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Alberto Olmos

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Última hora: James Rhodes no sabe nada de música

El pianista amplía su fama como sabio musical demostrando precisamente su desconocimiento del asunto

Foto: James Rhodes. (Reuters/Jon Nazca)
James Rhodes. (Reuters/Jon Nazca)

A mi yo adolescente’ es un programa de La 2 de RTVE donde adolescentes inverosímiles hablan entre ellos y con varios expertos y presentadores sobre cosas de las que no tienen nada que decir que le importe a nadie. Por ejemplo, los adolescentes hablan sobre El Sentido de la Vida. Para darle mayor realismo al espacio, cuenta con el patrocinio del BBVA, cuyo dinero sirve para que el set de grabación parezca una oficina del BBVA preparada para salir en un 'spot' del propio banco. Supongo que ese patrocinio sufraga también los gastos de los presentadores invitados y de los invitados que no presentan, pero que son igual de famosos y populares y avispados, lo que en estos entornos se conoce como 'tener prestigio'. El otro día, por ejemplo, supimos que James Rhodes tenía prestigio.

El tema del episodio era la música. Los adolescentes no eran adolescentes, pero daba igual porque de música no sabían nada. Luego vino James Rhodes, que sabe mucho de música porque toca el piano y es famoso. Dijo que había que escuchar a Beethoven. Yo sé mucho de literatura: hay que leer a Cervantes. Es un poco así, el prestigio.

Dijo que había que escuchar a Beethoven. Yo sé mucho de literatura: hay que leer a Cervantes. Es un poco así, el prestigio

James Rhodes no es famoso por tocar el piano; es famoso a pesar de tocar el piano. Hay una rara palabra en el diccionario que Rhodes no conoce: refacción. En sus siete definiciones, encontramos sinónimos como 'restitución', 'reparación' o 'gratificación'. La refacción moral es importante, me gusta, la apoyo, me puede llegar a emocionar. James Rodhes fue violado repetidamente de niño y lo contó en un libro escalofriante, 'Instrumental' (Blackie Books, 2015), que en España disfrutó de singular buena suerte. Compramos mucho el libro, lo leímos y quisimos abrazar a su autor. Su autor se vino a vivir a Madrid, lo que da una pista de los motivos por los que la gente se va a vivir a los sitios: porque la quieren. Entonces empezó a dar conciertos de piano por toda España, y dar un poco el coñazo en Twitter. Cuando recibió la nacionalidad española por carta de naturaleza (o sea, como inmigrante mejor que otros inmigrantes), dejó Twitter, pero no dejó de dar el coñazo. En diciembre, veremos su participación en el concurso 'Celebrity Bake Off', junto a Esperanza Aguirre.

placeholder Rhodes, firmando su libro en el pasado Sant Jordi. (EFE)
Rhodes, firmando su libro en el pasado Sant Jordi. (EFE)

Todo este carrerón por el lado más lucrativo de la vida se debe única y exclusivamente a que no podemos soportar que violen a un niño. A James Rhodes le hemos compensado (cosa de la que me alegro hasta saltárseme las lágrimas) dándole todo lo que quería. No se puede reparar un trauma así, y por eso no paramos de darle a Rhodes todo lo que desee.

Al recibir la nacionalidad por carta de naturaleza (como inmigrante mejor que otros inmigrantes), dejó Twitter, pero no dejó de dar el coñazo

Sin embargo (ay), en algún momento debemos poner la mano sobre el hombro del niño que fue Rhodes y decirle que ahora es un hombre y que no puede ir por ahí metiendo la pata eternamente. Ser simplemente famoso no es un ejemplo para nadie.

Foto: El pianista James Rhodes. (EFE) Opinión

Así, en su breve y simplona intervención en 'A mi yo adolescente', James ya parece totalmente desconectado de su trauma fundacional, de lo que debemos alegrarnos, pero no se ha agarrado —como dice— a la música para seguir viviendo, sino a la fama. Por ello, sus discursos sapienciales resultan bochornosos, pues pertenecen a esa categoría del conocimiento donde lo que uno no sabe resulta particularmente dañino: no sabe que no sabe. Rhodes nos ilumina en pleno 2021 sobre la genialidad de Beethoven, nos advierte de que se seguirá escuchando dentro de 200 años, nos dice que la música clásica está muy viva. Y lo hace adoptando una postura corporal que indica: sé de lo que hablo, tengo razón y regalo esta lección al mundo. Es triste.

placeholder James Rhodes y Pedro Sánchez, en la gala de los Goya de febrero de 2020. (EFE)
James Rhodes y Pedro Sánchez, en la gala de los Goya de febrero de 2020. (EFE)

Cuando cita música popular para desechar de inmediato el prejuicio de que un melómano la desprecia, cita a Serrat y Sabina, a Leyva y Rosalía, a The Beatles y The Rolling Stone. Es decir, cita nuevamente la música que citaría alguien que no sabe nada de música, simples iconos por todos conocidos. Porque no saber nada de música (ni de literatura) es pensar que la Música son cuatro compositores y la Literatura, cuatro escritores, y la Pintura, Velázquez y Van Gogh. Saber de cualquier campo cultural significa, primeramente, reconocer que nunca llegarás a saberlo todo, y, después, que reduciendo ese campo a cuatro nombres, lo aniquilas. La música clásica no se promueve diciendo Beethoven, sino citando a un compositor del siglo XVIII que nadie conoce. Es decir, dando pistas de lo mucho que hay detrás de las palabras 'música clásica'.

No saber nada de música es pensar que la Música son cuatro compositores y la Literatura, cuatro escritores, y la Pintura, Velázquez y Van Gogh

Diciendo Beethoven, Mozart y Bach, estás diciendo que detrás de la música clásica no hay nada, cuatro melodías que salen en anuncios de televisión.

Foto: James Rhodes, en la presentación de 'Playlist', en septiembre de 2019. (EFE)

Que se pueda inocular en la gente el buen gusto musical desde el más deplorable gusto televisivo no acabo de verlo. Cuando Rhodes va a 'Bake Off' no lleva a Beethoven a 'Bake Off', arroja a Beethoven a la fosa séptica de la telebasura. Cuando muestra su desafecto por el reguetón o por Bud Bunny, no dice que su música sea mala, sino que no entiende 'su popularidad'. Esa es la clave: la popularidad. Es decir, lo que molesta, guía y arma las opiniones de Rhodes sobre el mundo es el nivel de fama alcanzado por alguien o algo, no las cualidades puramente artísticas que hay detrás de obras y creadores. ¿Por qué esto es famoso?, se pregunta este experto en música, que lo único que sabe es que Beethoven es famoso, y The Beatles. En lugar de preguntarse: ¿por qué esto es bueno?

A mi yo adolescente’ es un programa de La 2 de RTVE donde adolescentes inverosímiles hablan entre ellos y con varios expertos y presentadores sobre cosas de las que no tienen nada que decir que le importe a nadie. Por ejemplo, los adolescentes hablan sobre El Sentido de la Vida. Para darle mayor realismo al espacio, cuenta con el patrocinio del BBVA, cuyo dinero sirve para que el set de grabación parezca una oficina del BBVA preparada para salir en un 'spot' del propio banco. Supongo que ese patrocinio sufraga también los gastos de los presentadores invitados y de los invitados que no presentan, pero que son igual de famosos y populares y avispados, lo que en estos entornos se conoce como 'tener prestigio'. El otro día, por ejemplo, supimos que James Rhodes tenía prestigio.

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