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Yolanda Díaz: a favor y en contra de la gran empresa
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Juan Ramón Rallo

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Yolanda Díaz: a favor y en contra de la gran empresa

Si cebas climas culturales antiempresariales, los incentivos sociales a crear y hacer crecer las empresas se verán mermados

Foto: La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Sergio Pérez)
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Sergio Pérez)
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En una de sus primeras intervenciones en materia económica durante esta precampaña electoral, Yolanda Díaz puso el foco en uno de los grandes problemas que ciertamente sufre la economía española: el estancamiento de su productividad. Así habló la todavía vicepresidenta segunda del Gobierno: “La productividad no es solo una cifra macroeconómica, sino una condición imprescindible de nuestro bienestar como sociedad”. De todas las posturas que puede adoptar la izquierda frente a este problema, al menos Díaz escoge la correcta: para que podamos mejorar todos, necesitamos volvernos más productivos. Ni debemos partir de la errónea base de que la riqueza está dada y solo cabe redistribuirla en un juego de suma cero ni, de la todavía peor premisa, de que la riqueza es excesiva y debemos apostar por políticas decrecentistas.

¿Y cómo pretende Yolanda Díaz incrementar la productividad? Una de las claves parece ser aumentar el tamaño medio de las empresas en España: “Necesitamos empresas con mayor tamaño”. Nuevamente, también acierta en este caso: uno de los problemas de la economía española es que tiene demasiadas pymes y microempresas, incapaces de aprovechar economías de escala o acumular capital físico y tecnológico en sectores de alto valor añadido. Por tanto, facilitando el crecimiento empresarial también facilitaremos el crecimiento de la productividad (no se trata, claro, de la única vía para lograrlo).

Foto: Yolanda Díaz. (EFE/ J. J. Guillén)

Ahora bien, ¿cómo pretende Yolanda Díaz fomentar el crecimiento de las empresas? No queda muy claro: promete una “reforma empresarial” cuyas medidas concretas no especifica. Como mucho, nos ha relatado una de esas medidas: subirles los impuestos a las grandes empresas. No casa demasiado bien la idea de que necesitamos mayores empresas para impulsar la productividad con su obsesión por gravar más agresivamente a las grandes empresas. Pero todavía casa peor con la justificación que ofrece para ello: “Hay injusticia fiscal. Hoy, una peluquería, un pequeño negocio, tributa al 17,5%. Una gran corporación lo hace al 3,8%”.

Tales cifras son una pura invención. De acuerdo con los últimos datos que nos ofrece la Agencia Tributaria, el tipo efectivo de las empresas no integradas en grupos (empresas mayoritariamente pequeñas y medianas) fue del 17,9% sobre la base imponible (alrededor del 17,5% que mencionaba Díaz), pero el tipo efectivo de las empresas integradas en grupos (mayoritariamente grandes empresas) fue del 19% (muy lejos del 3,8% al que aludía Díaz). Por supuesto, cabrá pensar que estos datos están fuertemente influidos por el modo en que la legislación fiscal española transforma el resultado contable positivo de las empresas en base imponible (a partir de la cual se calcula la cuota líquida a ingresar), pero dejando de lado que muchos de estos ajustes responden a la deducción por doble tributación (beneficios que ya han pagado impuestos en el extranjero y que, lógicamente, no tienen por qué volver a pagarlos cuando se repatrian a España), ni siquiera calculando el tipo efectivo sobre el resultado contable, las cifras se parecen a las que divulga Díaz: el tipo efectivo (sobre resultado contable) de los grupos no consolidados fue del 12,2% y el de los grupos consolidados 9,4%. No es honesto, pues, comparar el tipo efectivo sobre la base imponible de las pymes con el tipo efectivo sobre resultado contable (sin tener además en cuenta los diversos ajustes necesarios) de las grandes empresas.

Foto: El candidato del PP a la presidencia de la Generalitat con el de Vox. (EFE/Manuel Bruque) Opinión

Más allá, por tanto, de que Díaz se esté inventando las cifras para justificar, con malos argumentos, un incremento tributario a las grandes empresas (ese tamaño de empresa que ella misma reconoce que deberíamos promover), el problema de fondo es que la ministra de Trabajo está contribuyendo a crear un clima cultural antiempresarial: las grandes empresas son malas, tramposas e injustas. Y, si cebas climas culturales antiempresariales, los incentivos sociales a crear y hacer crecer las empresas se verán mermados. Al final, Díaz tira piedras contra su supuesto tejado: quiere más grandes empresas, pero desalienta la existencia de esas grandes empresas. O no es consciente del daño que sus propuestas y sus palabras le hacen al crecimiento empresarial o es que, tal vez, no aspire realmente a promover ese crecimiento empresarial.

En una de sus primeras intervenciones en materia económica durante esta precampaña electoral, Yolanda Díaz puso el foco en uno de los grandes problemas que ciertamente sufre la economía española: el estancamiento de su productividad. Así habló la todavía vicepresidenta segunda del Gobierno: “La productividad no es solo una cifra macroeconómica, sino una condición imprescindible de nuestro bienestar como sociedad”. De todas las posturas que puede adoptar la izquierda frente a este problema, al menos Díaz escoge la correcta: para que podamos mejorar todos, necesitamos volvernos más productivos. Ni debemos partir de la errónea base de que la riqueza está dada y solo cabe redistribuirla en un juego de suma cero ni, de la todavía peor premisa, de que la riqueza es excesiva y debemos apostar por políticas decrecentistas.

Yolanda Díaz
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