Hecho en Andalucía

En 1999 se estrenaba ‘Solas’, la ópera prima de un director andaluz, Benito Zambrano. Por caprichos del destino, en algún momento de mi vida me crucé con las dos inolvidables protagonistas de aquella historia desgarradora. María Galiana fue mi profesora de Geografía en 1º de BUP y con Ana Fernández compartí bancada algunos días en la facultad, años antes de que recibiera un Goya de justicia por su soberbia interpretación en la producción andaluza.

Un punto de inflexión. La hora de sacudirnos complejos.

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La cultura andaluza reivindica su acento para contar su historia y hacer industria

C. Rocha. Sevilla

Así definía el cineasta de Algodonales, Jota Linares, lo que supuso ‘Solas’ para el cine andaluz y lo hacía en el marco del foro ‘Andalucía, 30 años después’ organizado por esta casa y la Fundación Cajasol y al que tuve la oportunidad de asistir esta semana.

Hubo de llegar el reconocimiento en el lugar donde se encienden los focos y donde te sitúan en el mapa. Madrid.

En 2014 llegaría Alberto Rodríguez para armar un excepcional thriller ambientado en un paisaje que, junto a Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo, era un protagonista más de la historia. El magnífico trabajo de fotografía de Álex Catalán nos mostraba un paraje laberíntico, sinuoso, con una trama de vidriera modernista que sirvió para descubrir a muchos un patrimonio natural de valor extraordinario como el de las marismas del Guadalquivir.

Alberto Rodríguez ya había presentado credenciales en andaluz con ‘7 vírgenes’ y ‘Grupo 7’. Cine hecho en Andalucía, con acento andaluz, en tiempos en los que aún hay que forzar un acento neutro en algunos castings y perviven clichés de chachas y chistosos en series con cientos de reposiciones en televisión.

Treinta años en los que se han dado pasos de gigante. Treinta años sacudiéndonos estereotipos impuestos y auto impuestos. Tres décadas lavándonos la cara, cambiando roles, reivindicando una herencia cultural plural y de una riqueza desbordante, identificable más allá de una flor en el pelo, que no significa renunciar a aquellas señas de identidad que forman parte de nuestra idiosincrasia como pueblo.

¿Cuánto queda por recorrer?

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Sé de un lugar

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Es fundamental seguir avanzando desde el trabajo, sin caer en un victimismo inmovilista y complaciente. Inoculando en las nuevas generaciones el orgullo de pertenecer a una tierra con un soberbio patrimonio cultural, pero también el afán de superación y la ambición necesaria para seguir creciendo. Para ello, las administraciones deben suministrar las herramientas y el sector privado involucrarse en un proyecto de crecimiento y desarrollo que debe unir a todos los sectores de la sociedad andaluza.

Y en ese proyecto, la cultura juega un papel trascendental porque creo firmemente en su importancia como instrumento de mejora de los pueblos.

¿Se han preguntado alguna vez qué es la cultura?

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En un abrir y cerrar de ojos

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Si consultan el término en la RAE, esta la define en su primera acepción como el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. Juicio crítico, pensamiento crítico, ese valor tan maltratado a golpe de leyes educativas politizadas.

Si se acercan a algún manual de Antropología, la cultura viene a entenderse como el conjunto de costumbres, mitos, creencias, normas y valores que guían y regulan el comportamiento de un determinado grupo social.

La cultura nos hace más humanos, menos maleables y, como andaluces, debemos utilizarla como vehículo de desarrollo. Para ello hay que hacerla más accesible a los ciudadanos. En este sentido, y tal como afirmaba en el citado foro Rafael Morales, presidente de la Asociación Andaluza de Gestores Culturales (GECA), debe valorarse el apoyo de las administraciones locales, los ayuntamientos, como mediadores que acercan el contenido cultural a la comunidad.

También hay que cuidar de los contenedores de cultura. Reformar, ampliar, modernizar instituciones museísticas. Diseñar planes de comunicación atractivos y efectivos. Debemos ser conscientes de la importancia del patrimonio artístico colgado en las paredes de unos museos que deben buscar la excelencia y afrontar los retos que marca este siglo XXI.

Y no es suficiente. También hay que apoyar a los hacedores de cultura, a creadores y gestores. Y aquí también es imprescindible el apoyo de la iniciativa privada.

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De museos y distancias cortas

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Los jóvenes andaluces que quieren labrarse un futuro en las artes plásticas, por ejemplo, tienen que salir fuera a buscar el altavoz y el foco. Es la diáspora del arte plástico hecho por andaluces. Son pocas las galerías de arte en Andalucía y, de ellas, muy pocas las que apuestan por talento joven y arte emergente. Un déficit que se manifiesta cada año en ARCO, una de las ferias de arte contemporáneo más importantes del circuito internacional, en la que apenas hay presencia de galerías andaluzas y, sin embargo, sí hay una numerosa asistencia de artistas jóvenes andaluces en stands promocionales o a cargo de galerías de otras regiones. Una pena. Aquí hay talento, mucho y bueno, pero hay que hacerle hueco.

¿Y el público? El público debe dejarse educar y seducir. Conocer para respetar. De ahí al amor solo hay un paso.

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Defender la alegría

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Cada sábado intento llevarles de viaje a recorrer enclaves monumentales de Andalucía, a descubrir pinceladas y vidas de artistas andaluces y, de vez en cuando, contarles alguna batallita nostálgica.

Hoy les animo a echar la mirada treinta años atrás, ¿cuánto hemos recorrido? El tiempo nos golpea como una ola de resaca en una playa del Estrecho, pero hemos aprendido que hay vida más allá del chiringuito y que sabemos levar anclas. Sin complejos y en andaluz.