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La Fed y el riesgo de recesión
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Juan Ramón Rallo

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La Fed y el riesgo de recesión

Seamos conscientes de que el riesgo de recesión cada vez es más alto y lo es porque en un principio nos excedimos con las políticas de estímulo

Foto: El presidente de la Fed, Jerome Powell. (Reuters/Elizabeth Frantz)
El presidente de la Fed, Jerome Powell. (Reuters/Elizabeth Frantz)
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Hace tres meses, la Reserva Federal se caracterizaba por hablar como un halcón, pero actuar como una paloma. No debió hacerlo: el mercado ya daba muestras de recalentamiento y la inflación estaba desbocada. Pero el relato de que nos hallábamos ante una subida de precios transitoria, provocada por los cuellos de botella de la pandemia, se adueñó del banco central y lo llevó por la senda de la inacción durante demasiado tiempo. No obstante, más vale tarde que nunca y el miércoles la Fed alineó las palabras con los hechos.

Por un lado, Powell fue muy claro y contundente en su determinación de combatir la inflación: “El peor error que podríamos cometer sería fracasar a la hora de controlar la inflación. Hemos de restablecer la estabilidad de precios. Realmente tenemos que hacerlo. La estabilidad de precios es el ancla de la economía. Sin ella, la economía no puede funcionar correctamente”. Por otro, Powell actuó de manera coherente con esas palabras: incrementó los tipos de interés en 75 puntos básicos (la mayor subida desde 1994) y revisó al alza sus previsiones de tipos para finales de 2022 y de 2023 (terminaremos este año con unos tipos alrededor del 3,5% y el próximo ejercicio alrededor del 4%). Es decir, que, por primera vez desde que estalló la actual ola inflacionista, la Reserva Federal está yendo a mayor ritmo del que anticipaba el mercado: por primera vez, se está tomando el riesgo inflacionista en serio.

Foto: WSJ.
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Pero tengamos presente que tomarse la inflación en serio implica tratar de desinflar deliberadamente el gasto agregado de la economía estadounidense: como la demanda ha crecido mucho más de lo que la oferta ha podido hacerlo (pues EEUU carece de capacidad ociosa en la mayor parte de la economía), el exceso de demanda se ha trasladado a subidas de precios. Si ahora se quiere evitar que los precios sigan subiendo, habrá que disminuir el gasto agregado (por ejemplo, incrementando tipos de interés, cuyos efectos ya expusimos en su momento), pero sepamos lo que ello supone: riesgo de recesión.

No en vano, cada vez son más los economistas e inversores que anticipan una recesión en EEUU en algún momento a lo largo del próximo año y medio: y es que, si se retira gasto de la economía y la estructura de precios no se ajusta a la baja lo suficientemente rápido, entonces nos encontraremos con una contracción real de la actividad. No habrá suficiente capacidad de compra agregada en relación con la (inflada) estructura de precios existente, de modo que se venderá menos y se producirá menos. A la postre, los efectos de un incremento y de una reducción del gasto agregado solo son simétricos si la facilidad para que suban los precios es similar a la facilidad para que bajen: en ese caso, más gasto agregado sobre una oferta inelástica originará subidas de precios sin incrementos en la producción y, en cambio, menos gasto agregado sobre una oferta inelástica originará bajadas de precios sin caídas en la producción. Pero si los precios se ajustan con facilidad al alza pero con dificultad a la baja, entonces el menor gasto agregado solo provocará caídas de precios a través de la destrucción de producción.

Foto: La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, en Bruselas. (Reuters/Yves Herman)

Lo anterior no es un argumento en contra de las subidas de tipos: hay que retomar el control sobre la inflación y para ello hay que señalar que ahora mismo es la prioridad aun cuando pueda acarrear una recesión. Pero seamos conscientes de que el riesgo de recesión cada vez es más alto y lo es porque en un principio nos excedimos con las políticas de estímulo. El vehículo no puede acelerarse a un ritmo indefinidamente creciente porque, en tal caso, terminamos estrellándonos. Y esa situación es en la que estamos ahora mismo: frenando el vehículo para evitar estrellarnos.

Hace tres meses, la Reserva Federal se caracterizaba por hablar como un halcón, pero actuar como una paloma. No debió hacerlo: el mercado ya daba muestras de recalentamiento y la inflación estaba desbocada. Pero el relato de que nos hallábamos ante una subida de precios transitoria, provocada por los cuellos de botella de la pandemia, se adueñó del banco central y lo llevó por la senda de la inacción durante demasiado tiempo. No obstante, más vale tarde que nunca y el miércoles la Fed alineó las palabras con los hechos.

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