha sido instrumentalizado para generar un entorno de incertidumbre entre sus adversarios nacionales e internacionales. Guardando las distancias, estos primeros meses se asemejan también a los iniciales de Roosevelt, en que los decretos y proyectos de reforma eran tantos y elaborados de forma tan precipitada que "tropezaban unos con otros": en ese caso, se trataba de yugular una crisis económica de primera magnitud, no de ensayar el experimento del "presidente loco"
La "Madman Theory", postulaba que la percepción de irracionalidad presidencial podría otorgar ventajas estratégicas al inducir temor en los adversarios de Estados Unidos. Esta construcción teórica sugería que, si los líderes extranjeros consideraban que el presidente era lo suficientemente impredecible como para tomar decisiones extremas, se verían compelidos a ceder en negociaciones clave.
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En el caso de Trump, la aplicación de esta teoría se ha manifestado a través de un patrón de decisiones políticas abruptas, comunicación errática, y promulgación de órdenes ejecutivas que oscilan entre la radicalidad y la moderación, generando un ambiente de inestabilidad, a mi parecer, calculada. Ha creado en la prensa un estado de excitación constante, dificultando respuestas cohesionada
Un ámbito clave donde se ha observado la aplicación de esta estrategia es en la política exterior, particularmente en la relación con China y Rusia. Esta dinámica ha generado una disrupción en la planificación estratégica de sus adversarios, llevándolos a buscar nuevas formas de interacción con Washington, que han dado al traste con el elevado arancel impuesto a China, y su aumento posterior. En el caso de Rusia, su retórica impredecible —hoy un abrazo a Putin, ayer una dura amenaza— ha llevado a Putin a ser muy cauteloso con los planes de Trump para Ucrania. Ha dado largas al plan de Trump, sustituyéndolo con medidas sectoriales, que Ucrania ha aceptado con renuencia y los mandos europeos se han visto obligados a reforzar sus políticas de defensa, con el consiguiente desequilibrio financiero, ante la posibilidad de un abandono repentino de los compromisos estadounidenses. Sus amenazas contra la UE han cristalizado en una política de imposición arancelaria de hasta el 20%. De manera similar, su enfoque hacia la OTAN ha oscilado entre exigir mayores contribuciones financieras de los aliados, hasta un 6%, (incluso con amenazas de retirada de EEUU, desmentidas por el Departamento de Estado) y elogiar la importancia de la alianza, lo que ha dificultado la coordinación entre los estados miembros.
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El ámbito interno tampoco ha sido ajeno a esta estrategia. Desde el inicio de su segundo mandato, Trump ha promulgado una serie de decretos que han desmantelado regulaciones ambientales y revertido políticas migratorias del régimen Biden-Harris Sin embargo, lo que ha generado mayor desconcierto es su tendencia a modificar su postura en cuestión de días, creando una atmósfera de inestabilidad institucional.
Asimismo, el manejo de la crisis migratoria ha sido un campo de aplicación de la "Madman Theory". En un inicio, Trump promovió una política de deportaciones masivas, generando alarma en comunidades migrantes y organismos de derechos humanos. No obstante, días después, suavizó su retórica y propuso una reforma migratoria que incluía una vía de legalización para ciertos grupos. Este vaivén de posturas, ha dificultado la respuesta de la oposición demócrata y ha generado un ambiente de incertidumbre jurídica.
La relación de Trump con los medios ha evolucionado en su segundo mandato hacia un antagonismo aún más pronunciado. Este enfoque ha generado un entorno donde la prensa tradicional se ve constantemente obligada a reaccionar a declaraciones contradictorias y mensajes revolucionarios Un caso ilustrativo de esta estrategia se ha observado en su manejo de la Reserva Federal. Un día, Trump amenaza con remover a su presidente; al siguiente, afirma que mantienen una "excelente relación". Esta táctica no solo introduce incertidumbre en los mercados, sino que también obliga a la prensa y a los analistas económicos a operar bajo una lógica de interpretación constante, evitando que establezcan narrativas estables que pudieran socavar su autoridad
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Un caso patético ha sido la crisis abierta por la utilización que varios miembros del Gabinete de Trump han hecho de SIGNAL, una aplicación comercial de mensajería, para abordar la operación militar contra los rebeldes hutíes en Yemen. Un presidente normal habría hecho rodar varias cabezas, comenzando por el responsable de seguridad, Mike Waltz, que fue quien incluyó a Jeffrey Goldberg, el director de la revista ‘The Atlantic’, en el grupo de SIGNAL l. Un error increíble , que pone de manifiesto la ligereza del gobierno. Sin embargo la reacción del presidente Trump ha sido absolutamente anómala . Se ha limitado a minimizar lo ocurrido, negar la evidencia y desencadenar una verdadera guerra contra el periodista al que por un error increíble incluyeron en el chat super secreto.. No creo que la investigación abierta lleve a mucho.
La Teoría del Loco en la administración Trump no siempre ha tenido éxito. Por un lado, ha logrado mantener el control sobre la agenda política, forzando a la oposición a operar en un estado de reacción permanente. Pero esta estrategia también ha generado problemas internos significativos. La falta de coherencia en sus políticas ha erosionado la confianza de algunos sectores republicano que ven en este enfoque una fuente de desestabilización económica. Además, el electorado moderado, que esperaba una administración más equilibrada en este segundo mandato, ha manifestado un creciente escepticismo ante la viabilidad a largo plazo de esta táctica. La bajada pronunciada de Walt Street lo demuestra
Sin embargo, la eficacia de esta estrategia dependerá de su capacidad para traducir el caos calculado en resultados tangibles. Si Trump no logra consolidar avances concretos a partir de esta táctica, el riesgo de que la incertidumbre se vuelva en su contra es significativo, erosionando su base de apoyo y debilitando su autoridad política en el mediano plazo.
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*Rafael Navarro-Valls, profesor de honor vitalicio de la Complutense y presidente de la Unión Internacional de Academias Jurídicas Iberoamericanas.
Un grupo de 35 psiquiatras estadounidenses, al principio del primer mandato de Trump, puso en duda la salud mental del nuevo presidente. En una carta remitida al New York Times, advirtieron al país de su "grave inestabilidad emocional", concluyendo que "puede resultar incapaz de servir con seguridad como presidente". No seré yo quien me atreva a desmentir a esos especialista, aunque desconfío de los dictámenes "a distancia". Pero a la hora de un análisis de estos primeros meses del segundo mandato, conviene no olvidar algo que ha recordado Fred Kaplan, finalista del Pulitzer. Me refiero a la llamada The Madman theory (teoría del loco). Su elaboración tuvo lugar en la presidencia de Richard Nixon. También él —como Trump— manifestó a lo largo de su mandato un carácter impulsivo, con reacciones extraordinarias ante estímulos ordinarios, cambios bruscos de carácter y un cierto narcisismo temperamental.