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Tu hijo ya no quiere estudiar periodismo (bien que hace)
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Alberto Olmos

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Tu hijo ya no quiere estudiar periodismo (bien que hace)

El número de estudiantes de periodismo ha descendido casi un 20% tanto en la públicacomo en la privada

Foto: Alumnos a la entrada de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. (EFE/Eduardo Oyana)
Alumnos a la entrada de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. (EFE/Eduardo Oyana)

Si usted lee habitualmente los periódicos, se habrá dado cuenta de que para hacer esto mucho no habremos estudiado. El periodismo va de contar cosas que le interesen a la gente y, en gran medida, consiste en una articulación profesional del cotilleo. Lo más leído en cualquier diario es exactamente lo que le contaría su carnicero si dispusiera de mejores contactos. Por eso, no tiene mucho sentido ir a la universidad a que te enseñen a cotillear como los carniceros.

Cuando el suplicio se llamaba “carrera”, se tardaban cinco años en aprender el arte de la murmuración. Ahora se llama grado y dura cuatro años y los alumnos escasean. El País ha informado de que en ocho años ha descendido un 18,4% el número de matriculados en periodismo en la universidad pública; en la privada, la sangría es del 15%. Es muy doloroso el tiempo que hemos tardado en comprender que estudiar Periodismo no te hacía periodista.

Foto: Antiguo quiosco de los años cincuenta en Madrid.

Cuando entonces, años 90, se hablaba mucho de intrusismo, en el sentido de que gente sin la titulación de periodista ejercería el periodismo mucho mejor que los que habían perdido cinco años de su vida estudiándolo. Los profesores pretendían hacernos rabiar con estos polizones de la información, pero ya entonces uno sospechaba que un licenciado en Derecho por lo menos sabía de Derecho, y una licenciada en Económicas, de economía. Los licenciados en Periodismo salíamos de la facultad sin saber de nada.

Los licenciados en Periodismo salíamos de la facultad sin saber de nada

Cuando alguien dejaba la carrera de Periodismo a la mitad, es que había encontrado trabajo de periodista.

Esto era iluminador. Con veintiún años, Marta, Juan o Jaime no volvían a pisar la facultad, porque habían entrado en Antena 3 o El Mundo y no tenían tiempo para estudiar el oficio que ejercían. Quiere decirse, primero, que la facultad no les aportaba nada; y, segundo, que conocían a alguien en Antena 3 o El Mundo. Alguien, además, que sabía perfectamente que la facultad de Periodismo no producía periodistas, sino becarios.

Foto: Periodista de televisión, en Reino Unido. (Reuters)

El error era pensar que para ser periodista primero tenías que acabar la carrera de Periodismo.

Acabando la carrera de periodismo te esperaba un puesto de redactor en la Gaceta de Chamberí. También había trabajos muy estimulantes en revistas del sector de las impresoras. Los que sacaban las mejores notas debutaban laboralmente en un call center.

placeholder Estudiantes en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid. (EFE/Víctor Lerena)
Estudiantes en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid. (EFE/Víctor Lerena)

Estudiar periodismo no se hacía porque quisieras ser periodista, sino porque querías ser famoso. Si no existiera la televisión, nadie estudiaría periodismo. Era la televisión la que daba glamour, caché y otros galicismos a la carrera. En la facultad había muchas más chicas, y mucho más guapas, que en cualquier otra institución penal educativa. Su sueño era presentar el Tiempo en Telecinco.

En serio.

Los profesores eran muy malos. Los alumnos no iban. El césped estaba lleno de colillas y guitarras. Pasados tres meses, había más estudiantes de periodismo en un bar de Alonso Martínez que en la facultad. A una asignatura llamada Ética Periodística acudían diez de los ciento veinte que componían Tercero B. El profesor ponía sobresaliente uno detrás de otro a los ciento veinte alumnos. Nadie suspendía Ética Periodística; sin ir, sin estudiar, todos excelentes en ética incumpliendo el único deber del estudiante: aparecer por clase.

A una asignatura llamada Ética Periodística acudían diez de los 120 que componían 3º B. El profesor ponía sobresaliente uno detrás de otro

Se estudiaba literatura, economía, historia y cualquier cosa que sirviera para cebar la titulación. Los profesores te hacían comprar su libro, que era en un 80% el libro de otro. Te enseñaban a maquetar con una regla y un papel, por si acaso se iba la luz algún día en la redacción del Washington Post. La facultad era eso, un departamento comercial de plagios y tipómetros.

Las facultades de Periodismo tienen el mismo sentido que las facultades de Fútbol. Podría haber facultades de Fútbol para saber de fútbol, nunca para jugarlo. De hecho, los únicos que deberían pasar por la facultad de Periodismo son los periodistas especializados en fútbol, por ver si así aprendían a escribir.

Foto: Imagen: Sergio Beleña.

Todo lo que hace falta saber de periodismo lo aprendes leyendo El Confidencial durante dos semanas (inmejorablemente saltándote mis columnas). En cinco años de carrera, casi nadie leía el periódico a diario en la facultad de Periodismo.

Casi nadie sabía cómo se llamaba el director de El País.

Por algún conflicto internacional o nueva ley educativa, se hacía huelga. Era impresionante que protestaran ensanchando su ignorancia

A veces, por algún conflicto internacional o nueva ley educativa, se hacía huelga. Era impresionante que la gente protestara ensanchando su ignorancia.

También se producían “encierros” a modo de protesta. Gente que nunca iba a la facultad compensaba su absentismo quedándose a dormir dentro del edificio una noche entera. Nunca los “grises” fueron tan necesarios, pero ya no había “grises”, sólo héroes de todos los colores.

Lo único bueno de haber estudiado periodismo es poder ver a algunos de tus antiguos compañeros de clase en la televisión.

Y exclamar: “¡Ése, que lo sepa todo el mundo, ni siquiera acabó la carrera!

Si usted lee habitualmente los periódicos, se habrá dado cuenta de que para hacer esto mucho no habremos estudiado. El periodismo va de contar cosas que le interesen a la gente y, en gran medida, consiste en una articulación profesional del cotilleo. Lo más leído en cualquier diario es exactamente lo que le contaría su carnicero si dispusiera de mejores contactos. Por eso, no tiene mucho sentido ir a la universidad a que te enseñen a cotillear como los carniceros.

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