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"Tras separarme no logro pasar página porque me siento culpable"
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Luis Muiño

El consultorio psicológico del siglo XXI

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"Tras separarme no logro pasar página porque me siento culpable"

Un lector pregunta a nuestro experto qué puede hacer para deshacerse de ese sentimiento que arrastra desde la etapa que vivió con su expareja

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Tengo 50 años, estoy separado desde hace tres años, desarrollo una profesión liberal por cuenta propia que me va razonablemente bien. Durante mi vida en pareja la convivencia no fue buena, no hubo realmente un proyecto común de vida a pesar de haber pasado veinte años juntos y tener tres hijos. En este periodo de separación he empezado a valorar de manera distinta a mi expareja, de ser conscientes de algunas posturas inmaduras por mi parte y en el fondo tengo bastante sentimiento de culpa. No estoy consiguiendo llevar una vida razonable, a pesar de tener una situación económica y profesional cómoda. Lo que antes idealicé como una vida 'single' con muchas posibilidades me ha llevado a la realidad de una vida solitaria, echando de menos a mis hijos y tener un sentimiento de culpa latente que no me permite pasar página a la etapa anterior. Gracias anticipadas. Saludos

Hola. Lo primero que quiero ayudarte es a racionalizar ese sentimiento de culpa paralizadora que sientes. En otro artículo de este Consultorio cité a psicólogos que analizan lo limitador que puede resultar ese sentimiento. Échale un vistazo y enseguida te doy ideas para trabajar esa sensación en tu caso concreto.

Ley de asimetría hedónica

La primera es recordarte que decidiste dejar a tu pareja utilizando el tipo de razonamiento que todos utilizamos porque forma parte del "software mental" humano. Todos somos, por ejemplo, desagradecidos emocionales: cuando nos acostumbramos a los beneficios de una pareja dejamos de valorarlos. Sin embargo, las renuncias nos siguen desagradando siempre.

A veces los humanos tratamos nuestros pensamientos como las vacas su alimento: les damos vueltas sin acabar de digerirlos

La pareja es "una reunión de dos personas que se juntan para resolver problemas que no tendrían si no estuvieran juntos" y en su valoración emocional entra en juego lo que el psicólogo Nico Fridja denominó "Ley de la asimetría hedónica". En 'The laws of emotions' recopila investigaciones que muestran que las emociones placenteras se diluyen antes que las desagradables: nos acostumbramos rápidamente a la alegría, pero no a la tristeza. Por eso las positivas tienen menos intensidad y duran menos que las negativas. La felicidad tiende invariablemente a desteñirse volviéndose neutra, el placer tiene que ver siempre con el cambio y desaparece con la satisfacción continua. Por eso es tan fácil idealizar la vida en solitario cuando vivimos en pareja y atravesamos una mala etapa.

Utilizaste para tu decisión, además, otro sesgo psicológico inevitable. Siempre juzgamos nuestro grado de felicidad en función de nuestra experiencia anterior. El "cero" de nuestra escala de valoración emocional son nuestros sentimientos en el pasado. A partir de ahí, si las cosas empeoran, calificamos con negativos. Si mejoran, con positivos. Pero si siguen igual —aunque estén muy bien— las clasificamos como normales.

"Cada capítulo es mejor que el anterior"

El psicólogo Allen Parducci, uno de los grandes defensores de esta teoría contextual, nos recuerda que una persona puede acostumbrarse a vivir en una pareja nutritiva y estimulante y considerar ese fluir vital como “lo normal”. De ahí a pensar que necesita una experiencia diferente y mejor para ser feliz hay un paso. C.S.Lewis, en 'Las crónicas de Narnia', imagina el cielo como un lugar en el que las cosas buenas aumentan continuamente, donde la vida es una historia sin fin, "en la que cada capítulo es mejor que el anterior". Aunque evidentemente se trata de una teoría fantástica, todos caemos alguna vez en el error cognitivo de pensar que nuestra vida puede ser así y buscar mejorar cualquier estado de ánimo.

En el mundo de las relaciones, aplicamos habitualmente estos dos sesgos cognitivos para tomar decisiones. Lo habitual es analizar el estado de nuestra relación fijándonos solo en lo negativo y esperando que nuestra satisfacción se renueve continuamente. Puede ser una buena estrategia si lo aplicamos a lo que realmente nos importa, lo que ocurre es que habitualmente no sabemos priorizar. El psicólogo Robert Sternberg, catedrático de la Universidad de Yale, intentó definir cuáles eran esos factores realmente decisivos para la mayoría de las personas. Su conclusión es que se podían agrupar en tres variables: intimidad, pasión y compromiso.

Quizás buscar tus pequeños trucos cotidianos para dejar de ser circular en tu análisis y empezar a mirar hacia adelante te ayudaría

El primero se relaciona con la sensación de apoyo emocional que proporciona la otra persona: deseo de estar juntos cuando el otro nos necesita, felicidad de compartir experiencias, química intelectual, sentido del humor que vibra en la misma onda, etc. La pasión tiene que ver con la activación erótica que el otro nos produce, esté o no esté presente la actividad sexual. El compromiso, por último, se asocia a capacidad de hacer planes conjuntos, mirando juntos hacia el futuro. Esta dimensión se traduce en que las dos personas dedican fuerzas y tiempo a los objetivos vitales que comparten. Según tu email, este es quizás el factor que falló.

Cambia culpabilidad por responsabilidad

Pero lo que te recomiendan muchos psicólogos es volver a darle una vuelta a tu decisión cuando te hayas quitado de encima la culpabilidad. Si te basas en una teoría consistente como la de Sternberg, es posible que descubras que tu decisión estuvo más fundada de lo que crees. En todo caso, la racionalización será el primer paso para adoptar la actitud que demanda el terapeuta Albert Ellis: cambiar culpabilidad por responsabilidad. La culpa que te está dominando es un sentimiento inútil que nos hace dudar de nuestro sentido vital. Es, además, un sentimiento autocomplaciente: nos permite amargarnos tranquilamente sin hacer nada por el mundo. No ayudará a nadie: ni a ti mismo ni a aquellos a quienes crees haber hecho daño.

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La responsabilidad, sin embargo, sí puede echarte una mano a ti y a los que te rodean. Este fenómeno psicológico nos lleva a estructuras mentales racionales que nos motivan a hacer algo para mejorar nuestros inevitables errores y continuar trabajando para cumplir nuestro sentido vital. Para dejar de ser culpables inmovilizados por el peso de la culpa y pasar a ser personas que se responsabilizan y cambian el mundo, el psiquiatra Ronald Laing recomendaba analizar qué expectativas creemos haber decepcionado ¿Te sientes mal por haberte fallado a ti mismo o por defraudar los intereses de los demás? En 'Self and others', este autor afirmaba que las personas sanas solo se sienten desasosegadas cuando incumplen sus expectativas sobre sí mismos. Laing te recordaría que desilusionar a los demás porque no has atendido sus intereses egoístas es parte de la coherencia de comportamiento.

Todos somos desagradecidos emocionales: cuando nos acostumbramos a los beneficios de una pareja dejamos de valorarlos

Por último, el psicólogo Aaron Beck te sugeriría que para ir diluyendo la culpa paralizante es esencial que salgas del "Pensamiento Rumiativo". A veces los humanos tratamos nuestros pensamientos como las vacas su alimento: les damos vueltas sin acabar de digerirlos. Y eso hace que en vez de usar el pasado para tener mejor futuro, lo utilicemos para paralizarnos sumergidos en la culpa.

Beck utilizaba técnicas de parada de pensamiento para evitar este efecto. Quizás buscar tus pequeños trucos cotidianos para dejar de ser circular en tu análisis y empezar a mirar hacia adelante te ayudaría. Eres producto de tu pasado, pero no tienes por qué ser su prisionero. Estos autores te recuerdan que la liberación vendrá cuando empieces a pensar menos en lo que pasó y a actuar más para mejorar tu vida y la de aquellas personas a las que quieres.

Tengo 50 años, estoy separado desde hace tres años, desarrollo una profesión liberal por cuenta propia que me va razonablemente bien. Durante mi vida en pareja la convivencia no fue buena, no hubo realmente un proyecto común de vida a pesar de haber pasado veinte años juntos y tener tres hijos. En este periodo de separación he empezado a valorar de manera distinta a mi expareja, de ser conscientes de algunas posturas inmaduras por mi parte y en el fondo tengo bastante sentimiento de culpa. No estoy consiguiendo llevar una vida razonable, a pesar de tener una situación económica y profesional cómoda. Lo que antes idealicé como una vida 'single' con muchas posibilidades me ha llevado a la realidad de una vida solitaria, echando de menos a mis hijos y tener un sentimiento de culpa latente que no me permite pasar página a la etapa anterior. Gracias anticipadas. Saludos

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