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Doce novelas para contar España
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José Antonio Zarzalejos

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Doce novelas para contar España

En su nuevo ensayo, el historiador gerundense Jordi Canal narra la historia de España desde finales del siglo XIX hasta casi el presente a través de una docena de libros emblemáticos

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El historiador gerundense Jordi Canal lo ha vuelto a hacer. Después de sorprendernos con un notable ensayo sobre Los colores de la política en la España contemporánea, un relato original y esclarecedor de un ángulo oscuro de la significación simbólica de los colores en las ideologías, Canal acaba de publicar un delicioso texto titulado Contar España. Una historia contemporánea en doce novelas. Podrá discutirse si en las doce obras -todas ellas interesantes- sobra alguna o falta otra. Creo, modestamente, que se nota el vacío de Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, pero, señalado el matiz, solo cabe reconocer que la lectura de este ensayo (202 páginas, con una bibliografía exhaustiva que acredita la sabiduría de Jordi Canal y su gran trabajo de documentación) entrelaza literatura e historia, ficción y realidad, de una manera magistral, amena y rigurosa.

La novela histórica tanto ha deformado su pretensión adjetiva como ha contribuido al conocimiento del pasado. Pero lo que ha redactado Jordi Canal es un auténtico encaje de bolillos porque selecciona la obra, retrata al autor, lo sitúa en su contexto temporal y, a su través, nos cuenta lo que sucedió en nuestro país desde finales del siglo XIX hasta casi el presente. Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós, es un clásico de esa historiografía novelada que aporta, sin embargo, un bagaje de datos y situaciones que hacen entender la época en la que el autor sitúa los acontecimientos. Jordi Canal penetra en los que ocurrieron entre el 19 de marzo y el 2 de mayo, el estallido de la Guerra de la Independencia. El recorrido breve, conciso, del historiador del brazo del novelista se lee en un suspiro con gran provecho. Casi tanto como el enorme favor que Canal hace a los bilbaínos al seleccionar la gran novela de la capital de Vizcaya de la pluma del inmarcesible Miguel de Unamuno, Paz en la guerra, en rigor, y salvo que mi admirado y querido Jon Juaristi me enmiende, la única que puede considerarse que el ‘bocho’ puede poner en su particular escaparate literario. El asedio por los carlistas del Bilbao liberal -porque mi ciudad siempre lo fue, aunque luego de los carlistas la asaltasen los nacionalistas y la redujeran a una expresión provinciana de la que siempre quiso zafarse- pasea por la urbe, retrata a sus gentes principales y avisa de aquella ciudad que tanto fue y que tanto ha dejado de ser. Debería Canal, o la editorial que con buen tino ha publicado su relato (Ladera Norte), darse un garbeo por la ciudad partida por el Nervión y presentarlo en la Sociedad El Sitio, un lugar memorial del liberalismo, y ahora del constitucionalismo, asfixiado por la chapela identitaria.

El ensayo de Jordi Canal entrelaza literatura e historia, ficción y realidad, de una manera magistral, amena y rigurosa

Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán, la toma Canal como la novela que alumbra los albores del régimen de la Restauración. Sobre esta gallega nos lo contó todo Isabel Burdiel, una historiadora de alcurnia, que retrató a Isabel II -a la nuestra- con pinceladas que le merecieron el Premio Nacional de Historia, pero que ha insistido en su maestría en el género biográfico para bosquejar a una Pardo Bazán que Canal perfila con otra mirada. Pequeñeces del Padre Luis Coloma parecía una gazmoñería que no le prestaba en nada a los jesuitas. No nos la dieron a leer y, algunos, la desaconsejaban, pero Canal la resucita como evocación del ‘Antiguo Régimen’. Le siguen en el glosario, con acierto cronológico, pero también temático, Aurora Roja de aquel Pío Baroja anarcoide y ceñudo que, a estas alturas, es un autor entrañable que sería incluido hoy en el catálogo de los cancelados. Imán, de Ramón J. Sender, la emplea Canal como obra de referencia en las desgraciadas aventuras africanas de esa España ya poscolonial y nostálgica de su grandeza en un territorio de frustraciones y desastres. Original, y valiente, nuestro historiador se atreve a reivindicar, pleno de razón, Los cipreses creen en Dios, de José María Gironella, que a poco está de que en puertas de 2025 emule el éxito reiterado y fuera de calendario de Los renglones torcidos de Dios del insigne Torcuato Luca de Tena. Hay mucha historia en los cipreses de Gironella y Canal la extrae con una perspicacia de entomólogo.

En Campo francés de Max Aub nos adentramos con Jordi Canal en ‘la guerra y los exilios’ que continúa con Jorge Semprún y su obra Veinte años y un día. Sin leer al que fuera ministro con González -uno de eso lujos inútiles de la política- no se entiende a la izquierda española de las cinco primeras décadas de España. Desconcierta, pero hay que admitir luego de leer el por qué de Canal, que Anatomía de un instante la considere una ficción cuando tantas ficciones históricas se han contado a mala leche sobre el 23 de febrero de 1981. En la profesión periodística, tenemos el texto de Cercas como una obra maestra del reportaje. Pero, sea como fuere, Canal se justifica en que la fórmula del autor “es equívoca”. Pero la rescata muy bien para su causa y vale un montón. Crematorio de Rafael Chirbes va más allá de “simple retrato del boom inmobiliario” escribe Canal. Algunos, no estarán de acuerdo, y apelo aquí a mi siempre leído Alberto Olmos de cuya mirada y prescripción cada día me fio más, por su independencia de criterio y, seguramente, porque es un ácrata de la crítica literaria que se somete en demasiados lugares a los cánones comerciales y, lo que es peor, a los dictados de las editoriales, en suplementos ad hoc que ya quisieran insertar (no pueden) El Grito de El Confidencial, las reseñas y entrevistas de Ángel Villarino y Paula Corroto (no quiero dejarme a ninguno) y las ‘cirugías’ críticas, tan profundas como sus conversaciones con literatos, ensayistas y académicos, sin atisbo de complacencias, de Irene Hernández de Velasco. De varear la exquisitez impostada de los inquisidores culturales se encarga también con soltura, y no solo alentado por su juventud, Juan Soto Ivars.

Va directo a la Academia de la Historia, en la que merecería sentarse al lado de Fuentes, ambos de los mejores escrutadores de nuestro devenir

Canal termina su relato con Patria de Fernando Aramburu, el tercer vasco elegido por el historiador para enhebrar su propósito de indagación. Es justa esa elección. Patria es la gran novela sobre la vesania de ETA, pero, aún más, de la misérrima condición de algunos clérigos y de la indolente cobardía de una sociedad que sigue sin mirar su pasado con la entereza necesaria para reconstruir el presente. Cierra bien Canal con el broche de una ficción que es mucho más verdad que los delirios etarras y los camuflajes nacionalistas. Se nota la sensibilidad de Jordi Canal, autor de La historia mínima de Cataluña y experto en liberales y carlistas, raíz de tantas incurias en nuestra historia contemporánea. Va directo Jordi Canal a la Academia de la Historia, en la que merecería sentarse al lado de Juan Francisco Fuentes, ambos dos de los mejores (quizá los mejores) escrutadores de nuestro devenir reciente. Un buen regalo navideño este libro porque de una tacada se aprende de literatura, de los autores de referencia y de la historia. Tres en uno. La eficacia intelectual, se podría decir.

El historiador gerundense Jordi Canal lo ha vuelto a hacer. Después de sorprendernos con un notable ensayo sobre Los colores de la política en la España contemporánea, un relato original y esclarecedor de un ángulo oscuro de la significación simbólica de los colores en las ideologías, Canal acaba de publicar un delicioso texto titulado Contar España. Una historia contemporánea en doce novelas. Podrá discutirse si en las doce obras -todas ellas interesantes- sobra alguna o falta otra. Creo, modestamente, que se nota el vacío de Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, pero, señalado el matiz, solo cabe reconocer que la lectura de este ensayo (202 páginas, con una bibliografía exhaustiva que acredita la sabiduría de Jordi Canal y su gran trabajo de documentación) entrelaza literatura e historia, ficción y realidad, de una manera magistral, amena y rigurosa.

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