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Luis García Montero y la crema de la intelectualidad
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Carlos Prieto

Animales de compañía

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Luis García Montero y la crema de la intelectualidad

La izquierda madrileña recurre a la cultura para apaciguar sus filas e intentar reconquistar Madrid

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He aquí dos lecciones políticas del quilombo preelectoral dePSOEeIU en la Comunidad de Madrid (CAM). 1) Los intelectuales valen lo mismo para un roto que para un descosido. 2) Desde 1977, todas las crisis políticas españolas tienden a resolverse gritando fuerte la palabra mágica… ¡Consenso!

Ambos partidos amenazaban conquebrardebido a los follones internos... cuando llegaronal rescate losintelectuales de consenso (Ángel Gabilondo/Luis García Montero), capacesde transformar la escisión en el prietas las filas. ¿Tiene usted problemas internos en casa, en el bar o en la oficina? Ponga un intelectual de consenso en su vida. Como si Gabilondo y Montero estuvieran por encima del bien y del mal, demasiado volcados en la creación etérea como para caer en asuntos tan prosaicos como la cuchillada partidista. Inmaculados por la renovación.

Como cohesionador interno el intelectual de consenso ha resultado ser de una eficacia política fulminante

Más allá de la coyuntura electoral, la elección de Luis García Montero como candidato electoral de IU a la CAMda pie para recordar algunos episodios pintorescos de la relación intelectuales/política.

Que la narración consensuada diga que el socialista Enrique Tierno Galván –popularmente conocido como el viejo profesor– fue el mejor alcalde de Madrid, no significanecesariamente que la fórmula del intelectual de izquierdas sea infalible. Ejemplo de política ficción: si un clon perfecto de Tierno Galván se presentara ahora a alcalde de Madrid por el PSOE, quizás se metiera el trompazo del siglo. Ergo: ya puede uno ser ungenio que cuando los partidos entran en barrena necesitan algo más que un candidato fetén. Algunasencuestas, de hecho, colocan al PSOE en tercera posición tras PP y Podemos en la CAM,yaIUal borde del 5% del voto(al borde, por tanto, de mutar en fuerza extraparlamentaria).


Se lo advertimos desde ya a Luis García Montero: la política de partidos tiene una lógica internaenrevesada. En efecto, las cosas de los partidos resultana vecestan arbitrarias como incomprensibles (no importala cantidad de libros que haya leído uno en su vida).Es más: haberleído centenares de libros sobre la enrevesada lógica interna de los partidostampoco sirve de mucho: recuerdenel dantesco casodel prestigioso politólogo canadiense Michael Ignatieff, cuyo salto a la arena política acabó en debacle de dimensiones bíblicas.

Así que ahí van tres obviedades. 1) Ser muy culto no le convierte a uno automáticamente en un buen político (aunque quizás si en uno dispuesto a emplear parte de su energía encuestiones culturales). 2) Ser un gañán no le convierte a uno automáticamente en un mal político (aunque quizás sí en uno al que le traesin cuidado lo cultural). 3) Los políticos de izquierdas no son necesariamente más cultos que los políticos de derechas (aunque es innegable que las relaciones izquierda/cultura en la España democrática han tendido a ser más fluidas/menos tormentosas que las relaciones derecha/cultura).

Libros no, gracias

Hablamos, por tanto, de un tema con muchos matices y contradicciones, como se aprecia revisandoel perfil culturalde nuestros ex presidentes.Ni sus enemigos políticos más irracionales podrán negar que Adolfo Suárez tenía al menos dos virtudes políticas: encanto personal e instinto para tomar decisiones por la vía rápida. Igualmente, ni los groupies más desaforados de Suárez podrán negar que el ex presidente tenía la cabeza llena de serrín. Suárez no se leyó entera ni la tapa de un libro durante su mandato. “Su desdén por la cultura y por aprender cosas que luego sirvieran para el ejercicio de la política fue tan notorio, que cabe preguntarse si entre sus preocupaciones estaba la de superar su ínfimo nivel cultural, evitándose levantar sospechas… A una persona de estas características se le exige para triunfar, además de un encanto personal –al que él debió posiblemente el 70 por ciento de su carrera-, una gran sensibilidad para percibir dónde está el poder y cómo llegar a él”, escribió Gregorio Morán en Adolfo Suárez. Ambición y destino.

Ser un gañán no le convierte a uno automáticamente en un mal político

La paradoja está en que el iletrado Suárez logró neutralizara la beligerante maquinaria cultural del Partido Comunista tras engatusar a Santiago Carrillo. Puede que Suárez fuera incapaz de leerse un libro entero, pero de tonto no tenía un pelo.

José María Aznar, por su parte, logró el más difícil todavía para un político de derechas: que la intelectualidad comiera de su mano durante su primera legislatura(entre 1996 y 2000, antes de que la mayoría absoluta le hiciera perder la chavetay acabarapor soliviantara todo el espectro cultural...y a todo el país en general).Su esfuerzo le costó: es posible que ningún otro presidente democrático haya leídotantos libros y haya organizadotantos saraos culturales en Moncloa. Por no hablar de su mano anchísimacon las subvenciones. Arrimarse a la cultura fue una cuestión estratégica para Aznar, que envidiaba el consenso cultural hegemónico alcanzado por el PSOE.


La paradoja histórica surge al mentar a uno de los escritores que pasó por la bodeguilla aznarista esos años: el poeta Luis García Montero. O al menos eso cuenta Aznar en uno de sus libros de memorias, El compromiso del poder (Planeta, 2013),donde ponía como ejemplo de sus fluidas relaciones con la cultura un acto de 1997 en la casa-museo de Federico García Lorca: “Luis García Montero realizó una bonita introducción y quedó lanzada la iniciativa de hacer de 1998 el año de Lorca”.

De Mariano Rajoy, por cierto, mejor ni hablamos: hacer un perfil cultural del actual presidente es misión imposible. Ni se le conocenaficionesculturales ni hamostrado el más mínimo interés por la culturaen toda la legislatura. Lo fascinante es que Rajoy llegó a ser ministro de Cultura durante el aznarato, que es un poco como poner aChiquito de la Calzada al frente de unMinisterio de laSeriedad.

Que la política y la cultura son dos mundos autónomoslo demuestran las palabras de algunosex ministros intelectuales.Como este aforismo de Ángel Gabilondo: “La obsesión por el poder es un síntoma de debilidad” (sin comentarios). O esta declaración de César Antonio Molina tras salir rebotado del ministerio de Cultura y escribir un ensayo sobre las tensiones política/cultura: “La política busca el poder y los intelectuales son un contrapoder. Al intelectual se le destruye incorporándolo a una ideología y retirándole la independencia”.En efecto, uno tarda en escribir eso lo mismo que en decir “sí, por dios” cuando le vuelven a llamar para ocupar un ministerio. Criaturitas.

Para rematar, unamuestra de hasta dónde tiene que rebajar el verboel intelectual para ganarse el cariño de los ciudadanos como político. He aquí la frase más célebre pronunciada nunca por un intelectual (Tierno Galván) con mando en plaza: “¡Rockeros:el que no esté colocado, que se coloque... y al loro!”. Mítico, sí. Y luego que si Pablo Iglesias espopulista…

Pues eso, al loro, intelectuales: para triunfar en política no basta con ser viejo profesor,hay que ser también viejo zorro.

He aquí dos lecciones políticas del quilombo preelectoral dePSOEeIU en la Comunidad de Madrid (CAM). 1) Los intelectuales valen lo mismo para un roto que para un descosido. 2) Desde 1977, todas las crisis políticas españolas tienden a resolverse gritando fuerte la palabra mágica… ¡Consenso!

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