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Sánchez: la reacción de una mente inmadura
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Antonio Casado

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Sánchez: la reacción de una mente inmadura

Todos los componentes de la decisión empiezan y terminan en el ego lastimado del presidente

Foto:  El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)
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Hijo, no te toques. Es la cantinela de la mamá cuando el niño vuelve descalabrado. Hurgar en la herida solo sirve para infectarla. O para hacerla más profunda. Típica reacción instintiva de una mente inconsistente e inmadura. Como las decisiones en caliente de un adulto por un ataque de contrariedad.

Estamos ante el síndrome de un político agonizante que, en una instintiva reacción defensiva, toma la decisión de llamar a las urnas. No después de un análisis sosegado de la situación, sino tras un suceso inesperado que suscita emociones de ira, alegría, rabia o dolor. Lo explica muy bien Antonio Damasio en El error de Descartes, un ensayo sobre la influencia de las emociones en el comportamiento humano y las bases neuronales del ego. Un penoso precedente: el comité federal del 1 de octubre de 2016, que tumbó al primer Sánchez, el del no es no.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la declaración institucional en la Moncloa. (EFE/Moncloa/Pool/Borja Puig de la Bellacasa)

La decisión de Sánchez tiene varios componentes: audacia, desafío, coartada en defensa propia, revulsivo, apuesta al todo o nada, huida hacia adelante y un punto de desesperación. Todos ellos son personales. Es decir, empiezan y terminan en el ego lastimado del presidente. Incapaz de sobreponerse al ataque de contrariedad por las celebraciones del PP, en la madrugada del domingo al lunes se sintió invadido por lo que Damasio describe como “sentimiento desagradable en las entrañas”. Y ese estado somático se trasladó al lenguaje gestual cuando anunció el adelanto electoral para el 23 de julio.

Es una decisión suicida que adelanta el final de un ciclo político y objeta el dicho de que nadie convoca unas elecciones para perder. Sánchez, sí

¿Decisión temeraria, como dicen muchos analistas? No, decisión suicida, a mi juicio, que adelanta el final de un ciclo político y objeta el dogma de los finos analistas. Nadie convoca unas elecciones para perderlas. Sánchez, sí. A sabiendas de que la falta de credibilidad no se cura de un día para otro y que el PSOE no está en su mejor momento para someter el país a un nuevo stress test electoral.

Carece de lógica jugarse la Moncloa cinco minutos después de haber sido desplumado en las urnas, en pleno verano, con sus desmovilizados votantes pensando en las vacaciones y sin tiempo para recomponer la unidad de la izquierda, cuya fractura ha sido una de las causas del desplome socialista. Tienen 10 días para lograrlo y el primer paso ya se ha dado con la conversión del yolandismo-plataforma en partido instrumental, registrado ayer como Movimiento Sumar, abierto a la incorporación de Podemos, cuyos dirigentes, ahora sí, ya se muestran dispuestos a abrazarse con las culebras, mientras Iglesias, desde sus burladeros mediáticos, elogia la decisión de Sánchez como una decisión táctica “brillante”. Manda huevos. Siempre que no amenace con gobernar solo. Y siempre que confirme su preferencia por el modelo Chivite (Navarra, con Bildu en pleno cortejo), no por el modelo Page (felicitado por Feijóo y no por Sánchez en la aciaga noche del domingo).

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa) Opinión
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Entiende Sánchez que los españoles se han equivocado. Por eso les da “una segunda oportunidad” de distinguir con más acierto entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, como en la película de Susanne Bier (2015) que cuenta el drama moral de los policías Andreas y Simon. El reto va implícito en el contraataque contra el retorno a la España negra (el PSOE abre la campaña con un vídeo sobre la guerra de Irak, el Prestige y los atentados de Atocha). Es un desafío a los electores. Consiste en agitar el espantajo de la “ola ultraconservadora”. Para que no se atrevan a apostar por un Gobierno del PP apoyado por Vox.

Cree Sánchez que los españoles se han equivocado y les da una segunda oportunidad de distinguir entre el bien y el mal

Además del componente retador al electorado, hay un intento de taponar el malestar interno por la responsabilidad de Sánchez en la severa derrota socialista del domingo pasado. El breve intervalo de tiempo que dista entre la debacle de mayo y las urnas de julio se convierte así en una cortada para reprimir (yo diría, aplazar) las corrientes críticas que puertas adentro reclaman que se vaya Sánchez y vuelva el PSOE. En realidad, lo único que ha hecho es retrasar dos meses el debate sucesorio. O esconderlo en un reto de mayor calibre (la conservación del poder) que el de ajustar cuentas con el sanchismo.

Hijo, no te toques. Es la cantinela de la mamá cuando el niño vuelve descalabrado. Hurgar en la herida solo sirve para infectarla. O para hacerla más profunda. Típica reacción instintiva de una mente inconsistente e inmadura. Como las decisiones en caliente de un adulto por un ataque de contrariedad.

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