El erizo y el zorro
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Huir de una revolución comunista también puede ser gracioso
Las 'Memorias' de Teffi destacan por su ironía y su capacidad para hacer que el drama más tremendo parezca una escena teatral hilarante
Moscú, 1918. Parece ya un hecho que la revolución bolchevique va a triunfar. Los periódicos críticos han sido cerrados, las tiendas están vacías y muchos trabajadores y campesinos se han convertido en comisarios que juzgan si quienes ellos consideran reaccionarios pueden seguir vivos o deben ser ejecutados. La vieja aristocracia que acumuló riquezas durante el tiránico régimen de los zares intenta reunir todas sus pertenencias —la ropa, las joyas, el dinero en efectivo— y huir del país. Para lograrlo hay que sobornar a militares y policías, coger trenes con destino incierto y confiar en la suerte.
Entre estos aristócratas está Nadezhda Alexándrovna Lójvistskaya, descendiente de una rica familia de San Petersburgo y escritora de 46 años que firma con el pseudónimo de Teffi. Es una celebridad nacional gracias a sus obras de teatro y los relatos y artículos que ha publicado en las revistas literarias de mayor tirada del país; su éxito es tal que incluso se comercializan dulces y perfumes con su nombre. Cuando la catástrofe parece inminente, se une a un pintoresco grupo formado por otros escritores, un par de empresarios teatrales y algunas actrices que pretenden salir de Rusia con la excusa de que han sido contratados para actuar en Kiev, Ucrania.
Será muy arriesgado. Sin embargo, Teffi tiene suerte. Es sabido que al zar Nicolás II le gustan sus cuentos y artículos, lo cual no es muy prometedor para su objetivo. De hecho, una joven artista ha sido detenida por leer en público uno de sus cuentos. Pero por suerte, el juez que debía decidir si eso era un delito antirrevolucionario recuerda que a Lenin también le gustaba la autora y que, por lo tanto, esta puede ser tolerada. Al menos, por el momento.
Este es el arranque de las memorias de Teffi, publicadas originalmente en 1928 y que
La primera impresión al llegar a Kiev fue que la ciudad era “una fiesta”. Había comida en las tiendas, teatro, danza, champán. Pero todo era un espejismo. “Un revuelo demasiado agitado, demasiado ansioso para tratarse de una alegre fiesta. En este revuelo hay inquietud y temor”. De hecho, dice, la sensación de alivio resultó falsa. Era como estar en una sala de espera, porque la revolución también acabaría llegando allí. Así, el viaje de huida tuvo que seguir. Pero ¿podría volver algún día a San Petersburgo o Moscú y a la vida alegre y acomodada que había disfrutado allí?
El humor negro
Teffli era una escritora ambigua. Sin duda pertenecía al antiguo régimen, pero en algún momento simpatizó con la revolución. En una de las mejores escenas del libro, ve cómo un rico humilla a un camarero en un restaurante y se da cuenta de que, para los comunistas, esa actitud arrogante e intolerable sería mejor propaganda que los carteles bolcheviques y la retórica sobre el capitalismo internacional. A veces animaliza a los comunistas: de una comisaria política que casi les fusila en un pueblo dice que, de no haber llegado la revolución, “te habrías arrastrado míseramente hasta los treinta años y entonces, a lo mejor, te habrías ahorcado con algún tirante viejo o te habrías envenenado con betún, y ese habría sido el final de tu historia. Pero ¡qué suntuoso festín te ha deparado el destino!”.
Teffli era una escritora ambigua. Sin duda pertenecía al antiguo régimen, pero en algún momento simpatizó con la revolución
Con todo, lo mejor del libro es su humor negro. Lo parodia todo. Incluso a sí misma. También a los exiliados, los judíos que les acogen en su camino, los soldados muertos de hambre y los actores y escritores pagados de sí mismos que creen que su condición de artistas debería eximirles de cualquier sufrimiento.
Hay muchos libros sobre el terrible régimen zarista y el atroz bolchevismo. Pero las Memorias de Teffi destacan por su ironía y su capacidad para hacer que el drama más tremendo parezca una escena teatral hilarante. En otra de las mejores escenas, cuenta cómo una aristócrata agujerea un huevo crudo y mete en él un diamante antes de cocerlo. Luego lo pone en la cesta de víveres que le acompañará en la huida del país, confiada en que pasará desapercibido. Sin embargo, un soldado que registra el tren en el que viaja ve el apetitoso manjar y se lo come. La aristócrata, aterrorizada, no tiene más remedio que perseguir al soldado para intentar rescatar la joya que asegurará su mantenimiento en el extranjero. “¿Y qué pasó?”, pregunta quien oye ese relato cómico y dramático. “¿Tú que crees?”, le responden.
Las memorias de Teffi no son una obra maestra, pero pocos libros retratan con tan buen humor y ligereza el drama de la revolución política.
Moscú, 1918. Parece ya un hecho que la revolución bolchevique va a triunfar. Los periódicos críticos han sido cerrados, las tiendas están vacías y muchos trabajadores y campesinos se han convertido en comisarios que juzgan si quienes ellos consideran reaccionarios pueden seguir vivos o deben ser ejecutados. La vieja aristocracia que acumuló riquezas durante el tiránico régimen de los zares intenta reunir todas sus pertenencias —la ropa, las joyas, el dinero en efectivo— y huir del país. Para lograrlo hay que sobornar a militares y policías, coger trenes con destino incierto y confiar en la suerte.
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