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El Ministerio de la Cerveza
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Marcos Eguiguren

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El Ministerio de la Cerveza

Es tan importante el disponer de cerveza asequible para la resiliencia de la sociedad que el Estado debería intervenir en su gestión creando... el Ministerio de la Cerveza

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He esperado unas semanas, más que nada a que hiciera un poco más de fresquito, para abordar un tema capital para la economía y la sociedad españolas y del que se ha hecho eco, aunque, a mi juicio, no en el tono adecuado, buena parte de la prensa europea.

No he querido publicar estas líneas en las tórridas primeras semanas de octubre, cuando una cerveza fresca era siempre bienvenida, para no incrementar sus niveles de ansiedad porque, ya desde entonces sabemos —así nos lo asegura una investigación dirigida por la Academia Checa de Ciencias, publicada en Nature Communications el pasado 10 de octubre— que el cambio climático y las sequías provocarán una reducción de entre un 20 y un 31% hasta 2050 del rendimiento de los ácidos de lúpulo que, dicen los que saben de estas cosas, es fundamental para dar ese maravilloso toque amargo al sabor de la cerveza.

Además, las principales zonas de cultivo de lúpulo europeas se verán muy afectadas por esta situación, con lo que el declive no solo en la calidad, sino también en la cantidad, del lúpulo cosechado en Europa será imparable. Por desgracia, parece ser que las explotaciones situadas más al sur del continente, entre ellas las de España y Portugal, se verán más afectadas, al menos en lo que a productividad de los cultivos se refiere.

Eso, querido lector, eso sí que es una muy mala noticia, tanto desde el punto de vista económico como de cohesión social. Y ya lo estamos sufriendo en nuestros bolsillos. Según fuentes de Statista, el precio medio de la cerveza en España se mantuvo bastante estable entre 2011 y 2016, siempre alrededor o ligeramente por debajo de los 1,20 euros por litro —quiero creer yo que, por ello, el país sobrevivió con cierta dignidad a la crisis financiera de principios de la década anterior—, mientras que en 2022 ya se encaramó a los 1,48 euros y, en lo que llevamos de 2023, la tendencia media de los precios sigue al alza.

Foto: Cervezas ecológicas en la feria Organic Food Iberia. (EFE/Hidalgo)

Volviendo a nuestro dorado líquido, me tranquiliza saber que el sector privado, cerveceros y agricultores, están buscando ya respuestas a estas amenazas. Una parte de los cultivos europeos de lúpulo están siendo reubicados en terrenos más elevados o en determinados valles que gocen de mejor pluviometría. Se está trabajando en la creación de variables más resistentes que permitan crecer en terrenos adversos, y los cerveceros experimentan para poder mantener la calidad frente a diferentes condiciones de la materia prima. De todas formas, estas diversas iniciativas pueden ralentizar, pero difícilmente detener, la tendencia al alza del precio de la cerveza.

Ni guerras, ni subidas de tipos de interés, ni crisis de la vivienda… Como los analistas de la Academia de Ciencias Checa acierten en sus pronósticos y la cerveza llegue a duplicar precios en los próximos años, ahí sí que vamos a tener un estallido social que ríase usted de los peces de colores.

Foto: Un grifo de cerveza. (EFE/Anna Szilagy) Opinión
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Porque todo el mundo sabe que las penurias de la vida son mucho más llevaderas con una cañita bien fresca y a un precio asequible. No me dirá usted que no se va de vez en cuando de cañas con la familia o con los amigos, y se da a la tertulia y a la ardua tarea de “arreglar el mundo” mientras degusta ese frío y dorado néctar de dioses. Si es usted deportista, no se atreverá a decirme que, después de jugar un partido del deporte que más le guste, no dedica ese “tercer tiempo” a echar la cerveza con los colegas y gozar así de esos pequeños —y baratos— placeres de la vida que le ayudan a ver las cosas con mejores ojos. La cerveza es un pequeño placer absolutamente democrático ya que es asequible para la gran mayoría de bolsillos y es, además, un pilar del bienestar social. Que el precio de la cerveza se mantenga dentro de ciertos límites debería ser, sin duda, un objetivo de Estado.

Me cuesta hacer sugerencias de carácter político, especialmente sobre este tema y en este país, cuya clase política y las administraciones públicas que de ella dependen se empeñan en prohibir todo aquello que, según los criterios de los talibanes de la salud, pueda afectar, aunque sea mínimamente, a la longevidad del ciudadano, condenando a los españoles a ser los muertos más sanos del cementerio. Es probable que, para muchos de ellos, la cerveza, debido a su muy ligero contenido alcohólico, entre en la categoría de sustancia peligrosa para la salud y, por lo tanto, las recomendaciones que estoy a punto de hacer caigan en saco roto. Me atreveré, sin embargo, con una recomendación un tanto atrevida. A ver si cuela.

Es tan importante el disponer de cerveza asequible para la resiliencia de la sociedad que, ante la amenaza de que la evolución de sus precios a largo plazo haga disminuir su consumo y, por ende, la interacción social que el sano uso de la cerveza provoca, el Estado debería intervenir en su gestión creando… el Ministerio de la Cerveza.

Foto: Un comprador recorre el pasillo de las bebidas alcohólicas en un supermercado de Huddersfield, UK. (EFE/Adam Vaughan)

Estamos en un momento idóneo para hacerlo. Es posible que, en breve, tengamos un nuevo Gobierno de “progreso”. Si el anterior gabinete necesitó la friolera de 23 carteras ministeriales, alguna de ellas de título absurdo y de utilidad más que discutible, no creo que ahora venga de alguna más. Además, ya irá bien para dar cabida a la miríada de facciones de las fuerzas clave que apoyen al nuevo Gobierno.

El Ministerio de la Cerveza, entendida esta como bien de primera necesidad, sería garante de la salud psicológica y democrática del país y se convertiría en una cartera muy pertinente para el buen desarrollo de la sociedad y de la economía española. Podría centrarse en esas cosas que les gustan tanto a nuestros dirigentes y que no se sabe si, al final, sirven para mucho: intervenir en los mercados para mantener los precios a raya, influir en Europa para que no se elevaran los aranceles europeos a la importación de lúpulo de otros lugares del mundo, dar subvenciones a agricultores y cerveceros, y, finalmente, hacer propuestas para rebajar el IVA de la cerveza o dar subvenciones directas a los consumidores para conseguir que el precio de la caña en los bares no exceda en ningún caso determinados límites. Una excelente forma de acentuar el clientelismo en nuestro país.

Claro está que tendríamos que dotar a ese ministerio de organigrama, algunas direcciones generales, unos cuantos cientos de funcionarios, delegaciones en las diversas comunidades autónomas y, lógicamente, una sede representativa, acorde a su importancia, en la ciudad de Madrid. Sin duda sería un ministerio pionero en el mundo que remarcaría el papel singular de España como líder mundial en el desarrollo del estado del bienestar y que sería ensalzado urbi et orbi. Puede parecer una burrada, pero, créame, el objetivo final merece ese dispendio. Cerveza asequible y paz social siempre van de la mano.

He esperado unas semanas, más que nada a que hiciera un poco más de fresquito, para abordar un tema capital para la economía y la sociedad españolas y del que se ha hecho eco, aunque, a mi juicio, no en el tono adecuado, buena parte de la prensa europea.

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