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¿Qué fue del Sánchez que debutó envuelto en la bandera nacional?
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Antonio Casado

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¿Qué fue del Sánchez que debutó envuelto en la bandera nacional?

El líder del PSOE insiste en garantizar la gobernabilidad del país con el apoyo de quienes no quieren ser españoles

Foto: Pedro Sánchez, en el desfile del Día de la Fiesta Nacional. (EFE)
Pedro Sánchez, en el desfile del Día de la Fiesta Nacional. (EFE)
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Vale la pena recordar aquí y ahora que Pedro Sánchez se envolvió en la bandera nacional para debutar como aspirante a la Moncloa (el 21 de junio de 2015, en el Teatro Circo Price de Madrid). Atención al precedente, porque nos ilustra sobre la inconsistencia del personaje: aparecer junto a los pesos pesados del PSOE con una enorme rojigualda de fondo fue un alarde escenográfico destinado a reforzar su objetivo de "unir a todos los españoles" bajo una misma bandera, advertir al nacionalismo catalán de eventuales aventuras secesionistas —el desafío ya se había puesto en marcha con Artur Mas en la Generalitat— y distanciarse de su antecesor, Zapatero, que había sentado doctrina con su famoso salmo sobre el concepto de nación "discutido y discutible".

De aquel ataque de nacionalismo español de Sánchez no queda nada. Hoy se reconoce en su trato deferente a los nacionalismos periféricos de los que depende su continuidad en el poder. Aunque el trato no siempre es correspondido, insiste con una obstinación digna de mejor causa. En nombre de la gobernabilidad de España, mientras dichos grupos se hartan de proclamar su indisimulada voluntad de dejar de ser españoles.

Foto: Jaume Asens, Carles Puigdemont, Yolanda Díaz y Toni Comín, en Bruselas. (Reuters/Yves Herman)

Para la jornada posterior a la Fiesta Nacional, la de ayer, quedó el último turno de la ronda de tanteos de Sánchez con los grupos parlamentarios que han de retratarse en la investidura. Le tocaba a los más duros de pelar. Uno vasco, Bildu, y el otro catalán, Junts, los más beligerantes contra un orden institucional mal defendido, porque siguen mirándose a cara de perro el que gobierna y el que puede gobernar desde la centralidad del sistema, donde se ubica la inmensa mayoría de los españoles.

Desde que una querida colega me dijo "nunca vuelvas a apostar contra Sánchez porque volverás a perder", me tiento la ropa antes de arriesgarme a descifrar los planes del presidente en funciones después del jarro de agua fría de la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, con la que se cerró la ronda de consultas, aunque todo depende del trabajo de las respectivas comisiones negociadoras que intentarán la fumata blanca del acuerdo. Como resultado de la "capacidad de diálogo" de Sánchez con los diferentes, dicen unos, o de su "capacidad de claudicación", según otros.

Si no le ha importado el selfi con Bildu (no había precedentes), una semana después de que esta coalición independentista se negase a condenar la profanación de la tumba del socialista Fernando Buesa (vilmente asesinado por ETA en el año 2000), tampoco le debería importar imitar a su vicepresidenta, Yolanda Díaz, y bailarle el agua al prófugo de Waterloo, Carlos Puigdemont. Al menos en cita telefónica, como ya hizo con Oriol Junqueras, otro acreditado activista contra el orden constitucional.

Crecen las posibilidades de vuelta a las urnas tras el encuentro de Sánchez con Míriam Nogueras

Por tanto, me limitaré a ser descriptivo: crecen las posibilidades de vuelta a las urnas tras el encuentro del candidato Sánchez con Míriam Nogueras, que representa la voluntad de Carles Puigdemont y pastorea el voto de los decisivos siete diputados de Junts en la venidera investidura del presidente del Gobierno en funciones.

Las posiciones negociadoras siguen "lejos", según la portavoz de esta fuerza independentista en el Congreso. No da nada por cerrado, pero sigue pidiendo la luna en los términos expuestos por Puigdemont el pasado 5 de septiembre de Bruselas, a los que se remite. Básicamente, unas condiciones previas incumplidas a medias hasta ahora, amnistía sin renuncia a la unilateralidad y "referéndum de autodeterminación acordado con el Estado", como única forma de reemplazar el mandato político de la ilegal consulta del 1 de octubre.

La gobernabilidad del Estado sigue estando en manos de sus enemigos

Volvemos al quinielismo que nos aturde desde el 23 de julio, por cuenta de algo tan serio como la gobernabilidad del Estado, que sigue estando en manos de los enemigos del Estado. Insisto: no es opinión, sino pura descripción de un momento que cada vez recuerda más a la inmovilización del desmoronamiento en el famoso cuadro Explosión en la catedral (siglo XVII) que inspiró a los surrealistas.

Vale la pena recordar aquí y ahora que Pedro Sánchez se envolvió en la bandera nacional para debutar como aspirante a la Moncloa (el 21 de junio de 2015, en el Teatro Circo Price de Madrid). Atención al precedente, porque nos ilustra sobre la inconsistencia del personaje: aparecer junto a los pesos pesados del PSOE con una enorme rojigualda de fondo fue un alarde escenográfico destinado a reforzar su objetivo de "unir a todos los españoles" bajo una misma bandera, advertir al nacionalismo catalán de eventuales aventuras secesionistas —el desafío ya se había puesto en marcha con Artur Mas en la Generalitat— y distanciarse de su antecesor, Zapatero, que había sentado doctrina con su famoso salmo sobre el concepto de nación "discutido y discutible".

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