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¿Qué valor tiene la memoria democrática si no luchas contra las dictaduras del presente?
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¿Qué valor tiene la memoria democrática si no luchas contra las dictaduras del presente?

El Gobierno de España se muestra incapaz de reconocer que Cuba es una dictadura, pero se siente autorizado para fijar por ley una memoria democrática obligatoria para los españoles

Foto: Manifestación en Praga en protesta por la situación de Bielorrusia. (EFE)
Manifestación en Praga en protesta por la situación de Bielorrusia. (EFE)

El Gobierno de España se muestra incapaz de reconocer que Cuba es una dictadura, pero se siente autorizado para fijar por ley una memoria democrática obligatoria para los españoles. Y digo yo: ¿cómo va a decidir qué es la democracia española quien no es capaz de ver en Cuba una dictadura cruel e insoportable? Y cuando pongo Cuba, se puede leer Venezuela, Nicaragua o cualquier otro régimen comunista o afín cuya imagen pública aparezca vinculada a la izquierda.

La memoria democrática española o es de todos los demócratas españoles o no será ni democrática ni española.

Lo de que las dictaduras amigas pueden justificarse y las enemigas deben combatirse en nombre de la libertad era propio de la Guerra Fría, de cuando los Estados Unidos reconocían que algunos "hijos de puta" eran sus propios "hijos de puta". Esto es, de cuando para enfrentarse a la URSS, los norteamericanos apuntalaban a personajes tan anacrónicos como Francisco Franco por ser aliados convenientes. Pero ese tiempo cínico ya pasó.

Foto: La presidenta de la CE, en un encuentro entre la UE y China. (EFE) Opinión

En la Unión Europea, hace mucho que se acepta universalmente que la democracia, el Estado de derecho y los derechos fundamentales deben defenderse ante los autócratas de cualquier color político, que no existe legitimidad política sin libertad. Hace mucho que se acepta que el comunismo es tan culpable como el fascismo o el nazismo de los terribles males del siglo XX; no en vano, los actuales políticos de Europa del Este vienen todos de la lucha contra casi 50 años de dictadura comunista. A ellos les indignará saber que un Gobierno precisamente formado con comunistas va a decidir en España qué es democracia legítima y qué no.

Comparto bancada en el Parlamento Europeo con Sandra Kalniete, de Letonia, cuyos padres se conocieron en un gulag en Siberia y se casaron con autorización del director del campo de concentración para pasar juntos una noche al mes en una cabaña helada en la tundra. Sandra nació en ese gulag. Vivió en un campo de concentración soviético, del que la mitad de su familia jamás regresó, hasta su adolescencia. Después, tras años de lucha a favor de la libertad, llegó a ser la ministra de Exteriores que firmó la adhesión de su país a la UE. A Sandra Kalniete nadie ha de explicarle qué es el régimen cubano porque para su desgracia lo conoce desde que nació.

En nuestro país, la división profunda que padecemos entre izquierda y derecha se extiende también al enfoque con que juzgamos las dictaduras de América Latina; en lugar de defender la democracia y la libertad sin miramientos, aquí cada mitad de españoles impulsa a los suyos, aunque no siempre se impongan con limpieza en el poder. Y aún nos sucede algo más inexplicable: gastamos nuestras energías políticas combatiendo a Franco, un dictador muerto hace casi medio siglo, como si él o su obra hubieran resucitado, y ni nos enteramos de los dictadores realmente vivos que, bien cerca de nosotros, están asesinando a nuestros contemporáneos. No a nuestros bisabuelos hace 85 años, sino a nuestros vecinos de ayer, hoy y mañana.

Quiero dejar constancia de que la democracia ​se defiende ante el futuro y no ante el pasado

Este verano se seguirá escribiendo sobre las fosas del franquismo y sobre quienes fueron represaliados en aquellos tiempos, y sin duda resultará necesario, no lo dudo, pero sí lamento que no habrá una línea en la prensa española igual de inflamada de democracia para Viktorya y Anastasiya, por ejemplo. Y su historia, sin embargo, es la historia de millones de jóvenes cuyas vidas están siendo truncadas hoy y cuyo futuro está siendo aplastado en el yunque opresor de una dictadura en un país europeo de hoy: Bielorrusia.

Por eso quiero contarles sus historias. Al menos, lo poco que sabemos de ellas. Será una forma de evitar que sus nombres y sus vidas caigan en el olvido. Quiero dejar constancia de que la democracia se defiende ante el futuro y no ante el pasado.

Viktoryia Hrankouskaya es una estudiante de 25 años. Pertenece al grupo de universitarios que fueron detenidos el pasado 12 de noviembre de 2020, cuando se produjeron las protestas masivas en contra del régimen sanguinario de Lukashenko. Desde entonces, se encuentra en prisión. Se da la circunstancia de que Viktoryia es huérfana desde los dos años. Cuando sus padres fallecieron, tanto ella como su hermano quedaron a cargo de su abuela.

Foto: Marine Le Pen. (EFE) Opinión

La actividad más subversiva que hasta el momento había realizado Viktoriya era ayudar a niños con discapacidad durante su tiempo libre. Tras el famoso robo electoral de Lukashenko, el 'crimen' que cometió esta joven fue recolectar firmas entre sus compañeros de clase para que la universidad no sancionase a los estudiantes que se habían unido a las manifestaciones. Este acto de rebeldía le costó, como a otros miles de jóvenes, la expulsión del centro universitario. Viktoriya estaba tramitando su admisión en una universidad de la República Checa cuando se produjo su arresto. Desde entonces, no ha salido de prisión.

Anastasiya Bulybenka tiene 19 años. Y al igual que Viktoriya, fue detenida el 12 de noviembre, el mismo día que fue expulsada de la universidad. Desde entonces, ha pasado los últimos nueve meses de su vida en prisión.

De cómo Anastasiya fue arrestada sabemos algo más, porque ocurrió en el apartamento en el que convivía con su madre, que fue testigo de su detención. Es la madre quien ha hecho saber que Anastasiya estaba durmiendo en su habitación cuando seis desconocidos se presentaron en el domicilio y entraron por la fuerza. La obligaron a levantarse, la esposaron y se la llevaron. Recuerden, 19 años. Desde entonces, a su madre, Aksana, solo se le ha permitido visitarla una vez, y por un tiempo exacto de 45 minutos.

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Lo que más le rompe el alma a uno, no hace falta ser padre o madre para que duela, es el contenido de la carta que Anastasiya hizo llegar a su madre y en la que le decía que, ese 12 de noviembre en el que fue detenida, salió de casa como una niña, pero que cuando vuelva, si vuelve, lo hará como una adulta.

Anastasiya y Viktoriya son solo dos entre miles. Y su caso está aún a la espera de la decisión de una Justicia que será cualquier cosa menos justa. En la web prisoners.spring96.org se pueden encontrar cientos de historias similares. Como la de Ihar Kapanaika, un militar retirado que decidió ponerse del lado del pueblo y que ha sido condenado a un año y medio de prisión. O la de Yauhen Damaratski, un estudiante de 24 años condenado a dos años de prisión. O la de Aleh Mazhou, atleta de 25 años condenado a tres años de prisión.

O la de Dzmitry Kanapelka, de 37 años, voluntario en la campaña de la oposición, condenado a cinco años de prisión. Son las mismas historias que las de Kira Bajarenka, Siarhei Rozum, Volha Takarchuk, Uladzimir Shynkevich y tantos otros y otros.

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¿Saben qué? Sus nombres son diferentes, pero sus historias no son distintas a las de José Alejandro Márquez, Geraldine Moreno o Kluiberth Roa, de solo 14 años, ¡14 años!, asesinados a golpes y a perdigones en la cabeza en Venezuela. No son distintas a las de Rouhollah Zam, Vahda Seylani, Jasem Heydari o Mostafa Salehi, ejecutados por el régimen iraní.

No son distintas a las de los miles de cubanos que estos días pasados han salido a las calles de toda la isla a protestar contra un régimen que mata de hambre y de falta de libertad. Como Diubis Laurencio, 36 años, asesinado hace una semana por las fuerzas paramilitares de Díaz-Canel, y hasta ahora la única víctima que reconoce el régimen.

Perdónenme, y no son distintas a las historias de nuestros bisabuelos o abuelos que fueron ejecutados en una cuneta por los azules o los rojos durante la Guerra Civil, o de nuestros padres que estuvieron en la cárcel por defender la libertad y la democracia en España. No, no son diferentes. Lo único es que están sucediendo ahora mismo.

Siendo importantísimo guardar memoria de los crímenes del franquismo, es mucho más urgente impedir que esos crímenes sigan produciéndose

Y digo que, siendo importantísimo guardar memoria de los crímenes del franquismo, es mucho más urgente impedir que esos crímenes sigan produciéndose en Europa, o al menos dejar un espacio en las noticias para enterarse de que siguen sucediendo. Malos demócratas seríamos si nuestra democracia solo fuera de memoria y no de ejercicio presente en Bielorrusia, Cuba, Venezuela, Nicaragua o Irán, por mencionar algunos de la lista mundial de inaceptables.

Cuando los oprimidos se revuelven contra los dictadores, el silencio de los demócratas nos convierte en cómplices. No se trata de interferir en asuntos internos de otro Estado, sino de condenar los crímenes contra los derechos humanos cuando se producen. El Gobierno de España puede llamar a Cuba y Venezuela dictaduras sin tener que romper relaciones diplomáticas con ellas. Hubo un tiempo en que España era una dictadura y aquí tuvimos a Franco abrazando a todo un presidente norteamericano como Eisenhower. ¿A que nos habría gustado que entonces los norteamericanos dijesen que España no era una democracia? Pues eso.

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Gracias a la labor del Parlamento Europeo, se está trabajando en una iniciativa para que esos miles de jóvenes bielorrusos que han sido expulsados de sus universidades y a los que se está condenando a la miseria puedan matricularse en otras universidades europeas y continuar con sus estudios. Justo lo que iba a hacer Viktoriya antes de ser detenida.

Con este artículo, me sumo hoy a la petición encabezada por la diputada de la República Checa y buena amiga Mijaela Sojdrova para que la Comisión Europea ponga en marcha un portal único en el que todos estos jóvenes que están siendo expulsados de las universidades y perseguidos por el régimen bielorruso, privándoles de sus estudios, truncándoles su futuro, puedan ser acogidos en la UE, formarse aquí, y prepararse para el día en que Bielorrusia recupere su libertad. Ese debería ser nuestro compromiso. Por nosotros. Y porque mañana podrían ser nuestros hijos.

El Gobierno de España se muestra incapaz de reconocer que Cuba es una dictadura, pero se siente autorizado para fijar por ley una memoria democrática obligatoria para los españoles. Y digo yo: ¿cómo va a decidir qué es la democracia española quien no es capaz de ver en Cuba una dictadura cruel e insoportable? Y cuando pongo Cuba, se puede leer Venezuela, Nicaragua o cualquier otro régimen comunista o afín cuya imagen pública aparezca vinculada a la izquierda.

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