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¿Quién echará de menos a Adriana Lastra?
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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¿Quién echará de menos a Adriana Lastra?

No todos los días queda tan claro que 'leal' es lo peor que se puede decir de ti cuando entregas tu lealtad a según qué proyectos

Foto: Adriana Lastra. (EFE/Fernando Villar)
Adriana Lastra. (EFE/Fernando Villar)
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La lealtad se supone uno de los grandes valores humanos, y según leo en las crónicas de la dimisión de Adriana Lastra, esta era su mayor virtud. Pero, claro, ya se sabe que la lealtad no es un valor absoluto, sino relativo a quien la despierta. Sánchez ha sido un experto en el arte mefistofélico de convertir en vicio la virtud. Pasa con la lealtad: quien sigue a ciegas a ese hombre, quien le hipoteca su propia hacienda, no solo termina sin nada, sino que se arrastra por el fango hasta perder por completo la dignidad.

La hemeroteca es tan cruel con Lastra como lo ha sido ella con la realidad y la política razonable.

A esta hora, mientras escribo y me abro la tercera lata de Mahou en un intento de que las verdaderas razones de su dimisión me provoquen el más mínimo interés, eso sigue siendo objeto de debate. ¿Lastra realmente se ha ido por su embarazo o para que no le hicieran un Carmen Calvo? Bah. En el PSOE de Sánchez se hace raro que alguien salga por una puerta con la cabeza sobre los hombros, pero ¿qué más da?

Foto: Adriana Lastra. (EFE/Archivo/Fernando Villar)
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Mucho más interesante que el motivo cierto de su dimisión me parece constatar cómo Sánchez convierte la lealtad en un vicio detestable. A sus fieles los hace caminar sobre las brasas y luego, cuando nota olor a parrillada, se saca un recambio de la manga. Ábalos, Campo, Calvo, Redondo: quienes lo encumbraron se vieron obligados a tragar por él las ruedas de molino más absurdas y los sapos más nauseabundos, y luego aparecieron en el fondo de un lago con un bloque de cemento a modo de calzado.

La lealtad como rasgo abominable: es lo único que me interesa del tema de Lastra. Ignoro si en esa mujer existe algún talento, pero su apego por Sánchez siempre ha estado fuera de toda duda. Ella fue una de las pocas socialistas (17 cargos en total) que se negaron a despedazar a Sánchez cuando el aparato del partido quiso triturarlo. Lastra personificaba la lealtad. Era leal incluso a esa chaqueta horrenda que llevaba siempre.

Se mantuvo junto a Sánchez en la travesía desértica, conspiró para encumbrarlo, resistió las presiones de los suyos y al final recibió como premio un cargo que claramente estaba por encima de sus aptitudes. Experta en la deglución de marrones, la prueba más diáfana de su lealtad por Sánchez no ha sido que permaneciera junto a él, sino su capacidad increíble para quedar como una pirada cuando tocaba leer un argumentario.

¡Qué cosas ha llegado a decir, llena de convencimiento! ¡Qué absurdas gilipolleces! ¡Qué manera de arrastrarse por el fango para que su líder no tuviera que salir a dar una explicación! Dijo con aplomo barbaridades que ofendían a la inteligencia de un simio levemente evolucionado. Colocada en el atril, defendió como la cosa más obvia discursos surrealistas. Su última hazaña, tal vez la más memorable, el broche a su carrera, fue aquel comunicado leído con voz chulesca, cuando Moreno Bonilla arrasó en Andalucía.

Foto: El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (c), preside una ejecutiva del partido junto a la exvicesecretaria general Adriana Lastra (2d) y el secretario de Organización, Santos Cerdán León (i). (EFE/Javier Lizón)

Ni una palabra autocrítica. Ni una muestra de cortesía. Nada: sanchismo puro. Según iba leyendo Lastra, llena de aplomo, resultaba que el PP había ganado las elecciones andaluzas gracias al PSOE, que había regado con dinero las comunidades autónomas. Y, además, aunque Moreno Bonilla había tumbado a Vox, ¡ahora el PP estaba más cerca de la ultraderecha! Las cosas que hay que decir para ser leal a Sánchez...

En fin, da igual. Adriana Lastra será olvidada mañana. Pero no quiero olvidar del todo la discreta anotación al margen que deja en la historia, porque no todos los días queda tan claro que 'leal' es lo peor que se puede decir de ti cuando entregas tu lealtad a según qué proyectos.

La lealtad se supone uno de los grandes valores humanos, y según leo en las crónicas de la dimisión de Adriana Lastra, esta era su mayor virtud. Pero, claro, ya se sabe que la lealtad no es un valor absoluto, sino relativo a quien la despierta. Sánchez ha sido un experto en el arte mefistofélico de convertir en vicio la virtud. Pasa con la lealtad: quien sigue a ciegas a ese hombre, quien le hipoteca su propia hacienda, no solo termina sin nada, sino que se arrastra por el fango hasta perder por completo la dignidad.

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