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Carmen Maria Machado: ha nacido una estrella literaria y escribe sobre el maltrato entre mujeres
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Alberto Olmos

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Carmen Maria Machado: ha nacido una estrella literaria y escribe sobre el maltrato entre mujeres

La escritora estadounidense ha alcanzado la fama con su obra autobiográfica 'En la casa de los sueños'

Foto: La escritora Carmen Maria Machado. (Wikicommons)
La escritora Carmen Maria Machado. (Wikicommons)

Para hacer amigas cuanto antes, les digo que me daba algo de pereza leer a Carmen Maria Machado porque pensaba que era otra autora latinoamericana que “escribe con el cuerpo” y que no puedes dejar de leer y ya se la disputan en Fráncfort y pronto tendrá columna en 'El País' y se pasea por Madrid con una gorra rosa mientras dice mucho: “¿Quién es ese?, ¿quién es aquel?”. El superávit de narradoras jóvenes de Argentina, Colombia o México tiene lo que todos los superávits: que cansa. Pero Carmen Maria Machado es estadounidense, de modo que tenemos que cambiar de prejuicios.

Los que atañen a esta autora apuntan a Raúl González Blanco, el jugador del Real Madrid. Debutó con 17 años en el primer equipo, momento en el que lo vi claro: en el fútbol, se triunfa desde el principio. Pues en la literatura de Estados Unidos, igual.

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No hay prácticamente ningún caso de autor nuevo, joven o no, estadounidense que publique cuatro o cinco libros en editoriales de Wisconsin antes de que le fiche Farrar Strauss o Knopf y de pronto lo descubramos en Europa. La cosa en Estados Unidos funciona así: con tu primera novela vendes decenas de miles de ejemplares, con tu segunda, cientos de miles, y con la tercera empieza tu decadencia y eventual desaparición.

Carmen Maria Machado está ahora en la parte alta de la curva del fracaso, vendiendo mucho, siendo famosa y marchándose a escribir a una granja en el campo, que es lo que han hecho todos los grandes escritores americanos desde Lillian Hellman a Philip Roth. Cuando ya la has liado gorda en Nueva York, te vas a una cabaña (léase, mansión, finca) en los Hamptons (Colson Whitehead), Massachusetts (Roth) o Claremont (Foster Wallace). Y ahí te mueres.

En la casa de los sueños

Precisamente una casa ordena la materia narrativa que Carmen Maria Machado presenta en su libro autobiográfico 'En la casa de los sueños' (Anagrama). Es un libro que está muy bien. La línea oficial mercadotécnica nos vende esta obra como una anómala, interesante, novedosa denuncia del maltrato doméstico entre mujeres, algo que en efecto vertebra todo el libro. Sin embargo, si solo fuese eso, hubiera bastado con un artículo en el 'New Yorker'.

Porque básicamente lo que encontramos en 'En la casa de los sueños' es a una persona que sabe contarse. Se trata de una mujer bisexual, poco agraciada y obesa (de cuerpo “no normativo”, dirían). Y eso es todo y eso es mucho: mirarse en el espejo y decir, esto soy y estas cosas me han pasado.

“Resulta que tenía debilidad por las morenitas con gafas y curvas rayanas en la gordura. Ni la misma Dios podría haberlo planeado mejor”, celebra cuando por fin una chica guapa se fija en ella y la elige. “Como chica gorda y rarita, te sentías afortunada”, comenta enseguida. Porque “mientras fueses regordeta (…) nunca podrías elegir amantes. Estabas muy enfadada con el mundo”.

placeholder Cubierta de 'En la casa de los sueños'. (Anagrama)
Cubierta de 'En la casa de los sueños'. (Anagrama)

La narración de un emparejamiento tóxico (su guapa novia la humilla, la desplanta, la amenaza, la deja en falso; la tortura psicológicamente sin cesar) sirve para desplegar un numeroso catálogo de breves episodios donde Machado va y viene del pasado al presente narrativo, con incursiones ensayísticas en la cultura queer y, muy concretamente, en el maltrato. Hay pasajes excelentes sobre la película 'Luz de gas' (George Cukor, 1944) o sobre la canción 'Voices carry', de Aimee Mann. También hay un tratamiento explícito del sexo entre mujeres, en respuesta —entendemos— a una histórica ignorancia sobre la sexualidad lésbica: “¿Cómo lo hacen? Esta confusión ha tomado muchas formas, incluyendo la afirmación rotunda de que es imposible que dos mujeres mantengan relaciones sexuales”.

Todo lo borda la autora con una voz en segunda persona que, además, huye del victimismo y de ciertos lugares comunes. “La idea de que ser homosexual no equivale a ser bueno, ni puro, ni a estar en posesión de la verdad”, aclara. No es poco valioso encontrar en el libro un sinfín de referencias culturales muy concretas sobre maltrato, lesbianismo y legado queer, breves ensayos sobre productos intelectuales más o menos conocidos y más o menos elevados, desde programas de televisión a novelas minoritarias. Nada nuevo, pero muy bien hecho.

Con todo, me ha hecho gracia pensar en la autora, en Carmen Maria Machado, como en un cliché. Es, curiosamente, lo menos interesante de su libro: cuando habla de poliamor, bisexualidad, comida vegana, fiestas bohemias y demás entornos y actividades propias del moderneo. Uno piensa ya que cuando no se puede ser una persona normal, solo se puede ser un cliché, pues está todo muy visto. Algo, por supuesto, que no se le escapa a la propia autora, que, entre otras virtudes, es sumamente perspicaz y autocrítica: “Que la cultura dominante te considere una anomalía no quiere decir que no puedas ser común, tan común como una puta mierda”.

Para hacer amigas cuanto antes, les digo que me daba algo de pereza leer a Carmen Maria Machado porque pensaba que era otra autora latinoamericana que “escribe con el cuerpo” y que no puedes dejar de leer y ya se la disputan en Fráncfort y pronto tendrá columna en 'El País' y se pasea por Madrid con una gorra rosa mientras dice mucho: “¿Quién es ese?, ¿quién es aquel?”. El superávit de narradoras jóvenes de Argentina, Colombia o México tiene lo que todos los superávits: que cansa. Pero Carmen Maria Machado es estadounidense, de modo que tenemos que cambiar de prejuicios.

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