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Al Grano
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El supremacismo de Trump pasó por Davos
Más amable con la Rusia de Putin, la China de Xi Jinping y la Arabia Saudí de Bin Salmán que con la Europa de Von der Leyen. ¿Por qué sintoniza mejor con autócratas que con demócratas?
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Se llama supremacismo político, económico y militar del hombre que ha decidido poner a Dios de su parte porque le salvó la vida para llevar a cabo su "mega" misión en la vida: "hacer América grande otra vez". Así es el presidente número 47 de los Estados Unidos. Con aires de matón en incompatible cara amarillenta y toro enfurruñado a punto de embestir.
Alarmantes advertencias a países y empresas que no pasen por el aro. Y, al revés, augurando "cosas buenas" a quienes sí lo hagan. Está clara su mejor sintonía con autócratas que con demócratas. Más amable con la Rusia de Putin ("Quiero encontrarme pronto con él"), la China de Xi Jinping ("Me gusta mucho") o la Arabia Saudí de Bin Salmán ("Un tipo fantástico") que con la Europa de Úrsula von der Leyen ("Nos trata muy mal").
Son avisos para navegantes. Los despachó el nuevo presidente norteamericano en su intervención telemática ante los asistentes al Foro de Davos, donde lo público (gobiernos) y lo privado (ejecutivos de empresas multinacionales) se citan para deliberar sobre la marcha de la economía en todo el mundo.
La desregulación y el desarme fiscal del Estado son precursores del sálvese quien pueda entre sectores sociales vulnerables
Es la segunda ocasión en pocos días, después de su discurso de toma de posesión, que da para reflexionar sobre lo que se nos viene encima. El primero en clave internacional. Ya desmarcado de la descarbonización y comprometido con el portazo a los pacientes inmigrantes en la frontera con México, el mesías hace campaña anunciando una "nueva era".
Donald Trump, que además es el brazo armado de la "ilustración oscura", pregona una "edad de oro". El "renacimiento" de los EEUU y, como faro universal del poder, también en el resto del mundo. Pero la narrativa nace averiada. No es el principio de nada, sino el final de un largo y penoso proceso de distanciamiento de la gente respecto a las élites. El fruto solo podía ser el descrédito del sistema democrático, al que los recién llegados acusan de frenar la creatividad individual y el progreso colectivo.
Se pregona un brutal cambio de paradigma, donde el dañado sistema de valores (urnas, leyes y dignidad humana) queda sometido al control de la riqueza ("Vengan a fabricar aquí y yo les bajaré los impuestos") sin reparar en los medios de conseguirlo. Por ejemplo, el descarado asalto a los medios de comunicación (especialmente los digitales) y al poder regulador del Estado sin inhibiciones morales.
Antes o después, las siete plagas cabalgaran sobre los nombres de esta nueva raza de depredadores sociales
Pero la fiebre desreguladora y el desarme fiscal del Estado, etiquetados como "anarcocapitalismo" por el argentino Milei —un aventajado seguidor de Trump—, son precursores del sálvese quien pueda entre los sectores sociales más vulnerables. Convertidos en costaleros del poder político de Trump, los tiburones de Silicon Valley ni siquiera se esfuerzan por disimularlo, aunque eso puede ser bueno como acelerador de un proceso de fulgor y caída tras la llegada de un friki a la Casa Blanca.
Por eso me parece bien traído lo de "caquistocracia" o gobierno de los peores. Sintetiza el matonismo arrogante de esta casta que, antes o después, capitulará ante la guerra de egos que se avecina entre los Trump, Musk, Bezos, Zuckerberg, Vance, Yarvin ("Mencius Moldbug"), Peter Thiel, etc.
Unos en el escaparate y otros en la sombra. Antes o después, las siete plagas cabalgaran sobre cada uno de los nombres de esta nueva raza de depredadores sociales.
Se llama supremacismo político, económico y militar del hombre que ha decidido poner a Dios de su parte porque le salvó la vida para llevar a cabo su "mega" misión en la vida: "hacer América grande otra vez". Así es el presidente número 47 de los Estados Unidos. Con aires de matón en incompatible cara amarillenta y toro enfurruñado a punto de embestir.