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Un 'bestseller' dice que la ciencia demuestra la existencia de Dios. No tan deprisa
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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Un 'bestseller' dice que la ciencia demuestra la existencia de Dios. No tan deprisa

El ensayo 'Dios, la ciencia, las pruebas' sostiene que hay evidencias científicas que prueban que hay un ser divino. Es uno de los libros más estúpidos de los últimos tiempos

Foto: La ‘Creación de Adán’, una escena de la Capilla Sixtina.
La ‘Creación de Adán’, una escena de la Capilla Sixtina.

¿Puede demostrarse científicamente la existencia de un ser divino? Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución (recién publicado en España por la editorial Funambulista) sostiene que los últimos avances científicos así lo sugieren.

Su punto de partida es intrigante: tras la revolución científica del siglo XVI, afirman sus autores, casi todos los descubrimientos de la ciencia, como el heliocentrismo, la edad de la tierra o la selección natural, “parecían converger para atacar los fundamentos de la creencia en Dios y socavar los pilares de la fe”. Eso, unido al aumento de la riqueza que, en los últimos siglos, ha impulsado el avance tecnológico, hizo que muchas personas abandonaran la religión sin pensárselo demasiado. Simplemente, porque esta ya no parecía necesaria para comprender el funcionamiento de la vida y el universo.

placeholder Portada de 'Dios, la ciencia, las pruebas'.
Portada de 'Dios, la ciencia, las pruebas'.

Sin embargo, sostienen los autores, parecería que nuevos descubrimientos científicos están revirtiendo esa tendencia: muchos de ellos —vinculados a la termodinámica, la teoría de la relatividad o el Big Bang— más bien tienden a demostrar la existencia de un ser sobrenatural que puso en marcha el universo en el que vivimos. Su libro pretende reforzar este argumento con una larga sucesión de pruebas científicas. Pero también denuncia que, si los ciudadanos nos negamos a aceptarlo, es porque nos encontramos presos del “materialismo” que domina el mundo intelectual. Nuestra “ideología” es “un obstáculo a la aceptación de la verdad y al examen sereno de las pruebas capaces de revolucionar nuestra concepción del mundo”.

Dios, la ciencia, las pruebas es uno de los libros más estúpidos que he leído en mucho tiempo.

Un éxito en Francia

Sin embargo, tuvo mucho éxito en Francia. Publicado por una editorial en la que abundan los títulos relacionados con la espiritualidad, la comunicación extrasensorial y las dietas milagro, fue objeto de una intensa campaña facilitada por el hecho de que uno de los autores es hermano de Vincent Bolloré, presidente del enorme conglomerado mediático francés Vivendi y principal promotor de la carrera de Éric Zemmour, el candidato presidencial situado a la derecha de Le Pen. Otros medios conservadores, como Le Figaro o la revista del corazón Paris Match, también se entusiasmaron con la posibilidad de que la ciencia demostrara la existencia de Dios. Pero algunos medios católicos, como La Croix, denunciaron que el libro era “un error tanto científico como religioso”. Se trata de la típica polémica mediático-intelectual francesa. Y, como tantas veces sucede, esta dice mucho de nuestro mundo actual, pero nada sobre la calidad de los argumentos de quienes la inician.

Porque Dios, la ciencia, las pruebas está lleno de disparates. Por ejemplo, hace un listado de los científicos que, con sus hallazgos, contribuyeron a transmitir que la ciencia hacía innecesaria la religión. Entre ellos están nombres como Copérnico, Galileo, Newton o Darwin, pero también dos que no pueden considerarse de ninguna manera hombres de ciencia: Karl Marx —un sociólogo que nunca utilizó el método científico— y Sigmund Freud —en esencia, un escritor de ficción—. Sin embargo, esa inclusión les permite afirmar de manera asombrosa que la caída de la Unión Soviética y el descrédito de las teorías psicoanalíticas son, también, un indicio de la existencia de Dios.

placeholder Michel-Yves Bolloré, uno de los autores de 'Dios, la ciencia, las pruebas'. (Bruno Gasperini)
Michel-Yves Bolloré, uno de los autores de 'Dios, la ciencia, las pruebas'. (Bruno Gasperini)

Pero no es solo eso. Según los autores, los materialistas sostienen que “el bien y el mal se pueden decidir democráticamente, sin límite alguno”, lo que significa que los ateos carecemos de ética individual. Denuncian que los materialistas inventaron teorías alternativas para desacreditar aquellas que consideraban equivocadas porque tenían en cuenta la existencia de Dios: es decir, les reprochan que hicieran lo que deben hacer los científicos, elaborar teorías. Cuentan con algún apoyo científico, aunque este no parece muy entusiasta: “Aunque [la] tesis general [del libro] no me aporta una explicación suficiente, acepto su coherencia”, dice en el prólogo el premio Nobel Robert Woodrow Wilson (que, según L’Express, se arrepintió de haberlo escrito tras reconocer no haber leído el libro entero). El prólogo de la edición española es aún más desconcertante: lo escribe Elvira Roca Barea, que reconoce ser no creyente y, por supuesto, no es científica.

Los autores del libro afirman que la caída de la URSS y el descrédito de las teorías psicoanalíticas son, también, un indicio de la existencia de Dios

Más delirante aún es la segunda mitad del libro, en la que los autores abandonan los argumentos científicos y pretenden demostrar la existencia de Dios por otros medios. Así, por ejemplo, la historia del pueblo judío —“su regreso a Palestina, las profecías que lo acompañan, las guerras relámpago inesperadas, la cantidad y notoriedad de sus intelectuales”, entre otras singularidades— no puede responder a “un relato materialista” y es una probable prueba “de la existencia de un dios”, una conclusión que, dicen, puede resultar “perturbadora para los lectores occidentales impregnados de racionalidad laica y de igualitarismo puntilloso”. Luego está el capítulo: Fátima: ¿ilusión, engaño o milagro?, que considera que “el tema de los milagros puede y tiene que ser abordado racionalmente”. Y concluye que, cuando se produce una transgresión de las leyes científicas, eso no debe ser un acicate para intentar elaborar nuevas teorías que nos permitan comprender mejor esas leyes, sino que “debe llevar a un espíritu racional a quedarse con la explicación más simple, a saber, la existencia de un dios todopoderoso”. Para acabar, vuelta a la ética: “si usted retrocede de horror ante la idea de herir a un alma inocente, es porque la voz de Dios resuena en su alma”. Lo que significa que los ateos no pueden horrorizarse ante la idea de infligir daño a un inocente o que los creyentes nunca infligen daño a inocentes. Los ejemplos de lo contrario son tantos que es estéril mencionarlos.

¿Es necesario que la ciencia respalde la fe?

Dios, la ciencia, las pruebas dice mucho de nuestro tiempo: quiere vestir de racionalidad lo que es una legítima creencia religiosa, y quiere convertir en un asunto religioso lo que son legítimas opiniones políticas conservadoras. Para todo aquel que tenga curiosidad por los complejos vínculos entre ciencia y religión, este libro es una enorme pérdida de tiempo que, por supuesto, no demuestra que la ciencia pruebe la existencia de Dios. Y más allá de eso, ¿realmente un creyente necesita que la ciencia demuestre la existencia de Dios? Como ateo, no tengo una respuesta convincente a esta pregunta. Pero, en todo caso, la existencia o no de Dios es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de obras como esta.

¿Puede demostrarse científicamente la existencia de un ser divino? Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución (recién publicado en España por la editorial Funambulista) sostiene que los últimos avances científicos así lo sugieren.

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