María Jesús Montero en lo de Évole: aquí está el cuñado que Andalucía necesita

En 2026 hay elecciones en Andalucía y el PSOE quiere que los andaluces olviden que Montero es la que les pega las clavadas de impuestos. Évole le presta 120 minutos de programación en La Sexta. Dos días de grabación en una agenda presuntamente muy ocupada de ministra. Luego son todo voces y poner morros. Es una cosa inenarrable. Lo he tenido que ver porque me pagan por esto.

Es más fácil hacer subir a Mahoma a la montaña que conseguir que María Jesús Montero se humanice. Si querían que caiga bien la ministra de Hacienda, que hubieran bajado el IRPF. En la primera grabación llevaba Montero una chaqueta galáctica y en la segunda una camisa estampada de pavo real. Me la imagino poniendo morros y firmando doce fusilamientos.

Me daba igual lo que dijera. Dijo que ella quiere a Puigdemont en España y que Pedro es lo mejor, era un raca-raca interminable. Me quedé pensando: es el cuñao hecho mujer. La simpática que te cae mal desde el saludo. La que compra algo en el Desigual del aeropuerto y dice "especial". La que baila en una boda con la punta de la falda en los dedos y un vaso de tubo.

La cosa empieza con tres monjas negras amasando un dulce y una camarera que se lo lleva a la mesa. María Jesús Montero ya está hablando ahí como un sacamuelas. Va a decir muchas cosas en dos horas, lo más valioso de la entrevista es ese instante: es la señora que no mira a la camarera. La que no le da ni las gracias.

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-Lo han hecho unas monjas-, dice Évole.

-Seguro-, exclama ella, y sigue con su rollo. "Hay que escuchar, señor Évole", le dirá una hora después, tocándose la oreja. Pero no la imaginas escuchando nunca, ahí está la clave. Ni leyendo un libro, ni en silencio. Como la imaginas es en el cine, una película de verano de Leo Harlem y ella charla en voz alta con su amiga en la fila de atrás. Y le dices "ssssh" y te mira ofendida.

Le dice a Évole que no sale nunca de fiesta y que vive en el Ministerio. Duerme allí. No tiene tiempo para nada, dice, pero a Évole le ha dado dos días seguidos para que haga su entrevista, y ahí la tienes.

También dice que no le gusta que la gente defraude a Hacienda ni que violen a las mujeres, así que Shakira y Plácido Domingo la han decepcionado. Y suelta que ella no podría ser pareja de un defraudador a una muy fina pregunta de Évole. No miro a nadie. Es un poco todo así.

Me recuerda a la funcionaria que aparece en su cubículo hablando con otra compañera de sus cosas y te atiende media hora tarde porque estaba tomándose el café a las once de la mañana. La que teclea con dos dedos, uñas rosas, en el Pentium, y hace sonar las pulseras de plástico y los abalorios, y te suelta con desprecio que te falta un papel, y te lo dice como si fueras el hijo tonto de su prima.

La primera parte de la entrevista está dedicada a que se muestre muy andaluza y muy mujer ocupadísima; la segunda parte está dedicada a que adore a Pedro Sánchez y disculpe los pactos con Puigdemont y diga que la corrupción del PSOE no existe. Punto. Évole le tira balones, le pregunta cómo se siente ante las cosas. Ella le dice que lo que la caracteriza más es la sinceridad y la honestidad.

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Es la que se toma confianzas contigo tras el saludo y te dice "cariño" y te agarra del brazo y te incomoda. La que te suelta el rollo y tú, por amable, tratas de decir algo, pero no te deja terminar la frase, y sigue justo por donde se había quedado. Es la que te dice a ti las cosas más importantes que vas a oír en tu vida y no ves el momento de darle esquinazo. Habla con la barbilla en ristre, como una lanza.

Dice que los cinco días de reflexión de Sánchez son el acto de honestidad más transparente que hemos visto en la historia de España. Como le parece poco lo que ha dicho, añade que algo tan histórico no lo vamos a volver a vivir "en la historia de España ni en la historia de los países europeos". Así, como lo cuento.

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Entonces Évole le pide una palabra que resuma todo lo que es Pedro y ella da dos, porque una es poco: "Decidido, valiente". Porque "Cristo de Medinaceli" eran tres, contando la preposición. Es mandona hasta para contestar.

-¿Quién influye más en la vida de los españoles, Ana Patricia Botín o usted?

-¡Ay, Yordi, yo espero que yo!

"Yo espero que yo", resume toda la entrevista.