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El pos 23-J: cuatro retratos y preguntas
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Fernando Matres

El Zaguán

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El pos 23-J: cuatro retratos y preguntas

El día después de las elecciones con la campaña más extraña que se recuerda nos ha dejado en Andalucía certezas y dudas

Foto: Juanma Moreno (PP) y Juan Espadas (PSOE) en una imagen de archivo. (EFE/Raúl Caro)
Juanma Moreno (PP) y Juan Espadas (PSOE) en una imagen de archivo. (EFE/Raúl Caro)
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Cada noche electoral siempre nos recuerda esa anécdota atribuida a Carlos Salvador Bilardo, quien, antes de la resolución por la vía de la moneda al aire de un torneo igualado a todo, ordenó a sus jugadores que celebraran eufóricos nada más que el árbitro abriera la palma de la mano sin importar si salía cara o cruz. “Festejá, que luego ya es muy difícil que no te den la razón”, sostenía.

El 23 de julio no ganaron todos, pero sí se afanaron en levantar los brazos y sonreír como ordenaba el pícaro entrenador argentino. Claro está que algunos con más motivos que otros. El día después de las elecciones con la campaña más extraña que se recuerda nos ha dejado en Andalucía certezas y dudas resumidas en cuatro retratos y cuatro preguntas.

No fue la Cataluña del PP

El 23 de julio supuso para el PP andaluz una victoria de las que obliga a forzar la sonrisa y dejar el champán frío en la nevera. Contento sin presumir, que diría Luis Aragonés. Una victoria sin la contundencia de las cosechadas en las autonómicas y en las municipales. El anunciado tsunami azul perdió fuerza al llegar a la orilla, aplacado por la movilización socialista y el fantasma de un pacto que curiosamente fue ahuyentado hace un año de una manera radicalmente diferente.

Foto: Manifestación el pasado 4 de diciembre. (EFE/José Manuel Vidal) Opinión
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Ahí radica el principal análisis que deben hacer los populares: por qué el miedo a Vox fue combatido en junio del año pasado concentrando el voto en Juanma Moreno hasta otorgarle una histórica mayoría absoluta, y, en cambio, ahora ha hecho crecer al PSOE.

El PP encadenó su tercer triunfo electoral en apenas un año, completando un ciclo que confirma el cambio de tendencia, aunque no consiguió el ambicioso objetivo marcado de duplicar los escaños conseguidos en 2019 hasta alcanzar los 30. El reparto de 25 a 21 con los socialistas le impidió convertirse en la locomotora que condujera a Alberto Núñez Feijóo hasta la estación de la Moncloa. No tuvo el papel decisivo que, por ejemplo, jugó Cataluña para que el PSOE resistiera.

Un respiro que no evita el debate en el PSOE

Para quien se ha acostumbrado a perder, cualquier pequeña alegría es motivo de celebración. Por eso fue absolutamente comprensible la alegría del PSOE andaluz. Sin llegar a la euforia vivida en Ferraz, pero con una enorme satisfacción cargada de alivio. Una tercera derrota, pero por la mínima, con la sensación de ver una pequeña luz en un horizonte que pintaba zaíno.

Una tercera derrota, pero por la mínima, con la sensación de ver una pequeña luz en un horizonte que pintaba zaíno

Ahora bien, ese respiro ni puede ni debe ocultar un debate fundamental para afrontar su futuro con cierta esperanza. ¿Por qué a día de hoy los socialistas andaluces no son una alternativa seria de Gobierno? Al analizar los tres últimos procesos electorales, la sensación es que es incapaz de marcar la agenda ni liderar el debate y depende de circunstancias ajenas. En las autonómicas, donde defendía directamente su propuesta, recibió un durísimo varapalo. En las municipales, sufrió las consecuencias de una campaña planteada en clave nacional, una situación evidente en Sevilla, donde el voto de castigo a Pedro Sánchez inclinó la balanza hasta hacerle perder la alcaldía. En las generales, ha notado el impulso de la reacción general hasta salvar los muebles.

Todo parece ocurrir a pesar de y no debido a. El liderazgo de Juan Espadas, que nunca ha llegado a ser indiscutible, sigue estando en el centro de los comentarios. Este último respiro puede servir como punto de partida para un reinicio, aunque necesita quitarse la cara de perdedor, salir del bucle en el que lleva metido desde 2019 y convertirse en una opción, no en un mero opositor.

Instalado en la irrelevancia

Desde que Vox pisó el Parlamento de Andalucía, en lo que supuso su estreno en una Cámara en toda España, ha emprendido un imparable viaje hacia la irrelevancia que ha tenido su penúltimo capítulo con la pérdida de tres diputados respecto a 2019. Primero fue incapaz de hacer valer su indispensable apoyo para la primera investidura de Juanma Moreno y no influyó lo más mínimo en el Gobierno de coalición PP-Ciudadanos. Después, con la mayoría absoluta popular, ha adoptado un rol paradójico, pues quiere hacer oposición a dos bandas y acaba por quedarse en el trazo grueso y el titular llamativo que se evapora en un día.

Foto: Yolanda Díaz y María Jesús Montero. (EFE/J. J. Guillén)

La izquierda a la izquierda resiste

Sumar se ha mantenido en los números que manejó Unidas Podemos en 2019, repitiendo los mismos seis diputados, impulsado por el tirón de los representantes de Izquierda Unida gracias a su tradición y sólida implantación en la comunidad. Consolidado en un suelo electoral firme, debe afrontar la asignatura pendiente de seguir unificando a la izquierda a la izquierda del PSOE y aprovechar su etapa de debilidad para robarle votantes.

Preguntas en el aire

¿Por qué teniendo tres claros ejemplos de cómo anular a Vox en Andalucía, Madrid y Galicia el PP ha cometido el error de darle aire y movilizar el voto del miedo en favor del PSOE?

Foto: Las zonas de mayor renta y edad media votaron más a la derecha. (EFE/Alberto Estévez)

¿Quién tiene interés en señalar lo sucedido en Extremadura como el foco del problema y no el caso de Valencia, donde estuvo el pecado original?

¿En qué momento pareció buena idea que Feijóo no fuera al debate con el precedente nefasto de Javier Arenas en Canal Sur en 2012?

¿Seguirá adelante la propuesta de Pilar González y Teresa Rodríguez después de su mal resultado o recogerá alguien el testigo andalucista?

Cada noche electoral siempre nos recuerda esa anécdota atribuida a Carlos Salvador Bilardo, quien, antes de la resolución por la vía de la moneda al aire de un torneo igualado a todo, ordenó a sus jugadores que celebraran eufóricos nada más que el árbitro abriera la palma de la mano sin importar si salía cara o cruz. “Festejá, que luego ya es muy difícil que no te den la razón”, sostenía.

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