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El fiasco de las cumbres del clima
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Juan Ramón Rallo

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El fiasco de las cumbres del clima

Los enormes esfuerzos de EEUU y Europa por reducir sus emisiones de CO₂ serán del todo inútiles si el resto del mundo no coopera

Foto: Mujeres egipcias lavan platos y utensilios mientras voluntarios egipcios recogen los desechos a orillas del río Nilo. (EFE/EPA/Khaled Elfiqi)
Mujeres egipcias lavan platos y utensilios mientras voluntarios egipcios recogen los desechos a orillas del río Nilo. (EFE/EPA/Khaled Elfiqi)
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Las cumbres del clima son declaraciones multilaterales de buenas intenciones para reducir las emisiones globales de CO₂, pero que no está claro que resulten en absoluto eficaces para tal propósito. A la postre, es cada Estado soberano el que ha de establecer la normativa interna dirigida a reducir sus emisiones de dióxido de carbono, pero cada Estado soberano posee un incentivo perverso a no hacerlo: si los demás Estados cumplen con su palabra y él no cumple, las emisiones globales igualmente se reducirán o aumentarán en menor medida; si los demás Estados no cumplen y él cumple, de poco servirá que haya cumplido. Es decir, sacrificarse individualmente es poco útil: si los demás se sacrifican, el sacrificio propio es innecesario y, si los demás no se sacrifican, el sacrificio propio es estéril.

Se trata de un puro dilema del prisionero en el que el equilibrio no cooperativo es que nadie cumple y que, por tanto, las cumbres del clima quedan reducidas a una pantomima propagandística. En realidad, sin embargo, el resultado no es exactamente ese. En la medida en que, dentro de las democracias occidentales, una amplia masa crítica ha aceptado el discurso de que debemos sacrificarnos para reducir nuestras emisiones de CO₂ —al margen de lo que hagan otros países—, entonces nuestros políticos sí acaban imponiendo medidas que conllevan sacrificios nacionales —menor crecimiento económico— para cumplir con nuestra parte del acuerdo.

Foto: La ciudad egipcia de Sharm el-Sheikh acoge la celebración de la 27ª Cumbre del Clima de la ONU. (Reuters/Sayed Sheasha)

Ahora bien, aparte de Europa, EEUU y casos similares, ¿cabe esperar que otros países como China, India o el continente africano terminen cumpliendo? No está ni mucho menos claro que vayan a hacerlo —es más fácil cumplir desde la abundancia material occidental que desde la pobreza o el desarrollo modesto— y, si no cumplen, todos nuestros esfuerzos no valdrán para casi nada.

Tomemos el caso de lo ocurrido en 2021 (todavía no disponemos de datos para el conjunto de 2022). Durante ese ejercicio, el mundo alcanzó el récord histórico de emisiones de CO₂ después del retroceso que se experimentó en 2020 por la pandemia: en particular, pasamos de 36,1 gigatoneladas de CO₂ en 2019, a 34,2 gigatoneladas en 2020 y a 36,3 en 2021. ¿A qué se debe este incremento hasta máximos históricos? A que China siguió incrementando ininterrumpidamente sus propias emisiones. En 2021, EEUU emitió 4,6 gigatoneladas frente a las 4,8 de 2019 (-0,2); la Unión Europea emitió 2,7 gigatoneladas frente a las 2,8 de 2019 (-0,1), pero China pasó de 11,2 gigatoneladas a 11,9 (+0,7).

Entre el año 2000 y 2021, China ha pasado de emitir 3,5 gigatoneladas a 11,9, esto es, un incremento de 8,4 gigatoneladas de CO₂: exactamente todo lo que emiten hoy EEUU, la Unión Europea y Japón conjuntamente. De hecho, las emisiones per cápita de China ya son superiores, por primera vez en la historia, a las emisiones per cápita del conjunto de los países desarrollados. Si sigue desarrollándose mediante un uso intensivo de combustibles fósiles (carbón), sus emisiones todavía no habrán alcanzado un máximo y seguirán contrarrestando parte de los logros que continúen produciéndose en Occidente.

Foto: António Guterres en la inauguración de la COP27. (Reuters/Mohammed Salem)

Pero no pensemos que el problema es solo China. Actualmente, la India apenas emite 2,5 gigatoneladas de CO₂: si en algún momento logra un grado de desarrollo análogo al de China, cabe esperar que veamos un incremento similar en sus emisiones, esto es, cabe esperar que veamos cómo estas aumentan en alrededor de 8 gigatoneladas. Así pues, aun cuando EEUU, la Unión Europea y Japón redujeran sus emisiones a cero, si India no evita incrementar las suyas —lo cual, partiendo de la tecnología actual, supondría experimentar un fuerte parón en su desarrollo—, las emisiones globales no se reducirán. Y ni siquiera estamos metiendo en la ecuación al resto del mundo en vías de desarrollo, que actualmente solo emite 2,3 gigatoneladas y que, en consecuencia, podría emitir potencialmente otras 7 u 8 según alcance niveles de desarrollos similares al de China.

En definitiva, los enormes esfuerzos de EEUU y Europa podrían ser del todo inútiles si el resto del mundo no coopera. ¿Y cuáles son los incentivos de China, India y otros países en vías de desarrollo a cooperar si temen que no todos van a hacerlo suficientemente? Pues muy pocos: de ahí que las cumbres del clima sean probablemente inútiles salvo para que Occidente redoble sus regulaciones anti-CO₂ y el resto del mundo guarde las apariencias mientras aumenta sus emisiones.

Las cumbres del clima son declaraciones multilaterales de buenas intenciones para reducir las emisiones globales de CO₂, pero que no está claro que resulten en absoluto eficaces para tal propósito. A la postre, es cada Estado soberano el que ha de establecer la normativa interna dirigida a reducir sus emisiones de dióxido de carbono, pero cada Estado soberano posee un incentivo perverso a no hacerlo: si los demás Estados cumplen con su palabra y él no cumple, las emisiones globales igualmente se reducirán o aumentarán en menor medida; si los demás Estados no cumplen y él cumple, de poco servirá que haya cumplido. Es decir, sacrificarse individualmente es poco útil: si los demás se sacrifican, el sacrificio propio es innecesario y, si los demás no se sacrifican, el sacrificio propio es estéril.

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