Es noticia
Votar por correo es de flojos
  1. Cultura
  2. Mala Fama
Alberto Olmos

Mala Fama

Por

Votar por correo es de flojos

El voto en diferido toma protagonismo en estas elecciones y nos dibuja una democracia que pierde su esencia

Foto: Correos ha formalizado 19.985 contrataciones de refuerzo para garantizar" el voto por correo para el 23-J. (EFE/Raquel Manzanares)
Correos ha formalizado 19.985 contrataciones de refuerzo para garantizar" el voto por correo para el 23-J. (EFE/Raquel Manzanares)

La sociología postal quizá sea el gran descubrimiento aparejado a las elecciones del próximo 23 de julio. Antes votar por correo era de flipados, enfermos eventuales y gente con una boda en Cantabria ese mismo finde. Esta minoría no hacía la democracia, sino una esquina de la democracia rarísima con colas en Correos y votos que, emitidos antes, se contaban al final.

Ahora son millones los que están probando el voto por correo, y lo malo será que le cojan el gusto. Es una votación sin urnas, sin rito popular, sin que te vean. Lo bueno de votar en vivo y en directo es dejarse ver y dar mucha rabia porque no sabe nadie qué llevas en el sobre. En realidad, a nadie le importa lo que llevas en el sobre, pero a ti te parece importantísimo. Ese parecerte importantísimo tu propio sufragio es, en gran medida, la épica de la participación ciudadana.

Foto: Una mujer en el mostrador de Correos pidiendo las papeletas para votar por correo. (EFE/Mariscal)

Fue con Trump, y con las informaciones sobre las elecciones estadounidenses, cuando conocimos una realidad fascinante: a la gente de izquierdas le gusta votar por correo más que a la gente de derechas. Por eso a Trump que se perdieran votos por correo le hacía gracia: eran los votos en su contra.

El dato, ya les digo, a mí me tiene enamorado, porque resulta muy expresivo sobre el fondo geológico de las ideologías. Si eres de derechas, quieres ver tu voto entrando en la urna, quieres llevarlo tú, no te fías; no te fías del cartero. Ser de derechas, en principio, tiene algo de desconfianza universal hacia los demás en las cosas que te importan.

A la gente de izquierdas le gusta votar por correo más que a la gente de derechas

En la izquierda, sin embargo, hay otra mirada: el cartero es bueno, el empleado cumple, tu voto llegará. El ciudadano progresista si algo se cree es, claro, el progreso, y ese sistema inventado para votar en diferido no le plantea dudas. Vota alegremente una semana antes y no se monta películas. Del mismo modo que no se monta películas con el matrimonio homosexual, la auto-identificación de género o la regulación del aborto. Siempre cree que las cosas pueden hacerse de otra manera y que lo tradicional es susceptible de mejora.

Sin embargo, votar en persona el próximo 23 de julio también tiene su épica. Podríamos decir incluso que muy poco debe de importarte la democracia si no eres capaz de sacrificar por ella un solo día de playa en cuatro años. A la gente de izquierdas sólo le parece sagrada una cosa: las vacaciones. Ya vimos cuando el 15M que la revolución iba a continuar en septiembre, porque en verano nos venía mal hacer la revolución y salvar a los pobres del mundo.

Foto: Un trabajador de Correos deposita el voto por correo en un colegio electoral el 28-M. (EFE/J. J. Guillén)

Una editorial española pedía a los autores que deseaban publicar su obra con ellos que la enviaran impresa. Y argumentaba de forma parecida: si de verdad quieres ser escritor, el esfuerzo de imprimirla, encuadernarla y enviarla por correo es lo mínimo que se te puede pedir.

La democracia, según yo lo veo, es más bonita hecha a mano, votando todos el domingo y haciendo juntos la gran misa civil de las elecciones. Esto de dejar la democracia precocinada dos semanas antes me parece mal, como un falso directo en la tele o un obituario ya escrito para el periódico, que sólo espera a que se muera el muerto. Hay cosas que sólo funcionan visceral y críticamente, a un día y a una hora, con el vértigo de lo irreversible.

La democracia es más bonita hecha a mano, votando todos el domingo y haciendo juntos la gran misa civil de las elecciones

Porque quien ha votado por correo no se va a levantar el domingo que viene con cosas importantes que hacer: votar. No va a tener la inquietud mínima del sufragista natural: llevar el DNI, esperar la cola, hacer así con el torso para que no sea vea qué papeleta ha cogido, temblar mínimamente al ver al chico de la mesa buscar en una lista su nombre; aliviarse de que su nombre esté en el cómputo de la sociedad (¡existes!, por una vez, ¡existes!); y finalmente meter ese sobre en la urna y verlo caer como un naipe sobre otros naipes y saber que ya no hay vuelta atrás. Has cambiado la Historia. En toda esta coreografía hay más política de lo que parece. En estos gestos está uno por una vez haciendo política con sus propias manos.

Así, el que votó hace días, perdió la oportunidad de cambiar su voto en el último momento, que es también lo bonito de ir a votar, que a lo mejor te cruzas con tu cuñado y votas exactamente lo contrario de lo que llevabas en mente ir a votar, porque te encabronas. No hay ninguna emoción en este votar plastificado, anticipatorio y como de gente que tiene cosas mejores que hacer. En democracia, nadie tendría que tener cosas mejores que hacer que votar el día que vota todo el mundo.

Foto: El presidente de Correos, Juan Manuel Serrano. (EFE/Víctor Casado)

Lo de votar por correo es como dejarle el sueldo a la criada en un sobre, o un mensaje para los niños en un post-it pegado en la puerta del frigorífico. También es como esa gente que tiene toda la comida de la semana preparada en tuppers.

Además, le quita todo el misterio. Los amigos que han pedido el voto por correo, yo ya sé que lo han hecho para votar al bloque de izquierdas. Si lo han pedido pronto, es para votar a Yolanda Díaz; y si se han tomado su tiempo, es que van a votar a Pedro Sánchez. Las amigas que me han dicho que van a venir desde la playa a votar, tampoco hace falta que me den más datos. Es para votar a la derecha. Si vienen por una Nacional y a 140, seguramente van a votar a Vox. Todos los votos valen igual, sí, pero quien es capaz de recorrer quinientos kilómetros sólo para votar, está expresando todas las ganas que tiene, que son muchas.

No me parece una gran idea que el "antifascismo" dependa de un cartero.

La sociología postal quizá sea el gran descubrimiento aparejado a las elecciones del próximo 23 de julio. Antes votar por correo era de flipados, enfermos eventuales y gente con una boda en Cantabria ese mismo finde. Esta minoría no hacía la democracia, sino una esquina de la democracia rarísima con colas en Correos y votos que, emitidos antes, se contaban al final.

Elecciones Generales Noadex
El redactor recomienda