España is not Spain
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Alvise Pérez iba para Bukele y se quedó en Gil
El votante medio de Alvise ni es ultraderechista ni retrasado mental: sencillamente, están hartos del sistema, no se informan demasiado y descreen por norma de las verdades consensuadas
Vivimos en un mundo lo bastante raro como para que yo haya pasado dos días discutiendo en Espejo Público sobre la violación de una cabra por parte de un discapacitado intelectual, o para que se discuta si Zorra es una canción denigrante, o para que nadie se atreva a decir qué es una mujer y haya quien paga un alto precio por admitirlo, así que nadie se extrañe por Alvise.
Hasta que Pedro Sánchez lo mencionó en uno de los mítines, la campaña de Alvise Pérez no había salido de los márgenes. Alguna entrevista en estado de alarma, Periodista Digital y algunos canales de YouTube. Ahora, con la friolera de 800.000 votos y más eurodiputados que Podemos, ya no se le puede ignorar. Es hora de hablar de Alvise. Sánchez tiene un nuevo espantajo con el que asustar a su electorado, pero hay algo más.
Lo primero que ha demostrado Alvise es que hay cerca de un millón de votantes a los que los medios de comunicación les influyen tanto como una aspirina a un canceroso. Pero el votante medio de Alvise ni es ultraderechista ni retrasado mental: sencillamente están hartos del sistema, no se informan demasiado y descreen por norma de las verdades consensuadas. Se aburren y quieren ver el mundo arder, pero no nos pongamos apocalípticos.
Contando con que el 51% de los electores no votó en las europeas, cualquier resultado de las europeas debería situarse en el frigorífico a la hora de sacar grandes conclusiones. Las europeas son a la expresión popular lo que el Benidorm Fest a Eurovisión. En las europeas la gente vota por votar. Prueban. Y la prueba es que Ruiz-Mateos sacó dos eurodiputados en 1989.
Alvise, sin embargo, me interesa. Lo que dice de nosotros es poco, pero hay un capítulo de Black Mirror donde un muñeco azul gana las elecciones. Su gasolinera electoral ha sido un canal de Telegram con medio millón de fans. Alvise los llama “ardillas” y ellos le llevan bellotitas informativas que él utiliza como le viene en gana: por ejemplo, la foto de un periodista y un político en un restaurante de lucecitas, o de un concejal devorando sus propios excrementos. Para Alvise la información es un poder de extorsión.
Se ha comportado en redes sociales como un matón de colegio. A una orden suya en Telegram, miles de ardillitas se lanzan al escarnio de quien amargue el café del líder. No sé yo cómo llevará ahora Alvise el escrutinio normal de los políticos, si no aguantaba que le insulten en Twitter como a mí. De cualquier forma, el comportamiento sectario de una parte de sus seguidores no debería distorsionar la imagen de fondo: siempre ha existido en España una parte del electorado tocapelotas o antisistema.
Un día votaron a Podemos, otro día a Vox, lo mismo que ahora han votado a Alvise.
En su discurso de celebración, en la discoteca Cats, dijo que los tres sueldos de eurodiputado los va a rifar entre sus seguidores, estilo Nescafé. Parecía un gitano en una feria: ninguna persona con el sentido estético mínimamente desarrollado podría creer semejante vendemotos, pero los electores toman decisiones por los motivos más peregrinos. La gente ha llegado a votar a Pedro Sánchez porque le preocupa la pobreza en España.
En el sentido de las aspiraciones, Alvise quiere venderse como un Bukele. Anuncia que abrirá un inmenso presidio a las afueras de Madrid para meter a pandilleros y políticos corruptos. Tal cual: hace falta ser imbécil para creérselo, pero no se le puede negar un carisma como el de Ruiz-Mateos, y por eso muchos jóvenes votaron a Alvise viendo en él Milei, cuando no lo contratarían ni en Tecnocasa.
Como Ruiz-Mateos en 1989, Alvise necesita inmunidad. Lo ha admitido él mismo abiertamente: ha dicho que quiere el privilegio porque si no la casta lo destruirá por exponer sus miserias, pero no ha hecho otra cosa que intentar adaptarse a la casta sin éxito. Estuvo en UPyD, luego asesoró a Toni Cantó en Ciudadanos y después fue asesor de Vox, partido con el que terminó a palos y de cuyos dirigentes (dicen) posee algunas grabaciones y documentos peligrosos.
En Vox también tienen material contra él, pero ese material, en caso de existir, sería inútil. Alvise caerá como ha subido: por sus propios medios. Cualquier revelación les resbalará a los seguidores de Alvise. Han suspendido su sentido crítico mientras dure la fiesta de Se acabó la fiesta. Y si en un futuro Alvise llegase a ser una opción con acceso al poder real, entonces yo bebería cerveza, porque las sociedades siempre merecen a quien eligen.
Estamos muy lejos de esto. Sobre Alvise hará alguien una docuserie en el futuro, como las hicieron sobre Ruiz-Mateos o Jesús Gil.
Vivimos en un mundo lo bastante raro como para que yo haya pasado dos días discutiendo en Espejo Público sobre la violación de una cabra por parte de un discapacitado intelectual, o para que se discuta si Zorra es una canción denigrante, o para que nadie se atreva a decir qué es una mujer y haya quien paga un alto precio por admitirlo, así que nadie se extrañe por Alvise.
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