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¿Estáis preparados para un Gobierno del PP y Vox?
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Juan Soto Ivars

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¿Estáis preparados para un Gobierno del PP y Vox?

Hay que plantearse, entonces, y mejor hacerlo con tiempo, si estamos preparados para un Gobierno nacional donde Vox sea parte o apoyo necesario. Si estamos preparados para ese Gobierno... y para esa oposición

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal (i) y su portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros. (EFE)
El líder de Vox, Santiago Abascal (i) y su portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros. (EFE)
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En las encuestas, el PP cabalga mayorías. El azul suprime al rojo en los mapas, pero siempre necesita al verde para gobernar. Esta es la coña de los próximos años. Se plantea un horizonte tremendo para la gente con sensibilidades de izquierdas, más tremendo cuanto más exacerbadas sean esas sensibilidades. Hay que plantearse, entonces, y mejor hacerlo con tiempo, si estamos preparados para un gobierno nacional donde Vox sea parte o apoyo necesario. Si estamos preparados para ese gobierno... y para su reacción.

Y me diréis: para el carro, que no está todo el pescado vendido. Y así es. De aquí a las próximas elecciones, que serán cuando Moncloa lo considere oportuno, pueden cambiar muchas cosas. Pero yo lo abordo de otra forma en mi cabeza: ¿será en esta ocasión o en la siguiente cuando Vox apuntale un gobierno? Porque esto, salvo que el PSOE se decida a prestar algunos de sus votos a una investidura del PP, cosa que no va a ocurrir, parece ser la única posibilidad matemática, para antes o para después.

Foto: La portavoz de Vox en el Congreso, Macarena Olona. (EFE)

La única incógnita es cuándo va a ocurrir. No sé si los fondos europeos o el carisma que algunos ven en Yolanda Díaz serán suficiente para 2023 (o 2022). La subida de la luz y la vivienda, la guerra interna en torno a la ley trans o la reforma laboral, que ya se adivina parcial por estar castrada desde Bruselas, son lastres para la ilusión del elector de izquierdas en los próximos comicios, por no hablar del desgaste: las crisis pasan factura y la covid han sido varias. Por otra parte, en las de Madrid quedó claro que la alerta antifascista se toma, en general, un poco a pitorreo.

Mi apuesta (la hago a oído, no por demoscopia) es que la próxima legislatura la presidirá el PP con apoyo de Vox. Y aunque puedo equivocarme en fechas, y podría pasar en otras elecciones, no creo que me equivoque en el contenido. Inmolado Ciudadanos no hay otra alternativa para la alternancia, igual que no la hubo cuando Sánchez buscó socios y valedores y acabó rodeado por Podemos y los independentistas. Así que lo que ahora traga la gente de derechas, con este gobierno y sus amigos, lo tendrá que tragar la gente de izquierdas antes o después.

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El día siguiente a una victoria del PP que necesite los escaños de Vox, ¿cómo será? Se ha alimentado una alarma, basada en los derechos de las mujeres o las minorías, supuestamente amenazados, que elude una cuestión trascendental: el mismo apesebramiento que la izquierda más auténtica ha visto en Podemos, se verá en Vox si entra en las instituciones. Las instituciones amansan a las fieras, y si no que le pregunten a Alberto Garzón.

Los adversarios acérrimos de Vox y sus más acérrimos fans temen y confían en que ese partido cumplirá sus promesas y será inquebrantable, pero nadie más debería suponerlo. Partimos de la base de que Podemos quería dar la vuelta al calcetín y ha terminado usando pantuflas en Galapagar, junto a la casta: lo razonable es, entonces, pensar que los cruzados de Vox se aclimatarán de la misma forma si terminan apoyando un gobierno del PP como minoría. Después de todo, Abascal ya estaba en el PP cuando el PP gobernaba, apaciguado por carguitos.

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En general, uno es populista hasta que ve los dólares o lo aplasta la implacable máquina del sistema, a no ser, claro, que haya dado un golpe de Estado, o cuente con una mayoría suficiente para destruir el sistema, lo cual que es imposible -hoy por hoy- para los populistas españoles. Les queda entonces la gota malaya, la propaganda y el descrédito de sí mismos: de la misma forma que los de Podemos han estado haciendo feos al rey, bonitos a los presos catalanes y ataques retóricos a los jueces, podrán hacerle feos los de Vox a ciertos presidentes autonómicos, o a ciertos movimientos sociales, y ladrar más de lo que sus escaños les permitan morder. Pero más allá de eso, más allá de la bravuconada, ¿qué?

El caso es que esto dará un poco igual. Todo es simbólico, y si Vox entra a caballo (figurado) en un gobierno nacional o lo valida, la reacción de nacionalismos periféricos y activismos varios va a ser de traca. De la misma forma que ciertos conservadores vagan hoy por los campos dando alaridos por el gobierno presuntamente socialcoumnista, es previsible que los desplazados entren en frenesí. Y la capacidad de movilización de la izquierda y los nacionalismos es algo mayor que la que monta unos escraches cargantes frente a la casa de Pablo Iglesias o chilla "queremos ir a misa" en el Valle de los Caídos. Será un espectáculo digno de verse.

En fin. El agua está helada, pero antes o después nos tocará nadar en ella. Yo lanzo preguntas. Vayan ustedes imaginando las respuestas.

En las encuestas, el PP cabalga mayorías. El azul suprime al rojo en los mapas, pero siempre necesita al verde para gobernar. Esta es la coña de los próximos años. Se plantea un horizonte tremendo para la gente con sensibilidades de izquierdas, más tremendo cuanto más exacerbadas sean esas sensibilidades. Hay que plantearse, entonces, y mejor hacerlo con tiempo, si estamos preparados para un gobierno nacional donde Vox sea parte o apoyo necesario. Si estamos preparados para ese gobierno... y para su reacción.

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