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La economía del futuro está basada en trabajos invisibles: llegó la hora de reconocerlos
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Arancha González Laya

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La economía del futuro está basada en trabajos invisibles: llegó la hora de reconocerlos

Tenemos que resolver una situación injusta para las mujeres y estamos ante una oportunidad para el desarrollo

Foto: Una empleada del hogar realiza su trabajo en un domicilio de Madrid. (EFE/Dani Caballo)
Una empleada del hogar realiza su trabajo en un domicilio de Madrid. (EFE/Dani Caballo)

Las mujeres dedican diariamente el triple de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados. Y cerca del 80% de las personas que realizan este tipo de trabajos de manera remunerada son mujeres. Según la Organización Internacional del Trabajo, ganan un 24% menos que los hombres, lo que representa una brecha salarial de género más grande que en cualquier otro sector económico.

Ante la realidad que reflejan estos datos, hay dos enfoques posibles. El primero es el de la equidad de género. Trabajos como la crianza, las tareas domésticas, el cuidado de personas mayores y de personas con discapacidad suelen no estar reconocidos como tales, y aun cuando lo están tiende a ser en condiciones laborales precarias, sin acceso a la Seguridad Social y con bajos salarios. Son trabajos que recaen mayormente sobre las mujeres, que pierden, por lo tanto, oportunidades para acceder a educación y tener otros trabajos, formales y con mejores ingresos. En América Latina y el Caribe, una parte importante de la inequidad social se sostiene con base en el mercado laboral segmentado, que discrimina a las mujeres por ser responsables de los cuidados. El trabajo doméstico remunerado supone en promedio entre el 10,5% y 14% del empleo de las mujeres en la región, lo que significa que una parte importante de la población activa, especialmente de las mujeres, lo hace en condiciones precarias y sin acceso a la protección social. Los países con mayor proporción de mujeres empleadas en el servicio doméstico son Paraguay, Argentina y Brasil. Estas mujeres ganan la mitad del salario promedio de todas las personas ocupadas (o incluso menos), a pesar de que en casi todos los países existe un salario mínimo establecido legalmente. Muchas de ellas son mujeres migrantes.

Foto: Dolores Jacinto y Marcela Bahamon, de la Asociación de Profesionales del Hogar y los Cuidados. (V. R.)

El segundo enfoque es el de la oportunidad. A pesar de que está en la base de cómo las sociedades nos organizamos, subestimamos la capacidad de generar valor de estos trabajos. La economía del cuidado es, para muchos, la economía del futuro. No solo porque genera cerca de 6.500 millones de dólares al año, sino también porque es quizás el único sector de la economía que depende exclusivamente de los seres humanos y no depende de la revolución digital o tecnológica. No se trata de producir mercancías, sino de cuidar a otros seres humanos. Y es una gran generadora de externalidades positivas. De acuerdo a un informe de Cepal, invertir en políticas de cuidado puede contribuir a reducir las desigualdades educativas, aumentar capacidades laborales, salarios y productividad y mejorar los sistemas de pensiones, porque reduce el empobrecimiento de las mujeres en la vejez.

A medida que las pirámides poblacionales se transforman y nos enfrentamos a poblaciones más envejecidas, además, la oportunidad de creación de empleos en la economía del cuidado es cada vez mayor.

Foto: 'Un trabajo invisible'. (EC Diseño)

La buena noticia es que no hace falta elegir entre esos dos enfoques. Se complementan y, juntos, nos dan un sentido de urgencia e importancia. Tenemos que resolver una situación injusta para las mujeres y estamos ante una oportunidad para el desarrollo. Esto sucede en muchas áreas de la economía, y en el sector público y privado a la vez: avanzar en igualdad de género va de la mano con el crecimiento.

Por todos estos motivos, necesitamos políticas públicas que incentiven la creación de estos empleos y mejoren las condiciones para las mujeres. Para que estos cambios se produzcan, sin embargo, las mujeres también necesitamos formar parte de los espacios de toma de decisión.

Uno de los objetivos de GWL Voices, una organización integrada por más de 60 mujeres líderes de todo el mundo, es ampliar la participación de las mujeres en esos espacios. En particular, buscamos aumentar el liderazgo femenino en el multilateralismo, entendido como una herramienta social fundamental para conseguir cambios positivos para las personas y para nuestro planeta.

Foto: Una enfermera se dispone a inyectar una vacuna. (EFE) Opinión

Durante noviembre, organizamos un encuentro en Buenos Aires en el contexto de la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, organizada por Cepal y ONU Mujeres. Discutimos cuáles son las reformas institucionales, normativas y de política a nivel global para avanzar en la construcción de sociedades que cuidan y que la responsabilidad de los cuidados se profesionalice, desfeminice y cuente con todas las garantías de protección social y seguridad laboral.

¿Qué puede hacer el sistema multilateral, por ejemplo, para crear condiciones más justas y eficientes en la economía del cuidado? Por un lado, podemos pensar en el multilateralismo como una metodología: una manera de crear y coordinar soluciones. Colabora a que distintos actores superen antagonismos, alineen intereses y lleguen a acuerdos. Por otro lado, vivimos en un mundo globalizado e interconectado, que necesita de la colaboración entre Estados para solucionar problemas. Resolver los desafíos de la economía del cuidado va a necesitar de estándares internacionales de trabajo, que sirvan como guía a las políticas públicas locales. Esto ya está pasando. Un ejemplo es el Convenio 189 de la OIT sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos, que ya fue ratificado por 35 países en todo el mundo (de los cuales 18 pertenecen a América Latina y el Caribe) y que ha impulsado reformas en la legislación laboral en muchos de esos países, para acercar o equiparar los derechos de las trabajadoras domésticas remuneradas al resto de las personas asalariadas. En Argentina, por ejemplo, se mejoraron los incentivos fiscales para registrar a las empleadas domésticas. En junio de este año, España ratificó este convenio, que ampliará los derechos laborales de un número estimado en 600.000 personas, la gran mayoría mujeres, y muchas de ellas migrantes.

Foto: Las trabajadoras del hogar llevan varios años luchando por su derecho al subsidio de desempleo. (EFE/Dani Caballo)

Actualmente, hay varias iniciativas relacionadas con una transformación estructural, normativa, política y financiera de la prestación de servicios de cuidado y las condiciones del trabajo de cuidado, incluida la Alianza Global para el Trabajo de Cuidados, promovida por el Gobierno de México y ONU Mujeres, y la Iniciativa de Igualdad de Género en Salud, liderada por el Gobierno de Francia, la Organización Mundial de la Salud y Women Global Health.

Desde GWL Voices, nuestro enfoque está puesto en las soluciones: en crear un sistema internacional de gobernanza más inclusivo, y que esa transformación derive en mejores políticas públicas. Las conversaciones que tendrán lugar en la conferencia en Buenos Aires seguro serán parte de un debate más grande, en el que debemos participar mujeres y hombres de todos los países y regiones. La economía del futuro nos necesita a las mujeres sentadas a las mesas donde se toman decisiones. Es una cuestión de igualdad, sí, pero también mucho más. Es la ventana de oportunidad más grande para el crecimiento y para la construcción de sociedades más democráticas.

*Arancha González Laya. Decana de la Escuela de Asuntos Internacionales de Sciences Po, exministra de Asuntos Exteriores de España (2020-2021).

Las mujeres dedican diariamente el triple de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados. Y cerca del 80% de las personas que realizan este tipo de trabajos de manera remunerada son mujeres. Según la Organización Internacional del Trabajo, ganan un 24% menos que los hombres, lo que representa una brecha salarial de género más grande que en cualquier otro sector económico.

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