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El Gobierno quiere acabar con la lectura para siempre (y puede conseguirlo)
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Alberto Olmos

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El Gobierno quiere acabar con la lectura para siempre (y puede conseguirlo)

El cuarto Plan de Fomento de la Lectura apunta al destronamiento de los libros como depositarios del acto de leer

Foto: Ilustración de Norman Rockwell.
Ilustración de Norman Rockwell.

Si usted no lee, no se va a enterar de que el Gobierno ha puesto en marcha un nuevo Plan de Fomento de la Lectura. Es un plan, lógicamente, para que lea más gente, usted mismo, que no lee, y todos sus amigos y buena parte de su familia, que tampoco. El plan gastará 40 millones de euros en promover la lectura y nadie que no lea se va a sentir apelado por él ni, por supuesto, va a acabar leyendo. Los planes de fomento de la lectura tradicionalmente consiguen que la gente lea menos, porque institucionalizar el placer es una forma muy efectiva de acabar con el placer.

Este plan es el cuarto de esta especie que pone en marcha el Gobierno de España en lo que va de siglo. El primero se presentó en 2001 y permaneció vigente hasta 2004; el segundo llegó en 2005, y el tercero en 2017 y estuvo activo hasta 2020. El cuarto plan se fecha en el año 2021 y hará daño hasta 2024. Como ven por las fechas de los cuatro planes (2001, 2004, 2017, 2021), esta acción se lleva a cabo con orquestación matemática, o sea, cuando en el Ministerio de Cultura no se les ocurre otra cosa que hacer.

placeholder El ministro de Cultura, Miquel Iceta, durante la presentación del Plan de Fomento de la Lectura 2021-2024. (EFE/Mariscal)
El ministro de Cultura, Miquel Iceta, durante la presentación del Plan de Fomento de la Lectura 2021-2024. (EFE/Mariscal)

Hay que reconocer que el ministerio de Iceta empieza con mucho ojo su campaña en favor de los libros y de los escritores: apoyándose en un informe concreto y lleno de averías sobre el hábito lector en nuestro país. En efecto, aquel documento aciago de la Federación de Gremios de Editores donde se decía que en España leen siete de cada 10 personas (exactamente, el 68% de los españoles), y muchos de ellos una hora cada día nada menos, es el punto de partida de una acción destinada a combatir la baja lectura en España. Es decir, el ministerio va a combatir la baja lectura en España partiendo de la base de que leen siete de cada 10 españoles, algo que, por lo que sea, no ha dado lugar a cortocircuitos en la cabeza de ningún asesor o funcionario del ramo.

Evidencias

Dejemos de lado por hoy la evidencia contraria a este informe de la Fundación de Gremios de Editores según la cual nunca se ve a nadie leer en el metro o el AVE, o en un banco en el parque; apartemos también el dato de que ningún padre del colegio de clase media-media donde llevas a tus hijos te habla de libros, y sí de series y de fútbol; ignoremos que si leyeran siete de cada 10 españoles y hubiera, por tanto, cerca de 30 millones de lectores, el 'bestseller' del año en nuestro país no vendería 200.000 ejemplares, sino 20 millones, así como que las tiradas de los libros son de 2.000 ejemplares, a pesar de haber ahí fuera tantísimos millones de clientes; no digamos nada acerca de que las bibliotecas están siempre despejadas o de que los programas de libros en la tele tienen una audiencia inferior a 100.000 personas o de que en ese mismo informe inverosímil la gente decía haber comprado libros en 2020 en las ferias cuando ese año no hubo ferias del libro. Prescindamos, en fin, de la realidad y del sentido común y acompañemos a Iceta en su cruzada por el fomento de la lectura en el país que más lee del planeta Tierra. Es emocionante.

¿Qué te ha hecho esa minoría que no lee para que insistas en ponerles un libro en las manos?

Primero, hay que pensar muy seriamente qué te ha hecho esa minoría que no lee (repito: creámonos que en España lee el 70% de la gente) para que insistas en ponerles un libro en las manos. ¿Cuál es el motivo? La rabia gubernamental con la que se insiste a la gente que lea parece muy sobreactuada si atendemos al hecho de que ya lee. ¿Por qué tiene que leer el 100% de la población? La lectura no es una vacuna imprescindible para la salud de un país; seguramente leer tiene más de virus que de vacuna, como bien ignoran en el ministerio. Un hábito que ocupa al 68% de los españoles no parece necesitado de ningún plan, y si fuera verdad que se pretende pastorear hacia los libros a ese 32% que nunca lee, se haría de tal manera que usted, que no lee, se enterara al menos de que el Gobierno quiere que usted agarre un libro. Sin embargo, el Gobierno es incapaz de señalar con claridad quién está detrás de ese 32% que no lee, más allá de indicar tramos etarios (de los 15 a los 18, y a partir de los 55 años) donde, según el informe fatal, cae la lectura.

Foto: María José Gálvez (MINISTERIO DE CULTURA)

En este sentido, resulta potentemente freudiana la frase del PDF de 61 páginas donde se expone este plan y que señala como objetivo “conseguir que la lectura rompa todas las brechas estructurales y se convierta en un hábito social real”. Es decir, para el propio ministerio ese 68% que lee no es real, o dicho porcentaje no es constitutivo de hábito o no de uno que podamos considerar 'social'. ¿Por qué? Si en España leyera un 70% de la población, leer sería el hábito más extendido del país, más que el fútbol, ver series, tener sexo o beber alcohol. No hay hábito, vicio, ocio o actividad recreativa alguna que pueda competir en porcentaje de participación con ese 70% que hemos decidido apropiarnos como índice de lectura en España.

En el PDF bíblico de esta campaña, se pone mucha intención en el concepto de 'prestigio'. El plan quiere “dotar de prestigio a la lectura” y “dotar de prestigio a la creación literaria”, cuando, justamente, es lo único que hoy en día distingue leer y escribir: el prestigio. Como actividades minoritarias y exigentes, leer y escribir están plenamente prestigiadas. Sin embargo, si leer es tan común como quiere creer el Gobierno, ¿a qué llama prestigio? ¿Ese 70% de españoles que lee lo hace apesadumbrado, con vergüencita, escondido en casa y hay que promover un redundante orgullo lector?

¿Ese 70% de españoles que lee lo hace apesadumbrado, con vergüencita?

Por otra parte, los escritores suelen ser autónomos, y casi todos los que nos dimos de alta como tales hace años lo hicimos en el siguiente epígrafe del impuesto de actividades económicas: “Pintores, escultores, ceramistas, artesanos, grabadores y artistas similares”. Ahí, en ese 'artistas similares' —similares al que moldea platos— pueden ver ustedes el prestigio que da la Administración a los que escriben libros.

Un aviso singular

Amén de abstracciones tan sutiles que las categorías kantianas parecen piedra de cantera (“pacto por la lectura”, “mostrar bibliodiversidad”, “la lectura y la agenda 2030”), hay en este plan de fomento el aviso más singular que he visto sobre el fin definitivo de la lectura. Se trata de las nociones que se desgranan enseguida, casi con prisa, en el “Desafío 2” del PDF. Su título: 'Hacia una nueva narrativa. También esto es lectura'

Foto: Marilyn Monroe leyendo Opinión
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El concepto es espeluznante: “El Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España considera material de lectura las redes sociales desde el año 2017 o el uso de audiolibros desde el año 2018”. Es decir, escuchar cuenta como leer; y seguir las polémicas de Twitter, también; o lo hará muy pronto. Repito: escuchar una voz es leer. ¿Y revisar la factura de la luz? El plan maestro del Gobierno para dejar de preocuparse por si la gente lee libros es simple: al final, estar alfabetizado te convierte en lector, con tal de que haya letras en alguna parte de tu día a día, y te molestes en decodificarlas. Leer libros no tiene por qué ser la única manera de leer libros. ¿Sabes leer? Sí. ¿Has leído algo, lo que sea, qué sé yo, el menú de un restaurante, en la última semana? Claro. Pues ya tenemos un 100% de lectores en España.

Al final, estar alfabetizado te convierte en lector, con tal de que haya letras en alguna parte de tu día a día, y te molestes en decodificarlas

En este punto (que no dejaría de tener su interés si lo tratara gente cabal), el PDF de Iceta confunde el cambio de formatos en la lectura con “un nuevo paradigma” lector. Es decir, ya que leer ' Cien años de soledad' en un Kindle es sin duda también lectura, leer cualquier cosa en algo que se parezca al Kindle (o sea, en el móvil) también puede serlo. Aquí percibimos la misma filosofía blanda que en el hecho de que uno pueda pasar de curso suspendiendo. Esta filosofía consiste en re-categorizar el fracaso, la derrota, el error o la pereza como versiones o 'extensiones' de sus contrarios. No hacer nada también es trabajar, un sueño erótico también es sexo y no esnifar cocaína es ser cocainómano del aire. Etcétera. Así, todos somos y no somos trabajadores, erotómanos o cocainómanos. O lectores.

Sin embargo, cuando hablamos de lectura, amigos, hablamos de la lectura de libros, o sea, de obras de cierta extensión que se transitan de la primera a la última palabra en busca del sentido total que su autor trató de darle. Y eso, que se conoce como 'lectura lineal', recorrer entre 40.000 y medio millón de palabras acordadas y confabuladas para contar una historia, proponer una visión del mundo o desplegar un análisis de alguna materia específica, simplemente está en decadencia y es con toda claridad un esfuerzo que la mayoría de los ciudadanos ya ha renunciado a hacer.

Si usted no lee, no se va a enterar de que el Gobierno ha puesto en marcha un nuevo Plan de Fomento de la Lectura. Es un plan, lógicamente, para que lea más gente, usted mismo, que no lee, y todos sus amigos y buena parte de su familia, que tampoco. El plan gastará 40 millones de euros en promover la lectura y nadie que no lea se va a sentir apelado por él ni, por supuesto, va a acabar leyendo. Los planes de fomento de la lectura tradicionalmente consiguen que la gente lea menos, porque institucionalizar el placer es una forma muy efectiva de acabar con el placer.

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