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El economista humanista
Por
Jornada laboral, empleo industrial y competitividad
Desde la pandemia la producción de coches en España, Francia y Alemania ha caído un 30% y en Italia un 50%
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El congreso, con buen criterio, ha aprobado una enmienda a la totalidad de la ley que quería reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales. Cuesta entender que el Gobierno no presente los presupuestos desde 2022, siendo una obligación constitucional, y no pare de presentar leyes sin apoyo para que todos los españoles seamos conscientes de su debilidad y que no dimita nadie, como acaba de pasar en Francia con su primer ministro.
Además del problema político, Yolanda Díaz, Unai Sordo y Pepe Álvarez tienen una enorme confusión intelectual de cómo funciona una economía de mercado en el nuevo milenio. En las facultades de economía empezamos dando clases de macro con una economía cerrada, usamos el caso de la isla de Robinson Crusoe, donde sólo hay consumo y ahorro y, sin sistema financiero, el ahorro tiene que ser igual a la inversión. Ese modelo se enseña las dos primeras semana de primero de grado para inmediatamente aumentar la complejidad con el sector exterior, primero sólo comercio y después financiación que es más complejo aún y se da en los últimos años de formación.
Nuestro Gobierno y nuestros sindicatos piensan que España es una isla y que se puede modificar la jornada laboral, por control remoto, sin que haya efectos negativos, muchas veces inesperados. Hasta 1980 el 25% de la población mundial se quedaba con el 80% del PIB. EEUU consumía por encima de sus posibilidades y Europa, especialmente Alemania, era la fábrica del mundo, junto con Japón. Europa era líder en desarrollo tecnológico en muchos sectores, especialmente en automóvil y maquinaria, sus empresas tenían buena parte de las cuotas de exportaciones mundiales y eso permitía tener elevado nivel de empleo y con los mayores salarios por habitante. Eso posibilitaba soportar también elevados impuestos sobre el salario, principalmente cotizaciones sociales para pagar pensiones y renta para pagar sanidad y educación principalmente.
El mundo hoy cambiado radicalmente, pero Yolanda Díaz sigue citando a Marx en el Congreso, mostrando que no se ha enterado. En mis clases de macro internacional uso un modelo de Jeffrey Sachs para explicar a mis alumnos como funciona el mundo actual y como definir una política económica coherente. Sachs es progresista, ideólogo de los objetivos del Milenio para reducir la pobreza de Naciones Unidas y uno de los economistas más críticos con Donald Trump. El modelo divide la economía en dos tipos de bienes y servicios; transables y no transables. Los transables son los que tienen competencia internacional y sus precios son mucho más competitivos y los no transables sólo tienen competencia local y sus precios se fijan en función de los salarios.
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Cortarte el pelo en Tánger es más barato que hacerlo en Madrid, pero los costes de desplazarte y el tiempo necesario son una barrera de entrada que me obligan a ir a la peluquería en Madrid. Mi peluquero tiene que pagar salarios y alquileres de Madrid y por eso me cobra un precio más alto. Los jóvenes marroquís que ven en youtube como se vive en España y tienen primos aquí cruzan la frontera para trabajar aquí y por eso hay inmigración. Los bienes transables, cómo nos enseñó Paul Samuelson, premio Nobel de economía, progresista y asesor del Presidente Kennedy en la Casa Blanca, se pueden vender en otros países y realmente exportas capital y empleo.
Lo que dice Sachs es que una economía progresa y puede subir salarios si sus empresas de bienestar transables son competitivas, ganan cuota de mercado internacional y esas rentas se reparten entre todos los trabajadores del país, los de sus empresas que suelen ser industriales, los de no transables y los impuestos para pagar pensiones y sueldos de los funcionarios. Como ha advertido Mario Draghi Europa tiene una grave crisis de competitividad. Desde el año 2000 el peso de la industria en el PIB y el empleo, especialmente en España, no parado de caer y eso es clave para entender la precariedad laboral y la desigualdad que para un verdadero Gobierno progresista debería ser su prioridad.
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La mayor crisis industrial se concentra en el sector del automóvil, que junto al turismo y a la agroindustrial es el gran pilar de nuestros bienes transables y explica buena parte del empleo y los salarios de todos los trabajadores de al menos 10 grandes ciudades españolas. Desde la Pandemia la producción de coches en España, Francia y Alemania ha caído un 30% y en Italia un 50% y en 2025 en España caen un 10% tanto la producción como las exportaciones. El presidente global de Ford acaba de reconocer que la principal causa del liderazgo de China en las ventas de coches mundiales es su mejor tecnología, especialmente en inteligencia artificial. Ford tiene una fábrica en Valencia y ya podemos anticipar que el impacto sobre el empleo y los salarios en los próximos cinco años va a ser mucho peor que el que provocó la Dana.
Cuando pierdes la ventaja tecnológica, el modelo anterior está en crisis y no se podrá mantener el mismo nivel de empleo, de salarios, de impuestos y de estado de bienestar. ¿Qué debería hacer un Gobierno progresista en esta situación? Lo mismo que hicieron Felipe González, Nicolas Redondo, Cándido Méndez, Lito y Toxo en su momento. Mejorar la competitividad en todas sus vertientes; empezando por la educación, las infraestructuras, los mercados de capitales, flexibilizar los mercados de trabajo, desarrollo de suelo y polígonos industriales, apoyo con universidades y centros públicos de innovación, diplomacia económica en el exterior, conseguir una energía estable, abundante y más barata, etcétera. Draghi lo ha explicado conceptualmente en su informe, ahora falta que los estados detallen un plan de competitividad y en España el plan ni está, ni se le espera.
El principal problema para que España tengan un plan es la polarización que lidera Pedro Sánchez desde Moncloa. En la mayoría de comunidades autónomas los españoles quisieron en las elecciones de 2023 que las gobierne el PP, pero Sánchez polariza con Vox y sólo negocia con catalanes y vascos con el único objetivo de seguir en Moncloa.
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Pedro Sánchez lleva más en Moncloa que Zapatero y que Rajoy pero es una fábrica de excusas y de lamentos. Esta semana Aelec ha publicado un informe desolador sobre la situación de la red eléctrica en España. El potencial disponible es inferior al 20% de la red actual y la mitad de las provincias españolas, especialmente los principales polos industriales, no tienen red para crecer y atraer nuevas industrias. La responsabilidad principal de ese desastre es del Ministerio de Transición y de Red Eléctrica. Vale ya de relatos tipo amo el cambio climático, de lucha de clases de polarización, cupo catalán y sandeces varias. Necesitamos un Gobierno que cambie lo necesario para que el país vuelva a funcionar y unos sindicatos que centren el foco de nuevo en la industria y el empleo de calidad, como hicieron antes sus antecesores.
Si hubieran desarrollado red eléctrica en los últimos años, ahora muchas fábricas europeas podrían estar instalándose en España para aprovechar nuestro menor coste energético industrial desde que Putin dejó sin gas a centro Europa, especialmente en la España rural y creando más empleo y, sobre todo con mejores salarios. Antes de la Pandemia el gas costaba menos de 10 euros el megavatio y ahora cuesta cerca de 40. Tenemos una oportunidad histórica para hacer política y desarrollo industrial y necesitamos menos redes sociales y más redes eléctricas y suelo industrial.
El congreso, con buen criterio, ha aprobado una enmienda a la totalidad de la ley que quería reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales. Cuesta entender que el Gobierno no presente los presupuestos desde 2022, siendo una obligación constitucional, y no pare de presentar leyes sin apoyo para que todos los españoles seamos conscientes de su debilidad y que no dimita nadie, como acaba de pasar en Francia con su primer ministro.